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domingo, 28 abril, 2024
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Zacatecas, sitio emblemático en el culto a la Santa Muerte

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Por: ALMA ALEJANDRA TAPIA •

■ Es el tercer punto más importante del país donde se adora a la llamada niña blanca

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■ La figura expulsada hace 10 años de la iglesia de San Pantaleón ahora tiene su propio templo

Aunque poco conocido por los zacatecanos, esta entidad alberga en su territorio el que es considerado por investigadores y fieles el tercer sitio más importante de culto a la Santa Muerte; le anteceden en primer lugar Tepito, en la Ciudad de México y en segundo, Hidalgo.

En la comunidad de La Noria de San Pantaleón, en el municipio de Sombrerete, no hay un día del año en que por lo menos uno o dos fieles acudan a rendir culto a la figura, que hace aproximadamente una década fue expulsada de la parroquia católica del pueblo por un obispo de Tacámbaro, Michoacán. La Iglesia no la reconoce dentro de su dogma.

La imagen, que en el siglo pasado fue venerada por algunos mineros, y que hasta el año 2005 aproximadamente estuvo relegada en la parroquia del santo patrono del pueblo: San Pantaleón, hoy tiene su propio espacio construido por creyentes convencidos de que les hizo un milagro.

En medio de un pueblo fantasma, una pequeña habitación blanca que sólo se abre cuando alguien lo solicita, resguarda celosamente no sólo la imagen original víctima de una quemadura hace más de 15 años, sino a decenas de réplicas pequeñas y grandes, además de la llamada de “siete potencias”.

A la niña blanca, como la llaman sus creyentes, le cambian su ropa ordinariamente, le llevan arreglos florales, veladoras y otras ofrendas como cigarros, botellas de alcohol, dulces, fotografías, credenciales, medallas, listones, dólares, fruta, dedicatorias escritas y pedazos de cabelleras humanas. Escondida en un costado del altar hay una muñeca de plástico con un arma punzocortante. Un militante del PRI municipal de Zacatecas fue y le dejó su credencial.

Al igual que hace lo propio en la parroquia católica de San Pantaleón, don Nicandro Sarellano Márquez, uno de los 50 habitantes de La Noria, es el custodio del culto pagano no reconocido por la Iglesia Cristiana, pero que paradójicamente lo practican católicos en su mayoría.

Sin ser necesariamente un ferviente fiel, el minero jubilado se encarga de limpiar, abrir y cerrar el lugar a los visitantes que no sólo son de Zacatecas sino de otras partes del país y el extranjero, como Guatemala, El Salvador y otros, aseguró Sarellano, y reforzó el comentario el historiador e investigador de la UAZ, Arturo Burciaga Campos.

 

En la comunidad de La Noria, en el municipio de Sombrerete, no hay un día del año en que por lo menos uno o dos fieles acudan a rendir culto a la figura de la Santa Muerte, la cual fue expulsada de la parroquia católica de San Pantaleón. A la niña blanca se le cambian sus vestiduras periódicamente y se le dejan diversas ofrendas ■ fotoS: MIGUEL ÁNGEL NÚÑEZ

Expulsión de la parroquia da  paso a la religiosidad popular 

Según el relato de su custodio, la Santa Muerte hace más de nueve años fue expulsada de la iglesia y la abuela de su esposa la acogió en su casa; pronto el culto creció entre los habitantes, se corrió la voz y un día llegaron externos para ayudar a construirle su propia capilla.

Si bien en los años 60 la imagen se sacaba de la parroquia en procesión los Viernes Santos porque representaba la muerte de Cristo, no era el patrón del pueblo. Después de los 70 volvió a tener creyentes, “debió de haberle hecho un milagro a alguna gente importante”, dijo Sarellano.

