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lunes, 6 mayo, 2024
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Insistir, pervivir, vencer

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Por: RENÉ LARA RAMOS • admin-zenda • Admin •

El tema y tiempo electoral, convocan a los actores políticos a involucrarse de distintas maneras con las elecciones, incluido el observar como ciudadano, las campañas de los candidatos para documentar y discernir el voto. En algunas de ellas serán puestos a prueba los principios que sustentan los partidos políticos o los candidatos llamados independientes, ¿de qué? si ideología portan y cultivan. Algunos repasarán los estatutos y otros estudiaran o analizarán la suscripción política particular, para saber qué ideología portan en la elección. Como actores, hacen lo que sea y se requiera para pervivir mediante las elecciones, aun cuando ocurra lo contrario: el colapso o el letargo, hasta la próxima elección. En ellas se impone una inercia o un pacto imaginario a aterrizar, entre un período electoral y otro. Pero un problema prevalece para casi todos, sean de la ideología que sea: cómo intervenir una realidad persistente y resistente al cambio, si el neoliberalismo, tan inasible y dañino para la gran mayoría, tarde o temprano, también se colapsará y ellos lo saben, no cuando.

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En la sociedad: se perderá o alargará, la oportunidad de diversificar la acción política institucional, tanto por la tendencia a persistir de la peculiar ideología partidaria como por no querer o ignorar la forma de cómo incorporar y sumar las diferencias, al fin de ir sentando, entre todos los actores políticos, con acuerdo o no, las bases institucionales para consolidar, desde la práctica, una democracia capaz de operar, lo objetivo y más deseable, con base en el respeto a las particulares diferencias ideológicas de percepción o pretensión. Las cuales, así seguirán, si no se prueban y confrontan, con oportunidad y seriedad, en un campo plural de principios y hechos, como posibilidad política alternativa, para que aflore el poder articulador de las diferencias (de sentido, de programas y actores,) quienes al dialogar, discutir y actuar institucionalmente, pueden generar mejores, más consistentes y complejos, resultados políticos, sociales, económicos y culturales para todos, como conjunto cultural – social y político, en un auténtico concierto de trabajo social y político, global, sin esperar hasta el próximo período electoral la prédica de una “verdad” que, sin el ejercicio anterior, de haber sido difundida, discutida y cuestionada como oferta política, sonará a prédica o añeja ideología. Esta apuesta sustenta cada voto, al no operar así, se pierde la opción de concretar o avanzar en democracia entre todos los actores políticos, en una lucha pacífica mediante la inclusión, en la que se respetan las diferencias, pero se debaten y se construye entre todos, lo deseable, mediante consensos, sin aplastar la diferencia, por una mayoría, que la discute y la respeta. La construcción de la democracia descansa sobre este tipo de eventualidad por construir y construida y actuante, en cada período electoral y a diario en las instancias institucionales donde se condensa e interactúa la representatividad política y jurídica obtenida, mediante elecciones, vaya insistencia, cada vez más libres y democráticas, nunca sin trabajo político, ni reglas.

Lo anterior mete en dificultades al exigir el fomento de una nueva cultura política, permeable e incluyente de aquellos (actores y) aportes, cuya particularidad consista en ser un potente auxiliar para dinamizar cambios concretos en una determinada suscripción política territorial. Lejos, por tanto, de poder sostener únicamente mediante momentáneos triunfos partidarios una continuidad institucional a la que la gente requiere y quiere ver alterada y convertida en una dinámica institucional, cultural y política generadora de diferencias, cuyo valor supremo del operar en un Estado o Municipio, sea la suma y articulación concreta y continuada de los aportes y diferencias que confluyan de manera permanente en los procesos institucionales –cada vez más arduos– para construir y operar procesos de gobiernos con un carácter cultural más propio de realizaciones plurales – concretas, sin abandonar por ello su particular ideología.

Bien se puede sostener que el ejercicio político de lo estatal exige procesar las diferencias ideológicas para suscitar cada vez más la incorporación de elementos políticos que aporten posibles diferencias de rumbo o trayectos de realización con mayor objetividad que sólo el sentimiento político o la emoción. Imprescindible para generar un más consistente y fructífero despliegue político, a favor de las diferencias, si se trata de potenciar realizar un trabajo de armonización generalizable entre los diferentes o desiguales, para apuntalar y promover una mejor vida económica, política, social y cultural, para todos: ¿unidad familiar?, región, municipio, estado o república.

Si parece utopía, tal vez no lo sea en tanto las secuencias ideológicas institucionales de gobierno, ya operaron en tiempos históricos donde con facilidad se dilapidaban recursos, dedicados entonces a favorecer reproducirse los grupos políticos y sus allegados, no tanto para gobernar con carácter institucional público y abonarle con ello a cimentar un futuro político, económico y cultural, más abierto y mejor para todos.

Con otra visión (y acción) de futuro, los resultados pronto serán diferentes. Véase al semidesierto, próximo a convertirse en desierto, hasta de gente: Salaverna. ¿Dónde están la decisión y la tecnología adecuadas para afrontar su futuro y qué futuro se dejó a los lugareños? Uno posible, ¿cuántos lugareños continuarán con sus tierras y cuántos trabajarán en las explotaciones mineras altamente tecnificadas? ¿Cuántos de ellos soportarán la enajenación o sustracción de sus tierras, por las empresas mineras o las Eolo-eléctricas? Ahora, ¿cuántos serán justa y holísticamente indemnizados por las empresas interesadas, según se ve, en intensificar y conseguir la desterritorialización de México? Empresas especializadas a nivel mundial, en depredar, no sólo metales o minerales, sino el viento, el sol y todo aquello que genere utilidad corporativa o personal, sea nacional o extranjera. Sin autoorganización, ni autoaprendizaje, ni acompañamiento especializado consistente y responsable, ¿cuánto tiempo falta para que el semidesierto pierda sus cuatro primeras letras y su posibilidad de conservación y regeneración, productivas posibles? Desde la óptica de emprender o tolerar la depredación, privados o gobierno, eso no deja agradecimientos, ni regalos, ni sobornos, todo lo contrario: impone interponer trabajos propios de una cultura distinta al depredar y a adquirir mediante el rescate y uso de valores, del trabajo y la cooperación para humana y culturalmente persistir por encima de los depredadores y sus inmediatos valores mercantiles y corporativos, nacionales o extranjeros, para poder contenerlos, activa, organizada y alternativamente. En esto serán de gran valor el trabajo y los riesgos compartidos por la sociedad, el pueblo, la universidad y el gobierno, ¿o no? ■

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