En el ámbito artístico-cultural el hostigamiento y acoso sexuales “sí se dan y se dan mucho, principalmente cuando eres más jovencita y vas entrando al circuito artístico”. Habla Claudia Córdova de su experiencia.
“Creo que sí es un ritual de paso de todas las artistas, que es un ritual horroroso, pero a todas nos ha pasado”.
El acoso y el hostigamiento sexuales impiden el desarrollo profesional de las mujeres, les implica dejar de ingresar a talleres o cursos “por miedo a tus compañeros artistas, por evitarte un problema o un dolor de cabeza”.
Si la reacción a un acoso callejero muchas veces es hacer “como que no escuchas y te vas”, ese “te vas, es mucho más literal y generalizado de lo que se piensa” socialmente. Implica la renuncia y aun la deserción del arte.
Claudia Córdova, artista visual, recuerda que trabajando en un despacho de arquitectos su jefe quiso besarla. Ella renunció a su trabajo “porque era su empresa, porque no podía hacer nada”. Dejó el empleo sin pelear o decirle algo, “simplemente me fui, renuncié, dejé ese espacio”.
Relata que a los 19 años o 20 años, edad en la que iniciaba su formación artística, el conocido y reconocido artista Chucho Reyes llegó ebrio al taller y le agarró un seno.
“Estás acostumbrada a no decir nada”, a reaccionar a veces con una risa nerviosa o a hacer, reitera, como que no pasó nada. “Pero la verdad si me volviera a pasar por lo menos haría un escándalo de eso”.
El ambiente es parte de los elementos que retraen a las mujeres de reaccionar de otra forma, de defenderse.
“Hay mucha gente que de palabra está de acuerdo en que no está bien y aunque todo mundo sabe que está mal lo que hacen estos artistas, los grandes maestros, pero también los jóvenes artistas, siguen estando en los eventos, exponiendo en los museos sin que nadie les diga oye, no hagas un escándalo, oye cálmate. Nos dicen a nosotras”.
“Siguen siendo los maestros, siguen siendo los artistas, siguen siendo los grandes genios y le agarran las nalgas a las jovencitas y no hay quien les ponga un alto o quien los vete de su galería”.
En el ámbito de las artes plásticas y visuales y en general en el arte, se establece una relación muy específica con el cuerpo de las mujeres.
Claudia Córdova trae a colación la denuncia que en los años 80 hizo Guerrilla Girls acerca de que en el Museo Metropolitano de Nueva York un 80 por ciento de los desnudos eran femeninos, pero solo el 3 por ciento de las artistas expositoras eran mujeres.
La mujer en el museo es un objeto “de belleza, de culto, de admiración, de apropiación”, no es una productora de esos objetos “que al final son parte de nuestra vida simbólica. Y si nuestra vida simbólica dice que las mujeres son para verse, para admirar, su cuerpo, para verle las tetas pero no para hacer arte, entonces tenemos un gran problema”.
Por eso es importante la inclusión de las mujeres en este ámbito, pues ya no pueden jugar un papel pasivo mientras son otros los que representan su cuerpo, su erotismo o su manera de vivir, observa.
Las mujeres no pudieron dibujar desnudos hasta entrado el siglo 20; antes se dedicaron a las artes decorativas, a representar bodegones, flores, naturalezas muertas, mientras los hombres recreaban “las grandes historias”, dice.
Los entes simbólicos como la Venus, o las representaciones de la Justicia, la Victoria, la Libertad, sempiternamente mujeres desnudas, fueron dibujadas o esculpidas por varones.
Así fue con las grandes historias épicas, los grandes discursos, pero también había diferencia en el tamaño de las obras.
“Evidentemente ha habido una exclusión de la mujer en el arte y hasta el siglo 20 empezó a repuntar. Y eso se lo debemos al feminismo”.
Una primera y segunda olas del movimiento produjo que las mujeres pudieran ingresar a las escuelas, las universidades, también para estudiar arte. Y que pudieran usar su cuerpo.
Hoy un performance donde una mujer se desnuda es algo que puede verse “muy normal”, pero apenas fue posible en los años 60 con la liberación sexual, “si las mujeres no podían ver desnudos menos desnudarse en público”.
“Estos cambios han costado muchas vidas, muchas desgracias, y desencantos a las mujeres artistas (…) De por sí es una profesión de aguante, de pulmón y de tener la piel bastante gruesa”.
Claudia Córdova también se acusa de no ser solidaria con sus compañeras, “de permitir que se fueran, de no haberle dicho a sus acosadores oye, calma. Tendremos que aprender a defendernos nosotras y a ser solidarias”.
Desafortunadamente esa defensa propia y colectiva “se va aprendiendo”, dice. Utilizando un término feminista agrega, vamos “descolonizándonos”, interiorizando que muchas situaciones se soportan pero no son agradables.
Las mujeres están educadas a soportar, a huir o callarse, a hacer como que les da risa o que no oyeron, cuando sufren acoso y hostigamiento sexuales.
En cita a la escritora Virginia Woolf, quien decía que una mujer necesitaba 500 libras al año, lo suficiente para obtener comida, ropa, zapatos, pero también “una habitación propia” para crear, Claudia Córdova agrega que las mujeres, también las artistas, “necesitamos luchar por los espacios, no solo en la casa, en el trabajo, y en el arte”, sino más allá de estos ámbitos físicos, por los que implican el respeto a sus cuerpos y a sus vidas.
“Yo soy una profesional del arte, me ha costado sangre poder decir eso. Yo me dedico al arte y vivo del arte, como puedo. Y mi estudio es una mesa en la sala de mi casa, una mesa y un banquito”.