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viernes, 26 abril, 2024
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El gobierno que nos merecemos

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Por: MANUEL ESPARTACO GÓMEZ GARCÍA •

El gobierno es la parte integrante más importante del Estado Mexicano junto con la población y es la población de la que emanan los titulares de los poderes, podríamos decir que el gobierno es fiel espejo de su pueblo, pero no siempre, la sociedad tiene el gobierno que merece. Pero entonces, ¿a qué nos referimos cuando planteamos este concepto?
En una democracia –no hay democracias a medias, desde mi punto de vista- el pueblo o la sociedad o la ciudadanía tienen la misma posibilidad de decidir derivado de un análisis profundo e informado, quienes han de ser sus representantes y futuros gobernantes. Sin embargo, en México, la democracia es apenas un esbozo o un ejercicio del deber ser. Sostengo esto porque vivimos en un país sumamente desigual, marginal y marginado, con cada vez más pobres y más ricos, menos clase media y un nicho electoral muy interesante para convertirlo en clientela. De tal suerte que si siguiéramos la línea de los más críticos al modelo tradicional de gobierno, quienes sostienen que el gobierno nos quiere ignorantes para manipularnos, como da testimonio Sartori en su libro Homo Videns, suponemos que las políticas públicas implementadas por el modelo económico preponderante y único válido pero despiadado en la modernidad, como lo es el capitalismo y su brazo armado el neoliberalismo o libre mercado, no son precisamente para acortar la brecha de desigualdad y para acabar con la disparidad, sino que por medio de la desinformación y la miseria no solo las ve el gobierno como una condición, sino como una oportunidad de hacer clientela.
Luego entonces, la desinformación hace evidentemente, una sociedad que no tiene en su conjunto las herramientas necesarias para tomar las mejores decisiones a partir de las premisas de igualdad que hemos planteado. Un ciudadano de la capital del país no tiene, además de la misma nacionalidad y el territorio, ninguna semejanza que un habitante de una comunidad indígena o de un trabajador de algún cinturón de pobreza de las grandes zonas conurbadas del país. Es aquí donde los nichos u oportunidades electorales se hacen presentes y desde hace décadas se diseñan programas asistencialistas que benefician a la clientela para empadronarla y condicionarla ilegalmente a votar por determinado proyecto político. Si no se hace algo en lo inmediato, todo parecería que estamos destinado al fracaso, al olvido y a la degradación del país a tal grado de tener más similitudes económicas y de crecimiento con centro américas que con norte o algunos países del sur del continente.
Quiero dejar claro que este espacio que amablemente hospicia La Jornada Zacatecas, me ha dado la libertad absoluta de escribir sin la presión de línea editorial alguna, sin embargo, no me amparo en esta libertad para escribir mis opiniones, que son siempre y en todo caso, a título personal. Dicho lo anterior, quiero decir que siempre he criticado y reconocido, durante toda mi vida cualquier error o acierto del gobierno o gobiernos en turno y prueba de ello es mi huella digital a lo largo de varios años, por lo que de ninguna manera existe dolo, solo crítica fundada, creo yo.
Los programas sociales sirven, de eso no hay duda, pero si no se tienen ambiciosas metas que puedan medirlos para darles seguimiento y mejorarlos, solo servirán como un bálsamo ante un cáncer, que padecen los más vulnerables de este país, por ello hay que decir que mientras no se combata a conciencia la brecha de desigualdad no podremos tener una ciudadanía como tal, como concepto, solo tendremos una población diametralmente distinta y así será su visión y su criterio personal y subjetivo para evaluar todo lo que pasa en el país.
La solución es hacer ciudadanía y lo he venido diciendo durante mucho tiempo. Pero la evolución social y sus logros, como lo son el reconocimiento a derechos y libertades no son graciosas concesiones de los gobiernos, ni tampoco han llegado como por arte de magia, han costado vidas y se han cocinado en la lucha de muchas generaciones de mexicanos, por lo que igualar paulatinamente esta sociedad es tarea de todos y comienza con la concientización de las desigualdades que vivimos, con la empatía entre todos, pero particularmente con los más desfavorecidos, con la acción que como mexicanas y mexicanos le pongamos a la solución de los problemas comunes sin esperar a que lo resuelvan los gobiernos, que si bien son su obligación, hay que reconocer que el gobierno está rebasado. Es un absurdo que el gobierno no reconozca que hay zonas del país que se han salido de la tutela del Estado, esto no solo es peligroso, sino que es temerario y como no hay espacios vacíos que no se llenen a la brevedad, deben ser os ciudadanos los que lo hagan.

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