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domingo, 5 mayo, 2024
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La guerra que me contaron

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Por: Joel Flores* •

La Gualdra 602 / Historia

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El 6 de noviembre de 2023 me puse las botas y agarré mi mochila para hacer un viaje a los Altos de Jalisco junto con el ultramaratonista Sergio Vidal. Durante meses planeamos caminar y conocer la ruta donde se desarrolló la Guerra Cristera en Jalisco, gracias a los libros y artículos que habíamos leído. Nuestro objetivo era recuperar historias orales de cada lugar que narran cómo vivió la gente ese conflicto armado entre el gobierno y la iglesia, el cual derivó en miles de muertos y desplazados de manera forzada durante 1924 a 1935, si contamos los rescoldos. 

Ilda Tejeda Navarro en su museo Las Cristera, Arandas.

Algunas veces en autobús, otras caminando y unas más con la ayuda de automovilistas caritativos, nuestro viaje transcurrió desde Zapotlanejo a San Diego de Alejandría, para bajar después a Arandas y subir a San Francisco de Asís y a Atotonilco. En estas regiones, donde por supuesto están Acatic, Tepatitlán, Jalostotitlán y San Miguel El Alto, existe un notable arraigo religioso, una añoranza a flor de piel por los años en que campesinos, jóvenes activistas y algunos curas eligieron las armas para defender su libertad religiosa en contra de reformas anticlericales.

Juan Antonio Palos nos contó sobre el bombardeo a El Tolimán.
De derecha a izquierda, Trinidad González, Alfredo Jiménez y Sergio Vidal.

Historias sobre batallas, fuego cruzado en casonas entre el ejército y los pobladores, cacerías de líderes cristeros en quebradas o arroyos, martirizados afuera de una iglesia o el cerro, cuyo único pecado era creer en Dios y esconder armas o comida, misas clandestinas en la cresta del monte, reconcentraciones de grandes poblaciones en plazas públicas para romper el apoyo a los cristeros, creyentes que alzan el crucifijo para ahuyentar a las avionetas durante un bombardeo, hombres que fueron ahorcados por no portar el armisticio, como la cruel lección de un general enviado por un gobierno que pretendía vengar el asalto de un tren que pasaba por La Barca, así como la aparición de mulas cargadas de oro en la puerta de las casas días después del robo que hizo rico a un pueblo, o sacerdotes que fueron sacados del recinto religioso a golpes, punta de pistola.

 

Con la cronista Ana Rosa González Pérez de Acatic.

Estas historias, algunas desconocidas para mí, nos fueron contadas por familias generosas en la sala o la cocina íntima de un hogar, con unos tequilas al centro, en un puesto de tortas, en la plaza pública, en las faldas del monte, en una peluquería, en el corazón de un mercado, un museo emergente, la cantina, las catacumbas, la central de autobuses o en el interior de una iglesia con las plegarias de los creyentes de fondo. 

Francisco Godínez Arías nos regaló fotos inéditas de Miguel Gómez Loza.
Norberto Servín nos habló sobre la batalla de Tepatitlán.

Ya un año atrás había recorrido la ruta cristera de Zacatecas, al menos los caminos que no están tan cercados por los grupos criminales, con la idea loca de que escribir es también un acto físico y colaborativo, donde el espacio geográfico es una historia que puede ser comprendida con el sonar de nuestros pasos, y compartida con los otros como si quien la cuenta fuera un sensor que nos regala sus experiencias, un pedacito de su mundo. Estas personas son cronistas de a pie, miembros de una ciencia ciudadana que conserva y comparte datos casi olvidados, casi siempre impresos en libros de corta circulación, hechos que podrían llevarnos a entender los orígenes de la Guerra Cristera y cómo la entienden los hijos o nietos de quienes la sufrieron.

Guadalupe Romo, el cronista de Arandas, nos recibió en su casa.

La Guerra Cristera es uno de los conflictos históricos en México que ha estado en los márgenes de los planes de estudio a nivel bachillerato; incluso en unidades académicas como la de Letras, en Zacatecas, no figura como material de lectura y comprensión y, si se le integra, suele ser confundida con obras literarias de la Revolución Mexicana. En mis clases a nivel licenciatura, incluso en las de maestría acá en Tijuana, suele sorprender al alumnado cuando les comparto que en los años veinte hubo una guerra en México donde peleó el gobierno contra la iglesia, y sus sobrevivientes, en muchas ocasiones, la han nombrado la gran guerra del error, porque algunos nunca supieron por qué luchaban.

José Flores nos contó sobre los Mártires de Los Adobes.

Si el estudio de la historia se entendiera como la geología (las capas tectónicas se caminan y comprenden como pliegues históricos y discursivos), la interpretación del espacio donde se dio la Guerra Cristera nos ayudaría a descubrir por qué, casi cien años después de haber sucedido, continúa pero con otro nombre, como la guerra entre y contra los cárteles, por qué continúan las mismas prácticas sanguinarias de asesinato, desaparición de personas y desplazamiento forzado, y por qué en lugares naturales (cerros, quebradas y valles) de Zacatecas y Jalisco, emerge el vórtice de maldad como si de una maldición cíclica se tratara. Expreso mi gratitud con estas palabras y fotos a todos los preservadores de la memoria comunal de la Guerra Cristera en Jalisco, por ofrecernos su conocimiento cuando caminamos los terrenos de la historia.

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_602

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