24.7 C
Zacatecas
sábado, 27 abril, 2024
spot_img

Esbozos

Más Leídas

- Publicidad -

Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO • admin-zenda • Admin •

Los dos tomos del libro The Structure of Social Action de Talcott Parsons son de 1937 (The Free Press of Glencoe), y en ellos se realiza un estudio detallado de cuatro autores muy diferentes que, según Parsons, describen el mismo sistema teórico desde escorzos diferentes. Parsons pretende mostrar la arquitectura de ese sistema de manera explicita y por vez primera. Los autores que estudia son: Emile Durkheim, Vilfredo Pareto, Alfred Marshall y Max Weber. Como se puede apreciar los autores son heterogéneos, y basta echar un vistazo a las obras de Marshall y Pareto para convencerse que tienen poco que ver, o nada, con Weber y Durkheim. Por un lado, el “Cours d’Economie Politique” de Pareto tiene una densidad matemática, de la que una muestra quedó para la historia en el artículo que su autor escribió para la “Encyclopédie des Sciences Mathématiques” de Jules Molk, que no es usual en lectores de Durkheim, que recaba sus datos de la etnología y los sistematiza de manera narrativa, sin recurrir a formulaciones algebraicas. Sin embargo Parsons cree ver, y argumenta largamente esa visión, un mismo sistema teórico al que denomina: “sistema voluntarista de la acción”. Toda esa discusión culminará en el libro de 1951 “The Social System” en el que se sistematiza toda la estructura teórica bajo los conceptos de “sistema”e “integración funcional”. Lo que le parecería novedoso a un economista habituado a la teoría del equilibrio general que explican Pareto y Marshall es lo que un sociólogo funcionalista formado en los escritos de Malinowski, Durkheim o Weber vería como trivial, y a la inversa, porque para Parsons la sociedad es un sistema jerarquíco integrado de funciones que persiguen un objetivo: su preservación. Y las funciones y el modo y manera de su integración es lo que permite explicar todos los fenómenos sociales. En definitiva la sociedad es un sistema equilibrado cuyos diferentes subsistemas mantienen un equilibrio que pauta las acciones de los individuos al colocarlos en diferentes posiciones desde las que cumplen una función que redunda en el mantenimiento de la sociedad. La explicación funcionalista en sociología fue a tal punto influyente que incluso Gerald Cohen en su “Karl Marx Theory of History” intentó asentar el marxismo en un funcionalismo explicito, no implícito como en la mayoría de los marxistas. El problema, y esto queda claro desde varios puntos de vista sociológicos, es la explicación del conflicto. En general el marxismo quiere ver en el conflicto un medio para un fin, i.e. existe el conflicto porque es la manera en que se da el cambio social y se llega al fin último que es la sociedad comunista y la disolución del Estado. Como se ve el fin de los conflictos está en el futuro. Los teóricos de inspiración funcionalista, para quienes ya todo está bien y por tanto el fin de los conflictos es el presente, como Daniel Bell en “Las contradicciones culturales del capitalismo”, desplegaron aproximaciones teóricas en las que el conflicto se explicaba como una deficiente integración funcional del sistema cultural –que es el sistema central en el proceso de reproducción social- en el sistema social porque generó, en los 60´s y 70´s, expectativas inalcanzables en los diferentes individuos, por ello, una integración fallida a sus “lugares sistémicos” y por ende, conflicto. Si el sistema cultural es el sistema fundamental de integración social porque es el que logra que los individuos interioricen y actúen de acuerdo a la expectativa sistémica –que es la preservación de la sociedad- entonces es en términos culturales que se da el debate sobre el cambio social. En esto hay coincidencia con marxistas como Althusser, que debilitan la “determinación en última instancia” de la superestructura por la infraestructura, para poder desarrollar una teoría de la dominación. Todo esto nos da una idea, aunque sea esquemática, de ciertas formulas que los universitarios utilizan para explicar, o fingir que explican, la naturaleza de la universidad. En efecto, para muchos universitarios la UAZ se explica por su función o funciones sociales, lo que de inmediato delata una filiación teórica: la UAZ es un subsistema del sistema educativo, que a su vez es subsistema del sistema social, y por tanto cumple una función de integración del individuo a la sociedad y de reproducción de esa sociedad en general. El punto es que algunos universitarios llegaron a creer que la integración de ese individuo a esa sociedad era a la manera del revolucionario que cambia todo, es decir, concebían a la UAZ como medio de la revolución social. Esos ánimos pasaron y hoy día se concibe a la UAZ como medio de “ascenso social”. Visión que queda impugnada por la amplitud del desempleo, así que desde ese punto de vista se puede concluir que la función de la UAZ está frustrada. Por lo tanto, ni medio de ascenso social ni medio de la revolución. Si queremos seguir creyendo en el funcionalismo preguntémonos de nuevo: ¿cuál es la función de la UAZ? Para concluir nos gustaría parafrasear a Althusser: la UAZ hoy, por sus prácticas políticas, forma ciudadanos pasivos, poco críticos y creyentes en el “hombre providencial”. Lo que significa que son ciudadanos que no asumen su responsabilidad ante los problemas. Las agresiones en la Unidad de Derecho a la planilla de un candidato parecen confirmar está opinión. ■

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -