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domingo, 28 abril, 2024
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Zacatecas: la recuperación de la esperanza

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR •

  • Historia y Poder

Ése era el problema: que muchos regresaban al sótano del olvido, la pesadumbre, la melancolía y la desesperanza.

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El fatalismo, el suicidio, el destierro forzado o el mismo exilio.

Y es que no era para menos: las revoluciones sangrientas habían sido traicionadas, los ricos siempre arribaban al poder tras una campaña de mentiras y amenazas, los militares se ponían muy diestros y nada frágiles para cumplir órdenes de acatar leyes y caprichos de reprimir y encarcelar a la juventud sedienta y decidida por la justicia popular, los universitarios se acomodaban muy explícitos en puestos que les permitían holgazanear, los partidos enriquecerse, los intelectuales callarse por unas monedas.

Sucedió  un tiempo que los tribunales populares fueron más agresivos y pusieron las cosas en su lugar: las asambleas municipales y sus regidores y sus nuevos presidentes comunales contribuyeron a que las ciudades zacatecanas hubiera el orden necesario para que el pueblo  irrumpiera  en el comercio, la cultura, el deporte y que la vida civil no tuviera la antigua arrogancia de corromper y corromperse con la basura del derecho de casta y de herencia, con la ignominia que edificaba  explotar o esquilmar a los más necesitados.

Y en la historia de nuestro querido estado tenemos una riqueza de ejemplos y hechos concretos en donde aún perdura cierta eficiencia y rasgos originales que nos ha hecho un singular pueblo que sabe leer y actuar con sus derechos ganados y retomados con orgullo.

Diferir siempre fue nuestra esencia y se elegía a los más capacitados y aptos para no robar ni dejarse llevar por debilidades.

La historia de los presidentes municipales de nuestra ciudad está por descubrirse en lo que fue la trampa, el saqueo vil, el capítulo más hostil y cantinero, pero también, el más emocionante episodio en el origen de nuestras ciudades y barrios en que se recuperó siempre la esperanza exigiendo limpieza y libertad, decoro y eficiencia, respeto y el contagio de ese entrañable estilo del pueblo zacatecano de compartirse aclamando cesara para siempre el vil crimen de estado de ser indolentes como servidores públicos.

En mis visitas al magno Archivo Histórico Municipal pude ver, captar, anotar, fotografías, miles de documentos donde los munícipes, sus jerarcas, sus indolentes o valientes presidentes municipales enlistaban toda una querencia o dolencia por la ciudad llena de códigos, reglamentos y leyes urgentes para detener en algo los desmanes ancestrales de la miseria de los pueblos zacatecanos y uno o se asombra o quiere más con la estima a este pueblo que es parte de mi país al que siento con entrañable amistad y buena sombra. ■

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