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martes, 7 mayo, 2024
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El nuevo coro: “la izquierda dividida-siempre será vencida”

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS •

Es legendario el sectarismo de las izquierdas. Desde su inicial participación electoral en los 70, se dividió en izquierda electoral y social. La segunda se oponía a la participación en los procesos electorales y acusaba a la primera de hacer el juego a la “democracia burguesa”.  Al pasar los años y cuando el imaginario de la Revolución fue sustituido por la democracia radical, la llamada izquierda social se fue incorporando a la lucha electoral. El paso del  Socialismo a la Revolución Democrática, indica la transformación ideológica que sufrió la izquierda en el mundo. Para convertirse en electoralmente competitivos los socialistas hicieron alianza con la fracción nacional-democrática del PRI, cuando este último fue invadido por los tecnócratas neoliberales. Así nace el PRD. Los objetivos programáticos se definieron en función de la oposición al neoliberalismo naciente en México: evitar el despojo de la riqueza nacional, conservar la protección de la producción económica interna, urdir la igualdad social y abrir los canales de la participación democrática a las diferentes capas y sectores sociales. En cuanto esta opción política tomó cuerpo, el salinismo apoyó a una parte de esa izquierda social que se incorporó a las elecciones para provocar su división  y así fundó el Partido del Trabajo; al cual se le dotó de enormes apoyos económicos por vía del programa de Solidaridad. Esa es la primera división significativa en la misma meta de inicio de la izquierda electoral competitiva en México. Después, con el método de las fracciones o tribus al interior del partido del Sol Azteca, se estimuló la lucha interna sin que mediara proceso ideológico alguno, y con ello, dominó la competencia que perseguía posiciones de poder como fin en sí mismo. Se desfonda la vida intelectual y programática interna del PRD, lo cual corresponde al blanqueo general de todos los partidos políticos existentes. Así las cosas, ahora sobreviene un proceso de división al interior de la izquierda pero por motivos distintos a los años 70: móviles pragmáticos en la persecución de puestos en el poder político. División por grupos de interés.

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Ahora estamos en el inicio de un nuevo ciclo: si quiere crecer, la izquierda está ante la exigencia de construir un programa muy claro de rescate nacional y de impulso decidido de la igualdad social, que es justo lo que puede dotarla de identidad (en lo cualitativo); y en lo cuantitativo, el mensaje de los números es contundente: juntos los partidos de izquierda son competitivos, y separados son un fracaso. Todos. Luego entonces, se debe acordar un programa mínimo para los diferentes escenarios futuros (gubernatura, municipios y Legislatura local) y decidirse a darse reglas para coexistir en planillas y candidaturas de unidad. Si no se aprende de la experiencia, las derrotas seguirán ocurriendo y el neoliberalismo avanzando; y ahora este último ya no sólo ira por el petróleo, sino por el agua y la educación pública. México requiere una izquierda fuerte en planteamientos programáticos y en fuerza en las urnas que haga posible un modelo económico alternativo. De lo contrario, la inefectividad política carcomerá la esperanza de este país. En las marchas de reivindicaciones sociales, se coreaba “el pueblo, unido, jamás será vencido”; ahora, la siniestra pedacería partidaria deberá corear: “la izquierda- dividida- siempre será vencida”.

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