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domingo, 28 abril, 2024
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Dignidad: premisa para atender las violencias

■ La única forma decente de ejercer el poder es con generosidad; la única forma legítima, anteponiendo la dignidad de todas las personas en cada acto, decisión o política.

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Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz •

Los retos más importantes y trascendentes que enfrenta nuestra generación mantienen un hilo de respuesta que se articula y explica en la narrativa de los derechos fundamentales, y éstos a su vez, tienen una base indispensable e inherente, tanto a nivel de reconocimiento como en su garantía: la dignidad. Es el respeto a ésta la que da significado y pleno sentido a una respuesta que sea lógica, integral, discursiva y materialmente seria a problemas como la corrupción, el cambio climático, la violencia sistémica y el acelerado contexto de cambio que vivimos, de manera local, nacional y global. 

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Esta concepción es apreciable en la Declaración de los Derechos Humanos, firmada en 1948, desde su artículo primero: Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros. Como se puede observar el término “dignidad”, antecede inclusive al de derechos. Ello porque es la dignidad la base de todos los derechos humanos, no solo en teoría, en la realidad misma. Es ésta concepción, que aun cuando tiene más de medio siglo consensada y aceptada jurídica y políticamente a escala internacional, la que ha comenzado a ser demandada y exigida para ser entendida y adoptada en la realidad social, legal y cultural, en formas que solo se pueden entender desde la perspectiva de quién ha sido objeto de la expresión contraria a la dignidad: la humillación, que niega en actitudes, discurso y hechos concretos, el respeto y la conciencia de dignidad del sujeto que reconocemos como “otro”.  Es así como se puede explicar no solo las violencias más evidentes, sino también las más sutiles, y como podemos descifrar el origen de la respuesta a éstas violencias, una permanente disposición a expresar el repudio e inconformidad con dichas violencias. Lo vemos en actos tan claros como las manifestaciones de las mujeres (recientes, por cierto), pero también de movimientos de obreros, campesinos, ambientalistas, migrantes, y largo etcétera, cuya respuesta comienza con la atención, la sensibilidad y la disposición a escuchar, explicar, rendir cuentas, entender y establecer rutas de solución, no solo desde la autoridad, pues se impone en los tiempos que vivimos, una lógica colaborativa, de corresponsabilidad, apertura, transparencia y voluntad política. Los problemas a los que nos enfrentamos como especie incluso, no tendrán respuesta efectiva sin una perspectiva en los términos que hemos anotado. Sin embargo, y también hay que decirlo, el contexto de polarización no ayuda nada en ello, tampoco la desconfianza en las instituciones que parece profundizarse en lugar de acotarse. Sin las bases de credibilidad, confianza, reconocimiento mutuo y disposición para la colaboración, poco podremos avanzar. Pero ninguno de estos elementos podrá lograrse, de nueva cuenta, sin un previo reconocimiento pleno de la dignidad de todas las personas, en sus causas, sus demandas, sus posturas y decisiones, partiendo de la causa: la indignación proviene justamente como una respuesta a la violencia contra ese concepto omnímodo al ser humano que es la dignidad. 

El 8 de marzo del 2022 (hace dos años), escribí en estas mismas páginas un artículo al que éste hace eco hoy, se tituló Dignidad: la respuesta a la violencia, me disculpo por la autocita, pero la uso para reiterar la convicción de estas líneas:  La violencia, de no atenderla en clave corresponsabilidad (con el Estado, sí, pero desde nuestro ámbito personal, familiar y de comunidad), nos devorará, sí es que no lo ha hecho ya y la costumbre apenas nos permite despertar cuando su presencia es tan atroz que es imposible no reaccionar. La crisis de civilización que nos asecha requiere una respuesta histórica, social y política sí, pero sobre todo ética, en clave compasiva, solidaria, empática y humanista.

@CarlosETorres_

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