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jueves, 9 mayo, 2024
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El amor, la noche, la soledad, temas que recupera Uriel Martínez en Lubricantes

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Por: ALMA RÍOS •

Afirma que el signo de este poemario es el del arribo a una recta final

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El amor, la noche, la soledad, las inclemencias del tiempo (del tiempo-clima y del tiempo-vida), la incomunicación, la imposibilidad, los desencuentros y los acercamientos, “incluso con Dios, porque detrás de cada ateo debe haber alguien profundamente religioso”, son temas de la poesía, que ayer se celebró mundialmente, y que recupera Uriel Martínez Venegas (Tepetongo, Zacatecas, 1950) en su más reciente poemario, Lubricantes, una edición publicada en Juan Pablos, México.

El signo de este libro, que tendrá una presentación el próximo 12 de abril en la librería café Voces en Tinta, ubicada en la Zona Rosa de la Ciudad de México, dijo Martínez Venegas, es el del arribo a una recta final.

“Yo creo que estamos en la recta final en muchos sentidos, en que la vida se nos fue, en que las ilusiones se nos fueron, y que el aliento se nos acabó. En que ya no leemos con la fiebre ni con la avidez del adolescente; libro que llegaba a nuestras manos libro que devorábamos. El paso del tiempo te va tamizando muchas cosas, muchas lecturas, muchos autores, y prefieres tener cinco autores selectos que 100 novedosos”.

En la conversación sobre la poesía, su poesía y la que le gusta o necesita leer, surge varias veces el tema de Dios, de la religiosidad o la espiritualidad con que Uriel Martínez se identifica.

“Me decía una amiga, mira, cuando a una persona le diagnostican cáncer es cuando se acerca a Dios. Así fuera el más recalcitrante ateo doble las manos. Entonces no sé si sea mi caso”.

Se considera no obstante más espiritual que religioso, “porque yo creo que hay tantos católicos como priístas, siempre a conveniencia: ‘Creo en ti pero dame de comer, dinero, despensas…dame salud, dame amor”.

Sobre ese acercamiento o ese intento de acercamiento con Dios, añade, “en algún lado leí recientemente que escribir es como una forma de oración. Yo estoy de acuerdo”, pero también en la definición de la escritura como una forma de reinventar o componer el mundo y como “una actividad de sanación del individuo”.

“¿Cuántos poetas no hemos leído que hablan de aquello de lo que carecen?, como un manco, como un cojo, como un decapitado. Y en ese sentido, es un proceso para mí de sanación, de sorprenderme de aquello que estoy expresando”.

Una sorpresa que a veces lo deja frío “porque luego uno ni siquiera es consciente de lo que va a expresar”.

Agregó que los temas siempre recurrentes en su poesía han ido imprimiéndose de forma diferente con el paso de los años.

“Sí, porque no es lo mismo el poema de desamor que escribe un jovencito de 17 a un señor de más de 60 años. Entonces aunque suene pretensioso uno ya viene de recorrer muchos caminos, uno ya viene de muchos desencantos. Ya no tenemos los arrestos de un adolescente o la estupidez de un millenial. Se ven las cosas desde otra perspectiva”.

Para Uriel Martínez escribir es una forma de desnudarse “y de mostrarte como una creatura falible, imperfecta, fea. Igual somos la imagen y semejanza de Dios, no sé si de un Dios sanguinario porque tenemos dioses prehispánicos y tenemos dioses europeos, y nos han dorado mucho la píldora. Y entonces esa fue la decisión –con Lubricantes– tomar las riendas de mi voz de escritor porque ya no hay tiempo”.

Pero Lubricantes contiene muchas facetas, un primer apartado al que el autor dio un matiz erótico convocando a José Alfredo: Deja que caiga la noche. Y una pequeña sección que actualiza a la poesía como un medio de acercamiento al acontecer del país: los ninis.

“Dicen que El Peje es nini, yo digo que en el PRI hay demasiados ninis vividores, parásitos; ninis sinvergüenzas en cualquier partido hay”.

En “la recta final” a que se refiere Uriel Martínez, no deja de lado su preocupación por México, sobre la que abunda.

“Yo creo que el error de nosotros es creer todavía en el político, confiar en las promesas, creer en un país que nos pintan a futuro cuando las juventudes están siendo aniquiladas por la violencia, por las drogas, por el alcohol”.

Recuerda aquí su propia experiencia, “yo vengo de la mariguana y el alcoholismo”, y de la autorrehabilitación.

En la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM donde estudió Letras Españolas, “la mariguana era como encender un cigarro, entre los profesores también”.

Los mentores venían de la generación del 68 “y eran nuestros congéneres, fueron soñadores como nosotros, fueron militantes de la sociedad civil cuando los terremotos de 1985” que los marcaron “como se marcan a las reses con un hierro candente”, por estos episodios de la historia como ahora ha sucedido con Ayotzinapa.

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