19.7 C
Zacatecas
viernes, 3 mayo, 2024
spot_img

El show del Congreso

Más Leídas

- Publicidad -

Por: E. ANDREA ROBLES G. •

Nos han acostumbrado a creer que nuestra constitución, nuestras leyes, los tratados internacionales, las instituciones, son el clímax de protección y garantía de derechos fundamentales; que el texto publicado en 1917 es un ejemplo de carta magna para el mundo y que la incorporación en la letra constitucional de ciertas demandas históricas es motivo de orgullo para todo mexicano. Si bien el logro revolucionario que permeó el proyecto constituyente es digno de recordar, pues tampoco se puede negar el hecho de que la incorporación de artículos como el 3, 27 y 123 no es una idea gestada en el congreso redactor de la constitución. La escritura de dichos artículos no es más que el reconocimiento del triunfo de una lucha armada que se extendió por casi una década a lo largo y ancho del territorio nacional.

- Publicidad -

Los aplausos para tan ejemplar texto legal, han sido encaminados a la persona equivocada. La constitución no es éxito carrancista, muy por el contrario es una herida permanente en el pueblo mexicano. La carta magna no es motivo de festejo, sino de conmemoración, porque detrás de cada letra hay un sinfín de caídos, muertos y torturados.

Ahora bien, en el año del centenario de su promulgación, la propuesta de una nueva redacción, de un nuevo congreso constituyente no suena descabellada. En el plano más transparente posible, la constitución y todas las demás leyes que le dan operatividad al magno texto, está siendo resguardada  -o mejor dicho ultrajada-  por individuos que poco o nada conocen de constitucionalismo. El congreso abusando de su naturaleza representativa ha albergado en los últimos años a lo peor de la élite intelectual y académica, pero a lo mejor de la clase política. La concepción del legislador representante del pueblo y de las entidades ha caído no sólo en la corrupción del principio, sino que la tarea legislativa es quizá una de las menos honrosas de hoy día.

Los congresos en general han caído en una simulación irrisoria. Las entrevistas y declaraciones que evidencian al legislador como un actor que desconoce la materia prima de su trabajo (no sólo en el numeral sino en el fondo del asunto) se han hecho más corrientes que comunes. Un acto tan grotesco y normal al mismo tiempo, que más que provocar indignación en los representados, ha pasado a ser un reallity show más de fácil  -pero entretenido-  consumo.

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -