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sábado, 4 mayo, 2024
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Nota sobre Carl Schmitt

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO •

En algún momento acontecido entre 1945 y 1946, confinado por el ejército norteamericano en un campo de internamiento, Carl Schmitt recordó la suerte de Benito Cereno en las palabras que abren su obra Ex Captivitate Salus, publicada en 1950: “Yo soy el último defensor consciente del jus publicum Europaeum, y en un sentido existencial, su último maestro e investigador, que experimenta su final como Benito Cereno experimentó el viaje de la nave pirata. A partir de ahora el silencio es apropiado y oportuno”. Sobre la obra de Schmitt el actual consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova, escribió un libro comparándola con la de Kelsen (Derecho y poder. Kelsen y Schmitt frente a frente FCE (2009) México) y Jesús Silva Herzog-Márquez le dedica un ensayo de su libro La idiotez de lo perfecto FCE (2006) México. Una amplia compilación de textos de Schmitt la realizó Héctor Orestes Aguilar en Carl Schmitt, teólogo de la política FCE (2001) México. Antonella Attili tradujo El Leviatán en la doctrina del estado de Thomas Hobbes, de Carl Schmitt UAM-A (1997) México.

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Las citas anteriores son apenas una pequeña muestra de lo mucho que se ha escrito sobre el que decidió guardar un silencio que resultó muy ruidoso. La obra de Schmitt es crítica de la democracia representativa liberal que conoció en la república de Weimar caracterizando los tiempos que corren como los de la neutralización de la política, ya que entiende que los liberales sustituyen la auténtica política, que es conflicto y confrontación sobre los elementos sustantivos de la vida humana, por discursos y circunloquios que concluyen en nada.

En otras palabras, la democracia representativa liberal es un juego de espejos en el que se dice que se cambiará todo para lograr no cambiar nada.

En México tiene ya tiempo en construcción una democracia representativa de corte liberal que sustituya al viejo régimen de partido único, y se han hecho esfuerzos para que aparezca la diversidad política nacional que estaba contenida bajo la sombra del partido de Estado. La diversidad política se manifiesta, sin embargo, no nada más en la aparición de nuevos partidos, sino en la vindicación de formas de vida radicalmente distintas de la que existe en el tiempo presente y que ha resultado como producto de una cultura nacional hegemónica avalada por el Estado.

Por supuesto que esas formas de vida son conflictivas entre sí y forman el humus del que nace la política entendida de acuerdo a Carl Schmitt: la política consiste en el reconocimiento del enemigo y en la identificación del amigo, procesos que se hacen sobre el trasfondo de acuerdos sustantivos acerca de la forma de vida común.

El Estado liberal, como supuesto gran mediador, intentará por el diálogo y el acuerdo, o por la formación de mayorías, sofocar esos conflictos mediante la promoción de valores de aceptación universal. El método para lograrlo es el parlamento, lugar privilegiado en el que se discutirá racionalmente hasta alcanzarse el consenso. Según Schmitt el consenso sobre cuestiones sustantivas no es posible, y todo parlamento está destinado a volverse irrelevante en los hechos, siendo la figura del soberano, personificado en el líder supremo, la que tiene el auténtico rol protagónico.

La crítica es justa, y puede atestiguarlo cualquier diputado: en el Congreso de la Unión las decisiones se toman por mayoría, o mayoría calificada, que se forma no como resultado del convencimiento y los mejores argumentos, sino por la votación mayoritaria formada de acuerdo a intereses preestablecidos que mantendrán y reproducirán el orden desigual, faltó de libertades y productor de pobres del presente.

Pronto nos damos cuenta, gracias a los escándalos sobre “compra de votos”, que la formación de mayorías, entre la gente que sí vota, no se da tampoco como resultado del convencimiento ideológico, sino sobre la base de intereses inmediatos. Sobre estás percataciones es elemental concluir que el cambio social a través de la democracia representativa, es muy improbable, en el límite es imposible.

Sin embargo en el espectro partidista mexicano no hay partidos que se hagan eco de las críticas de Schmitt al parlamentarismo, al contrario, todos rechazan cualquier otra vía de transformación de la sociedad y mantienen en sus discursos que todo es cuestión de que sean ellos los que logren la mayoría en el Congreso. Mayoría que no han logrado, pese al supuesto hartazgo de la gente, porque las elecciones son desiguales, sesgadas y violatorias de la normatividad electoral y asumen que, con el tiempo, todo esto se corregirá. Fuera de ese espectro partidista sí existen nichos desde los cuales se mantiene abiertamente que la vía partidaria es un despropósito, siendo el ejemplo más claro el EZLN.

Las críticas al parlamentarismo y la democracia liberal pueden parecer algo nuevo que descubre la clave de la transformación social. Pero es el mismo vino viejo del autoritarismo en odres nuevos. Las recientes elecciones para renovar el Congreso de la Unión han mostrado, con los triunfos de Morena y los independientes, que algo puede cambiar, y a profundizar ese cambio es que debemos apostarle. Transformemos el silencio del capitán Cereno en vocerío. ■

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