■ El rock de ahora dejó de ser cuestionador, afirma el bajista y fundador de Botellita de Jerez
■ Con 27 libros publicados y tres premios nacionales “no es aún momento de retirarse”, dice
El rock actualmente ha dejado de ser parte de una cultura combativa y cuestionadora, y ha dejado de haber utopías. Pues ahora, tanto grupos de rock y cantantes jóvenes han dejado de lado estos temas, mencionó Armando Vega Gil, en su entrevista-charla-cotorreo dentro del marco del quinto aniversario del suplemento cultural La Gualdra, que aparece en La Jornada Zacatecas.
Opina que el soundtrack de México debería ser música combativa, pues hay temas como el de los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, el movimiento #Yosoy132, entre otros, pero en la música no se habla de ello.
“Tengo la esperanza de que haya una música de fondo en el país a la altura de las circunstancias que estamos viviendo ahora. El tema de la revolución ni siquiera está en su horizonte ideológico, pero es parte de lo masivo, de eludir y no entrarle a lo que está pasando. A lo mejor soy setentero, y había canciones de la revolución. Aquí se hablaba de la guerrilla”, dijo el músico.
Era una conexión en otra época del país en la que los jóvenes pensaban que el socialismo era la guía, aunque después se dieron cuenta de que no lo era. “Yo siento que los chavos no tienen esa agarradera que teníamos, hay cosas importantes, por ejemplo esta una opción con el Ejército Zapatista”, expuso Vega Gil.
Acompañado de Jánea Estrada, directora del suplemento, Armando compartió en una charla agradable llena de buen humor, parte de su trayectoria como escritor, además de que platicó algunas de sus experiencias con el grupo Botellita de Jerez.
El bajista y fundador de esta última agrupación, escritor, performero, cortometrajista, escalador de montañas nevadas y buzo de aguas saladas como se describe, reveló cómo se convirtió en escritor, y cómo una tía suya influyó en su carrera literaria.
Su tía Ema Rueda, quien es escritora y era aficionada a los toros, en una ocasión le mostró su librero a Armando, y sacó un libro que lo marcó para toda su vida, llamado Fin de Mundos, de Pablo Neruda, en su primera edición, que abordaba el tema de la Guerra Fría.
Participó en un concurso de cuentos que convocaba el ISSSTE. Su madre trabajaba en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, y ella transcribía los cuentos de Armando en máquina de escribir y sacaba copias y fue así que mandó su cuento al concurso.
No ganó, pero le compartió a su tía su intención de escribir y lo citó en el café La Habana. Lo único que le dijo fue “le debemos tanto a Rulfo” y lo regañó ya que buscaba disuadirlo de esta profesión.
Mencionó que aún no ha llegado el momento de retirarse de la actividad musical ni de la literatura, pues ahora su mayor inspiración es su hijo de 5 años, y aún tiene libros pendientes por entregar y publicar.
Armando ha ganado tres premios nacionales de literatura en México, entre ellos el San Luis Potosí de cuento, uno de guión para cortometraje en el festival Expresión en Corto y el Alejandro Galindo para guion de largometraje.
También ha publicado 27 libros, entre ellos La ventana y el umbral de poesía, El Diario íntimo de un Guacarróquer, Cuentos de horror, desamor, locura y bolillos, La ciudad de los ojos invisibles, y Picnic en la Fosa Común. Dentro de su incursión en la literatura infantil ha escrito Momias, ángeles y espantos, Se armó la fiesta de muertos y Azahar y Agustín.