Al igual que la Santa Muerte del barrio de Tepito, en la capital del país, donde una señora llamada doña Queta inició el culto, el auge de la Santa Muerte de San Pantaleón se dio a partir de que un particular la acogió (la abuela de la esposa de Nicandro Sarellano). Es decir, se trata de centros originados en la devoción popular, comentó Arturo Burciaga.

Si en La Noria el obispo no la hubiera expulsado, el historiador creyó que seguiría en la parroquia, desapercibida, por no ser la santa patrona. Sin embargo, al sacarla se causó una conmoción social en las bases populares y de boca en boca adquirió la importancia que hoy tiene.

La historia de la figura no inició en el templo católico donde muchos años estuvo en una sacristía, donde hoy está un Jesús de Nazaret, sino que en la segunda época de bonanza minera del pueblo (inicios del siglo 20) estuvo en uno de los niveles de la mina Inversiones del Oro, dijo Sarellano.

Aunque el investigador de la UAZ refirió que no hay una precisión de los antecedentes del culto, se sabe que llegó a la Iglesia de San Pantaleón entre los años 30 y 40 del siglo pasado, pero se desconoce de dónde se obtuvo, sólo hay certeza de su relación con los mineros de antaño.

Incluso no hay antecedentes de una devoción colectiva, pero, refirió el especialista en temas de la Iglesia del siglo 16 al 18 de la región de Nueva Galicia, en Hispanoamérica colonial, hubo una raíz única de ese tipo de creencias nacidas de la religiosidad popular, la cual difiere de la religión oficial. Es decir, compartir creencias hasta cierto punto, pero el dogma institucional no reconoce ciertos cultos como el de la Santa Muerte.

Se refirió a otros casos similares como la devoción al Tío Cristian por los mineros de la montaña roja de Potosí, ubicada en Bolivia, a quien sus fieles también le dan ofrendas como tabaco, alcohol y hojas de cocaína. Un caso similar es el Jesús Malverde, en Culiacán, Sinaloa.

José Manuel Félix Chacón, sacerdote católico

Ignorancia, rendir culto  a la muerte: Iglesia

Al hecho de que muchos de los creyentes de la Santa Muerte se consideran cristianos, el padre José Manuel Félix Chacón, encargado de comunicación social de la Diócesis de Zacatecas, dijo que para los católicos la muerte es el paso a la verdadera vida, sin embargo, no existe como tal y por ende no hay porqué rendirle culto.

Con resistencia para hablar del tema, el presbítero desconoció si en algún momento la imagen estuvo en la parroquia de San Pantaleón, y si fue así, consideró que seguramente fue porque una persona la “puso por un descuido quizás del sacerdote, pero no debió de haber estado nunca”.

Declaró por tanto que quienes se dicen católicos y la adoran lo hacen “tristemente por ignorancia”, y que no se han adentrado en su fe y oración. Les falta perseverancia y empeño, dijo.

No obstante la postura oficial, Nicandro Sarellano relató que hasta hace algunos años había un sacerdote de Sombrerete, apellidado Ordaz, que ofrecía misas a la Santa Muerte, e hizo lo propio el arzobispo López Aviña varios 27 de julio.

“Antes los padres no ponían peros, hasta últimamente, a lo mejor por el auge que tiene y les quita de los católicos, pero nosotros seguimos siendo católicos porque religión de la Santa Muerte no hay”, agregó.

Por su parte, Burciaga aludió a Fray Joaquín de Bolaños del convento de Guadalupe, de finales del siglo 18, quien escribió La Portentosa Vida de la Muerte, se trata de una apología hacia la figura de la muerte, su sentido y significado desde el punto de vista religioso. Incluso le llama “la emperatriz y la gran señora”.

Todo ello, dijo, muestra los resquicios filtrados en una herencia histórica que ha permeado en parte de la feligresía, lo cual explica que ese tipo de devociones se originen, aumenten y tengan un desarrollo en palabras de la Iglesia, distorsionado. Pero en la religiosidad popular los creyentes bien le pueden rezar a la Virgen María como a la Santa Muerte, agregó Burciaga.

