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viernes, 26 abril, 2024
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¿Calumnia, que algo queda?

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

“Desde que existen los cobardes, existen los anónimos”, me dijo un experimentado periodista en días recientes cuando le preguntaba si el clima político que ahora percibo era habitual.

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Tiene razón, la única diferencia es quizá que ahora además tienen el potencial de convertirse en virales.

Lo había visto ya en días anteriores, valiéndose de la imagen de “Anonymous” y con frecuencia aderezados en tonos alarmistas, han surgido vídeos que pretenden desprestigiar a algún actor político sin más evidencia que la especulación, razón quizá por lo que no se elige entablar denuncias en las fiscalías, o cuando menos exponerlas de frente, en conferencias de prensa.

A falta de elementos, se opta mejor por tres minutos de vídeo, y una amplia gama de bots que se encargan de hacer el daño deseado, o cuando menos el posible.

No faltará quien caiga en la trampa. Es la ventaja de la calumnia, que cuando no mancha, tizna.

Hasta ahora, el tema central de esas publicaciones eran la corrupción o el enriquecimiento ilícito, y los protagonistas los actores políticos. Pero la semana pasada, vimos un giro y surgió en el mismo estilo la acusación a un periodista por cometer supuestamente delitos sexuales.

No es menor. En tiempos del “me too”, y de un generalizado “yo sí te creo”, el tipo de acusación es muy grave, y expone hasta la integridad física del acusado.

Aunque es objetivamente inverosímil para quienes le conocemos, sería explicable y comprensible que quienes no tienen ni siquiera leve cercanía con él, puedan cuando menos confundirse, si no se analiza la publicación y su contexto:

Por principio, es destacable que el señalamiento surgió en una de esas páginas anónimas de las que nadie asume de forma pública responsabilidad alguna.

En segundo lugar, es notorio que la publicación carece de evidencia alguna, ni capturas de pantalla, fotografías, números de expedientes, testimonios, ni nada.

Tercero, tampoco la acompaña ningún colectivo feminista, ni asociación o grupo organizado. Menos aún familiares de víctimas, o representantes legales de las mismas.

Cuarto, la acusación se da luego de que el periodista en cuestión publicara trabajos periodísticos de presunta corrupción.

Y quinta, la publicación fue respaldada y difundida por bots o cuentas de reciente creación, con publicaciones coordinadas y coincidentes.

Todo apunta pues, a una estrategia premeditada de la que hasta ahora se desconoce la autoría, pero cuya urgencia por conocerla debería ser generalizada.

Un clima social así, a nadie conviene; ni a los consumidores de los medios de comunicación, ni a los periodistas que trabajan en ellos, y tampoco a la clase política que suele protagonizar estos espacios, y menos aún a la clase gobernante.

A los primeros les sesga en un sentido o en otro la información a la que tienen derecho; al segundo les dificulta su labor, más de la que lo hace los salarios precarios, los pagos a destiempo, los obstáculos materiales y el clima violento en el que se desempeñan.

A quienes gobiernan conviene menos que a nadie.

Si no es posible probarle la acusación al periodista, sólo se provocará que los interesados en el tema visiten su sitio de internet, lean o relean sus investigaciones, para ver si en ellas encuentran los nombres de los posibles autores sobre los cuáles especular.

Esto se agrega, además, a la polvareda que había levantado ya la declaración de principios de la semana del gobernador, quien señaló que algunos medios de comunicación se habían convertido en promotores de la delincuencia organizada, lo que le conllevó exigencias de disculpas o aclaraciones de varios periodistas locales, y algunos nacionales, como el reportero Humberto Padgett del equipo de Ciro Gómez Leyva.

Pero reitero, ese clima social, no le ayuda a nadie. Ni al periodista porque la vocación no conlleva la de ser mártir, ni a la causa que no puede ser utilizada con fines como los que aparenta esta situación, ni tampoco a quienes podrían parecer beneficiados de esto, porque es fácil para un aliado o adversario imitar la operación ya sea para “ayudar” o perjudicar al supuesto favorecido de la circunstancia, con el costo que tarde o temprano llega a esto.

Urge la investigación y aclaración de esto.

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