La semana pasada se realizó, como desde hace diez años, la Expo Orienta en el Campus Siglo XXI de nuestra Máxima Casa de Estudios. Según datos de los organizadores acudieron cerca de siete mil alumnos de nivel medio superior venidos de distintas escuelas de todo el estado. Se trata de un evento al que acuden escuelas públicas y privadas para ofertar sus carreras y ofrecer a los jóvenes información que les permita ir tomando una decisión referente a su futuro como estudiantes. Sin duda un evento positivo y necesario.
Traigo a colación el hecho porque resulta que luego del evento en la Universidad muchos de estos alumnos fueron llevados por sus maestros a pasar el rato al centro comercial Galerías, ahí se vio en el transcurso de la mañana a cientos de ellos. Paseaban por lo elegantes pasillos del centro comercial, observaban por las vitrinas los costosos trajes de diseñador, calculaban si podrían comprar un café, de esos de marca…al final se conformaban con tomar la selfie para poder publicar en sus redes sociales que estaban visitando el famoso y elegante centro comercial de la ciudad de Zacatecas.
¿Hacia dónde se les está orientando? La educación es mucho más que la sola transmisión de ideas y conceptos, va mucho más allá, debería ir más allá. La escuela tiene la misión de formar a la persona, de ayudarle a descubrir sus talentos y darle las herramientas para desarrollarlos, debe ser el espacio para cultivar el amor por la verdad y el empeño por encontrarla. Y no se trata sólo de ideas o ideales, sino de la vida misma, del presente y futuro de nuestra nación. ¿Qué tipo de ciudadanos se están formando? ¿Para qué se les está formando? ¿Hacia dónde se les orienta? ¿Qué valores se les transmiten? ¿Cuáles son los ideales de estos jóvenes? ¿En qué sueñan, a qué aspiran?
Los centros comerciales son el reflejo de nuestra sociedad capitalista, fruto de un sistema social y económico centrado en el confort y en el placer según la ley de costos-beneficios y en donde no tiene cabida la persona, sino como medio para obtener ganancias; quienes visitan estos centros comerciales, catedrales de nuestro tiempo, son clientes potenciales, eso es lo único que importa. El ideal de vida que se propone es superficial, se ofrece una felicidad aparente basada en una ropa fina y costosa, en un perfume de marca, en un aparato de última generación, etc. En el centro comercial se le rinde culto al cuerpo, por eso lo más importante es la satisfacción, el confort, el placer; al entrar a esa realidad todo queda atrás, ya nada importa, sino la satisfacción de todos los sentidos. Por un momento se puede olvidar la realidad y se nace la posibilidad de imaginar lo “felices” que pueden llegar a ser.
¿Hacia esta realidad se está orientando a nuestros jóvenes? Los maestros que decidieron pasar al centro comercial después de la Expo, serían conscientes del mensaje que se estaba mandando a los estudiantes. Sabrán estos maestros de la riqueza cultural e histórica que tiene nuestra ciudad, conocerán los variados museos, que tenemos y que son verdaderos pozos de conocimiento y valores, sabrán que existe un centro donde se puede sembrar en los estudiantes el gusto por la ciencia y la investigación. Al parecer no. Lo más fácil fue llevarlos un rato a que vieran todo lo que pueden comprar para ser felices. Con un ideal así el criterio definitivo para escoger una carrera será la ganancia económica. Buscarán profesiones para las que haya fuentes de trabajo y que les den fuertes dividendos.
Por qué a nuestros niños y jóvenes no se les anima a perseguir altos ideales, por qué no se les transmite confianza para que crean en ellos mismos y en sus capacidades, por qué en nuestras escuelas no se educa para que tengamos literatos, escritores, pintores, científicos, investigadores. Por qué los que a eso aspiran tienen que abandonar este país para alcanzar sus sueños y cumplir sus metas. Qué clase de educación se imparte en nuestras escuelas, qué ciudadanos se están formando.
Si no creemos en nosotros mismos, en nuestras capacidades y potencial ¿cómo esperamos que otros lo hagan? Nos quejamos de los comentarios racistas pronunciados por el futuro presidente de Estados Unidos, pero estamos formando a nuestros jóvenes para que aspiren a tener dinero y no a ser exitosos y felices. Se les transmite como valor un estilo de vida sustentado en el confort, pero no se les dice que la vida también es renuncia y sacrificio, que las cosas buenas, las que de verdad valen la pena, no llegan así nada más, sino que son fruto de una vida de arduo trabajo y entrega generosa, que un trabajo honesto vale la pena, que hay cosas más importantes en la vida que la marca de un carro, que la ropa que usamos no nos define y que la felicidad no está en los bienes que poseemos. ■