Es por ello que el historiador disintió con el discurso de la Iglesia Católica y comentó: cuando la Santa Muerte estaba en la iglesia de San Pantaleón, posiblemente alguien le dejaba una limosna y no decía nada. Pero si se va al Obispado, un ámbito de poder y autoridad, no se permitirá ese tipo de discursos apócrifos, los cuales conoce mejor quizás que un especialista en religiosidad popular, pero evita hablar de ellos para no meterse en diatribas.

Independiente a esos discursos, el custodio de la capilla y el creyente Miguel Villasana, están convencidos de que la Santa Muerte sólo es el brazo ejecutor de Jesucristo.

En la comunidad de La Noria, en el municipio de Sombrerete, no hay un día del año en que por lo menos uno o dos fieles acudan a rendir culto a la figura de la Santa Muerte, la cual fue expulsada de la parroquia católica de San Pantaleón. A la niña blanca se le cambian sus vestiduras periódicamente y se le dejan diversas ofrendas ■ fotoS: MIGUEL ÁNGEL NÚÑEZ

Tipo de creyentes

Como cuidador de la capilla, Sarellano aseguró que a la capilla va “todo tipo de personas”. Aunque en algunas ocasiones el culto se relaciona a gente ligada al narcotráfico, desconoció si es así, porque hay de todas las clases sociales: “fregados”, de alto, medio y bajo nivel socioeconómico.

No obstante militares, policías estatales y federales son los fieles más recurrentes, dijo el minero en retiro. Entre las múltiples ofrendas que tiene la Santa Muerte resaltan las medallas de condecoración que el Ejército estadounidense otorgó a uno de sus soldados. Éste le da gracias “por haber interferido con Dios para regresar con vida y sano de Afganistán”.

Don Nicandro aseguró haber visto a un creyente de Ciudad Juárez, quien recibió cuatro balazos en el estómago y la fue a visitar “con sus agujeros”. De igual manera, pero con fines distintos no de fe, asisten investigadores e historiadores de varias partes del país. En 2014 estuvo incluso una teóloga de Canadá.

Arturo Burciaga comentó que el culto a la Santa Muerte es más común en jóvenes. En la Ciudad de México es un sector netamente popular y de barrio. En San Pantaleón de origen fue el sector minero, aunque ahora ya no, en Hidalgo hay una relación más indígena.

A decir del investigador, un requisito para que una imagen tenga éxito, es contar con un aspecto desconocido como el saber de dónde vino, y la Santa Muerte de Sombrerete es parte de una “mitología” a un culto que acrecienta su éxito por las voces que aseguran haber recibido un milagro, las cuales son preponderantes e influyen en los demás, a fin de que desde el punto de vista sicológico tomen una creencia para sí.

 

Arturo Burciaga, historiador

Simbolismos

Si bien la imagen central del templo de Sombrerete es la muerte vestida de blanco, también están la verde, roja, dorada, negra, azul, amarilla, ámbar, café, hueso y morado, así como la de “siete potencias”.

Según textos que están en la misma capilla, cada color alude a la causa para la cual ayuda: la blanca es para purificar; la roja para la pasión y amor; la azul para el plano profesional y por si el jefe molesta; la dorada significa poder económico; la ámbar es idónea para ayudar a gente con problemas de drogadicción y alcoholismo, por mencionar algunos.

La Santa Muerte tiene en su capilla un reclinatorio de madera con su imagen tallada y su propio rosario (un libro con portada negra).

Los señores Villasana, originarios de Fresnillo, narraron durante su visita al altar que uno de ellos es muy devoto y la “quiere mucho” por un milagro que prefirió guardar. Mientras que la señora explicó que ella respeta la imagen porque le cuida a su esposo con problemas de alcoholismo, él rezaba y lloraba ante la imagen.

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