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sábado, 27 abril, 2024
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Repensar la “revolución”: resignificar nuestro horizonte común

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Por: RICARDO BERMEO •

Después de la “pulverización del marxismo-leninismo” (Castoriadis), a pesar de las victorias de Syriza y de Podemos, de las experiencias de los gobiernos en Sudamérica, y de otras movilizaciones de indudable importancia, primaveras árabes, indignados, mareas, Ayotzinapa…   el balance  para la izquierda, es desfavorable: derrotas sociales y políticas,  desorientación, declive histórico de los partidos postestalinistas, traición de la socialdemocracia,  aguda crisis de la izquierda revolucionaria, etc. Hasta tal punto, de que la disyuntiva  de Castoriadis, en la década de 1960, quizás vuelva a  tener cierta actualidad,  “elegir entre seguir siendo marxista, o seguir siendo revolucionario”.  Rechazando “una visión de todo (en general) desde ningún lugar”;  y generando un “conocimiento situado”.

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En México, en esta particular coyuntura,  generada por  el ciclo de luchas abierto por la movilización de los padres de familia y normalistas de Ayotzinapa, que –ahora- se superpone –“intrincándose”- con los procesos vinculados al ciclo electoral del 2015, situación que  ha desembocado  en las propuestas avanzadas a partir de dos vías, donde se plantean -con todos sus enjuegos-  las alternativas al  neoliberalismo (al régimen, y/o al “sistema”  -al menos hipotéticamente-).  Por un lado, quienes plantean la salida  por la vía electoral, por otro lado, quienes la plantean  por la vía de la “abstención y boicot electoral”,  donde  van,  desde la creación de procesos/espacios autonómicos, hasta,  entre las dos, la propuesta de un proceso constituyente ¿Cómo podríamos lograr que estas diversas vías se “desplazarán”  y re-articularán, para conseguir, desde una oposición que se oponga, dislocar el proyecto neoliberal?

Si partimos de la constatación de  que las falsas ilusiones  de progreso y riqueza, prometidas por el actual régimen (como parte “periférica” de la mundialización efectiva del capitalismo),  no  terminan –aún- por hundirse –definitivamente-  en el descredito más absoluto,  aunque  sectores de la población,  cada vez más amplios,  comienzan a  comprender –a diferente ritmo-  que las elites (y la lógica) del  capitalismo financiarizado,  producen las  desigualdades sociales crecientes,   violencia y  muerte. Según Oxfam, para el 2016, a nivel mundial,  el 1%  de la población acumulará más riqueza que el 99% restante. En síntesis, ¿qué podemos hacer?, mientras vivimos -en carne propia-, una época, donde se ha realizado, lo que  escribía Jean Ziegler hace algunos años: “la fase superior del capitalismo es la mafia”.

¿Qué tipo de acontecimientos  pueden ayudar a  crear un nuevo imaginario  social en la sociedad  actual, contribuir a superar el miedo, hoy,  omnipresente  en México (y en Zacatecas), y potenciar la construcción de  nuevas formas de organización/y /de lucha  contra las políticas de  austeridad  neoliberal,  contra el rol monstruoso de la  economía,  contra la narcopolítica, la militarización y la dictadura mediática…en otras palabras, contra  todos esos vectores cuyo entramado “instituido” nos ha sumergido en este “nuevo animal social-histórico”, frente al cual, el propio  término de “revolución”  enfrenta graves dificultades para seguir significando un  horizonte  inteligible.

Si por “revolución” entendemos el camino de la auto organización y de las luchas defensivas,  desde abajo, hasta que estas generen una  proliferación de rupturas tal,  que sean capaces de desembocar en  un régimen donde sea efectiva  la auto institución  reflexiva, lúcida y permanente de la sociedad en movimiento, que  somos.

Federico Corrientes, desde un marxismo llevado al límite, escribe, que no existe una teoría  que fije el curso -de la revolución- por anticipado, ni ideas geniales cuya difusión la engendren, o que aceleren su llegada.  “La teoría es sólo un momento necesario del carácter autocritico de las luchas, y nada tiene que ver con revelarle al “movimiento real” lo que “es”, menos todavía  con la quijotesca empresa de  “elevar el nivel de conciencia”. Pero, al mismo tiempo, “ir más  allá  de la sociedad existente, implica  el estrechamiento de relaciones entre unas luchas sociales cada vez más autocriticas y la concreción cada vez mayor de las teorías revolucionarias”.

Pensar, en lo que escribe Fernández-Savater… “el neoliberalismo lo producimos entre todos, no hay solamente buenos (nosotros)  y malos (ellos)”. Oponiendo a la mirada “estadocéntrica”,  el paradigma de la “revolución multicapas  y multicanales”, nos invita, entre otras cuestiones: a “dejar de hablar de lo que habría que hacer, para concentrarnos en lo que podemos hacer… Y, partir, no de lo que le “falta” a la realidad, para ser lo que “debería ser”, sino de las mil experiencias  existentes y en marcha, y potenciarlas, mediante un arte del encuentro, sin fundirlas, sumarlas”… etc.

Éstas (y otras) aproximaciones –quizás- nos permitan resolver  lo que Stavros Stavrides, propone para Grecia: “intervenir en los dos niveles: empujar la democracia representativa, más allá de sus límites, reivindicando  medidas contra la corrupción y la  transparencia, etc., y desafiar al mismo tiempo los límites de la representación mediante formas de autogobierno  que vayan más allá de la autoridad pública”.

¿Agua y aceite? ¿Arreglo provisional? ¿Potencial desacuerdo?: repensar la “revolución”, pasa por desatar tales nudos. ■

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