La situación en Grecia ha conducido a un enfrentamiento directo entre, por un lado, las elites europeas que definen el proyecto neoliberal de la UE, y, por el otro, el nuevo gobierno griego con Alex Tsipras (Syriza), entrando ya en un terreno de durísima confrontación, cuya dinámica puede desembocar en escenarios diversos.
No entraré aquí a considerar todo lo que implican los posibles –o, imprevisibles- desenlaces, de dichos escenarios, es esencial, insistiré tan solo en la llamada –realizada ya por diversos actores, de impulsar un movimiento europeo (y a escalas aún más amplias), de solidaridad con la posición expresada por el nuevo gobierno griego, que actualmente está absorbiendo toda la atención mundial, debido –sin duda- a las consecuencias -previsibles e imprevisibles- de ese pulso estratégico entre las elites del capitalismo financiarizado y los pueblos que sufren la desposesión de la parte de la renta global que históricamente habían llegado a conquistar, junto con la consiguiente pérdida de buena parte de sus derechos.
Han quedado relativamente eclipsadas, en cambio, las multiformes luchas desde abajo, que han logrado generar una miríada de iniciativas que van desde hospitales y clínicas que son defendidas contra la privatización, o que son abiertas, por personal médico y de enfermería, y administradas de manera autogestionada, o las fábricas recuperadas, los centros sociales, y los comedores comunitarios, que claramente apuntan a la segunda parte de lo que Stravos Strivides, (arquitecto y teórico de estos procesos en Grecia), apuntaba para su país, cuando propone: intervenir –o jugar- en los dos niveles, en el ámbito de la democracia representativa, desafiando sus límites, pero también, mediante formas de democracia directa (de autogobierno), que “desafíen a la democracia representativa y vayan más allá de la autoridad pública.”
Otros observadores en Grecia, han señalado que se trata de dos alternativas, la democracia relanzada por Syriza, y la de los procesos que impulsan formas de autogobierno, (ligados a un proyecto de autonomía), que comenzarán a multiplicar sus desacuerdos, y entrarán -tarde o temprano- en una disputa política de mayor envergadura.
La situación actual, con el triunfo de Syriza, es solamente un “empate” provisional, un momento para marchar juntos, pero sin perder de vista en ningún momento sus divergencias, que, vuelven -una y otra vez- a manifestarse en cada espacio y/o iniciativa concreta.
Para decirlo con Castoriadis, “la gente, que actúa para hacer algo, para crear algo (…), porque ha comprendido que ni las instituciones estatales ni los partidos responden a sus aspiraciones y necesidades. (…) y que con estos partidos nunca ocurrirá nada diferente”.
Cabe aquí preguntarnos si Syriza, o “Podemos” en España, para no hablar de Evo Morales y el MAS en Bolivia, entre otras experiencias latinoamericanas “progresistas”, cuyo ciclo según Raúl Zibechi, está en vías de agotamiento, han sido alternativas que trabajan y encarnan la voluntad de la gente para devolver a sus propias manos el control de sus vidas. O, por el contrario, dan continuidad a la separación entre representantes y representados, al abismo entre quienes gobiernan y quienes son gobernados. Existe el riesgo de ser sólo un paréntesis más o menos ilustrado/progresista, que estaría –por otras vías- reconduciendo a sus países dentro de la mundialización efectiva del capitalismo, y por ende, ser “disruptivo funcionales” al sistema, que terminará por reabsorber todas esas formas de organización que en algún momento considero como antagonistas. En este sentido, el neodesarrollismo parece apuntar hacia una deriva similar a la de la socialdemocracia.
Estas consideraciones apuntan a señalar que estas diferencias existen no solamente en un país, sino que son de hecho “universales concretos”, y tienen raíces históricas muy profundas.
En México, el (neo) Zapatismo ha sido un obligado referente, que nos debería permitir elucidar esta problemática, pero, con algunas de las experiencias impulsadas, el panorama político se polarizó, quedando relativamente aislados, o reducidos a formas de autogobierno de los pueblos indios y con tradiciones comunitarias muy fuertes (de ahí el concepto de comunalización en Oaxaca), o en experiencias, que, como en el caso de Cherán, Michoacán, frente a la violencia y la desposesión que sufre la comunidad, por parte de un capitalismo depredador y mafioso, llegan a crear -recuperando sus tradiciones perdidas- el autogobierno, o, como con la APPO, así como en otras formas y experiencias, que se aproximan a la descripción que realizaba de Grecia, cooperativas, redes de economía social y solidaria, etc.
Con el movimiento en solidaridad con los normalistas y padres de familia de Ayotzinapa, Guerrero, y con la coyuntura electoral del 2015, el movimiento -en México- del 2014, ha decantado en dos grandes tendencias: o bien, alternativas electorales, o bien, abstención y boicot electoral. ¿Podríamos, en Zacatecas, crear un espacio para “jugar en los dos niveles”, retomando lo que Stravos Strvides planteaba para Grecia? n