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martes, 7 mayo, 2024
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2016: Creación política democrática y candidaturas independientes (parte 1/2)

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Por: RICARDO BERMEO •

El 2016 ha llegado cargado de candidaturas independientes. Después del triunfo de Jaime Rodríguez (El Bronco), y del joven legislador de Jalisco. También en Zacatecas, hemos tenido un número considerable de registros de aspirantes a candidatos  independientes. Y, sólo por hacer memoria, en las elecciones municipales anteriores, tuvimos ya los primeros gobiernos municipales resultantes de este tipo de figuras.

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Junto con las cuestiones de interés relacionadas con la creación política, tales como el surgimiento de un movimientos democráticos como el de “los indignados” a nivel global, o el del zapatismo en México, etc., o también, el tipo de creación política vinculada a algunos triunfos electorales, Grecia, España, etc.

En general, en ambas vertientes, se pueden señalar varios puntos que abren la interrogación: ¿Por qué precisamente tales transformaciones suceden en estas sociedades, y no en otras, donde existen “realidades” tan parecidas? O en las cuales se detectan la existencia de similares tipos de factores estructurales: crisis, desempleo, precarización, políticas neoliberales, desigualdades sociales crecientes, etc.

Entonces, en la medida en que la creación política se encuentra sumergida en el mundo socialhistórico -de una manera densa-, de ello se deriva, la masiva existencia, ya sea por creación, cuando no existían con anterioridad, o bien, como tradiciones (re-creadas), con las cuales se reconocen los protagonistas de la transformación en curso. Es esa creación de un conjunto de “intangibles”, o de valores, de comportamientos, de instituciones… emergentes, las que finalmente hacen posible -o no-, que la historia en curso, puedan llegar a tener desembocaduras que sólo la imaginación política creadora puede ser capaz de alumbrar.

Cuestiones por elucidar. Es el desconocimiento de esos modos de ser propios de la creación humana, los que por mucho voluntarismo que se invierta… en innumerables ocasiones, nos conducen hacia fracasos rotundos. No es simplemente copiando lo que funcionó allá, en tal situación socialhistórica, lo que nos garantiza que “prenda” con suficiente fuerza acá, o que pueda replicarse como si se tratara de una cuestión “técnica” -de una receta-, llevándonos, por el simple hecho de seguir las reglas de operación, en “caballo de hacienda” hasta lograr la realización de esos cambios en profundidad por los que tanto se ha luchado: enunciados en la tríada de “libertad, igualdad, fraternidad”, para sólo evocar ese referente.

Pero, junto con esas aristas, es necesario -también- profundizar la reflexión sobre la otra cara de la creación política, la del colapso de los regímenes políticos instituidos.

En este sentido, tenemos frente a nosotros ejemplos que tienen una enorme significación socialhistórica y geopolítica. En América Latina tal vez sea el de Venezuela un caso actualmente de especial relevancia, (ciertamente no es el único país, el debate sobre el fin del ciclo de los gobiernos progresistas en Sudamérica, sigue abierto).

Los errores están aquí a la orden del día, tanto los cometidos cuando desde una perspectiva marxista –ortodoxa- se pretende defender lo indefendible: el régimen realmente existente de la llamada “revolución bolivariana”. Debería ser evidente –a estas alturas- qué esa posición teórico-política se encuentra cada vez más asociada al dogmatismo-, de ahí la urgente necesidad de nuevos paradigmas teóricos y políticos.

La derrota electoral del gobierno de Nicolás Maduro, la instalación de la Asamblea Nacional, donde se ha invertido la relación de fuerzas políticas; la heterogénea constelación que tenía la hegemonía, mal designada como “Chavismo”, ha pasado a ser minoría. Mientras que la oposición, ubicada como la “derecha”, con la marca de Unidad y Cambio, ha pasado a ocupar dos tercios de la bancada del Parlamento Venezolano.

La burocratización y el ejercicio del poder estatal –económico, mediático etc.,- en la fase actual de mundialización efectiva del capitalismo, se encuentran articulados de una manera consubstancial, con la corrupción y la impunidad. Esa nefasta realidad ha sido gestionada de manera muy diferente por la oposición al régimen encabezado por Maduro; la derecha parece haber asimilado con mayor astucia las lecciones de la historia reciente. Mientras que, aquella combinación omnipresente en el panorama contemporáneo, ha sido fatalmente manejada por el gobierno venezolano actual, provocando –finalmente- la debacle en curso. Atribuible principalmente a los errores internos, no al “gran otro”; si bien, todos esos gravísimos errores, fueron aprovechados y amplificados por poderosas fuerzas externas e internas. Es esa “confluencia perversa” la que empuja al “descarrilamiento” del régimen; combinación propia de una realidad absolutamente tóxica que ha minado las bases sobre las que se levantó el régimen bolivariano.

Los movimientos democráticos “desde abajo” deben re-inventar nuevas formas de relación entre la horizontalidad y la “verticalidad”, sin quedar atrapados en el sistema político-representativo. Abrir brechas en el verticalismo, sin reproducir las perspectivas estadocéntricas. Necesitamos generar las herramientas propias de una creación política democrática radicalmente innovadora. De nada sirven las candidaturas independientes, ni los gobiernos de izquierda, si no cambiamos nuestros parámetros y paradigmas.■

 

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