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viernes, 26 abril, 2024
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Nuestra derecha mexicana tiene un gran desprecio por la familia

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Por: BENJAMÍN MOCTEZUMA LONGORIA •

Me ha resultado curioso constatar que un tema muy socorrido por políticos, y por los que dicen no serlo, como el de la inseguridad, es motivo de grandes aspavientos y enormes incomprensiones. Y más me deja sorprendido cuando veo erráticos comentarios de intelectuales, que tengo por muy serios. Ellos tampoco han escapado a la ideología que esgrime la política burguesa y, en particular, la neoliberal.

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Adherido al tema de la inseguridad, el presidente López Obrador mencionó en una mañanera, muy al arranque de su mandato, que era importante el estirón de orejas del núcleo familiar a los jóvenes que incurren en las actividades ilícitas, que habría que pedirles a los padres, madres y a los abuelos intervenir en tales asuntos. “…En una de esas –señaló-, los voy a acusar con sus padres, con sus madres, con sus abuelos. Por qué estoy seguro de que ellos no están de acuerdo…”.

Qué bueno que lo dijo. Solo lamento que, al principio, pareció una frase suelta y casual, porque durante mucho tiempo no lo volvió a mencionar. Muy recientemente retomó el tema al subrayar que era muy importante que el núcleo familiar contribuya a generar condiciones de seguridad. “Nos deben de ayudar”, dijo.

Para la mayoría de los opinólogos (incluye a connotados dirigentes de la derecha corrupta, partidos políticos, medios monopólicos, intelectuales alineados y hasta de algunos que “parecen” de izquierda, o dicen serlo, etc.) estas expresiones del presidente han sido objeto de burlas, de una falsa crítica. Realmente han exhibido ignorancia y un gran desprecio por la célula básica de la sociedad.

Casi todos los “críticos” se centran en culpar al presidente de no evitar los asesinatos en manos del crimen organizado. Ni siquiera mencionan la responsabilidad que tienen los Gobiernos de los Estados y los municipios. Tampoco señalan los obstáculos que se tienen en el Poder Judicial, donde evidentemente existen funcionarios coludidos con abogados pagados por criminales para burlar las leyes, salir absueltos o se les rebajen condenas. 

Qué decir del Poder Legislativo, donde diputados de dudosa honorabilidad se desgarran las vestiduras criticando al Poder Ejecutivo de no someter (como si fuera Poder Judicial) al orden que ellos tampoco cumplen y del que son responsables.

En uno de mis artículos intitulado: “¿A quién le corresponde pacificar al país?” argumenté suficientemente que la inseguridad es un problema de todos porque sufrimos sus consecuencias y  porque es producto de la multiplicidad de factores, el conjunto de ellos la moldean y le dan forma.

La verborrea de la radio, televisión, periódicos tradicionales, la ideología de la oligarquía económica, discursos políticos de los neoliberales (PRIANRDMC), más los opinólogos en redes sociales, hacen mella hasta en “intelectuales” que perdieron el intelecto y absorben como esponja frases y conceptos ideológicos y no científicos a partir de los cuales hacen sus “análisis” y vierten sus erráticas opiniones.

Uno de los descuidos de la estrategia contra el clima de la inseguridad radica en el olvido a una organizada y sistemática operación en, y desde, el seno familiar. Una pregunta simple pudiera ser clave para mirar el papel que, en esta gran cruzada puede, y debe, jugar la célula básica:

Si la mujer y el hombre de bien tienen como origen el seno familiar. ¿Cuál es el origen de los miembros del crimen organizado? Y, por lo mismo, ¿qué factores hacen diferente el comportamiento, individual y social, a un ciudadano de otro? En la opinión del presidente “todos los seres humanos nacemos buenos y son las circunstancias sociales las que nos hacen diferentes”.

Desde esa lupa, el principal dirigente de la 4T dice que la inseguridad se debe, en mucho, a la carencia de oportunidades para los jóvenes, de quienes sólo se decía que “ni estudian ni trabajan” e insinuaban que por perezosos y malvivientes. El Gobierno actual reconoce una gran potencialidad transformadora en la juventud, pero en la ausencia de programas para ellos, los condenaba a la criminalidad. A ellos dirige la metáfora de “abrazos y no balazos”, con la que justifica una amplia política social enfocada a mostrar interés y cariño social por los jóvenes.

Pero esas circunstancias adversas para los jóvenes no se reducen sólo a las políticas públicas, sino también al funcionamiento actual del seno familiar, el cual se modifica constantemente por factores que se desprenden del modelo de sociedad que se impulsa.

Dicho de otra manera: el neoliberalismo no sólo requirió determinadas características de políticas públicas, sino que también impactaron socialmente y configuraron un nuevo rol y nuevas tareas a la familia mexicana. El mismo crecimiento del nivel de desempleo y miseria que produce la política neoliberal conduce, en automático, a un nuevo funcionar familiar. En esta materia hay mucho por explicar, mucho por entender, mucho por hacer.  

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