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viernes, 26 abril, 2024
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El origen de la resurrección

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO •

Ahora, en estos días en los que recordamos a nuestros muertos, y meditamos inevitablemente en la muerte, revisamos el origen de nuestras creencias. En el caso nuestro, los comentarios más numerosos sobre los diferentes componentes de la tradición los lleva la parte mesoamericana y los agregados coloniales. Sin embargo, las creencias que vienen del cristianismo, y de éste a su vez, los que llegan del horizonte griego o judío, son mucho menos numerosas, pero no menos importantes. Ahora mismo comentaremos una de esas partes que constituyen uno de los dos núcleos de la esperanza de vida post-mortem al interior del cristianismo: la idea de la resurrección. Que en su momento es distinta (y hasta en ciertos aspectos, contrapuesta) a la idea de inmortalidad del alma.

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En el mundo judío se parte de un supuesto esencial y opuesto al griego: este mundo no ha existido siempre ni es eterno, sino que es finito y fue creado por Dios. Creado desde la nada y con un sentido específico. El mundo tiene un sentido que le dio la creación. Ahí está la clave de la realidad del espíritu: es la posibilidad de exteriorizarse y generar sentido. Y el hombre heredó esas posibilidades. Puede generar una realidad más allá de los límites de su corporalidad a través de su acción, y con esas acciones mutuamente conectadas se genera una realidad diferente a la carnalidad y que constituye lo que somos: el sentido. Lo que a su vez, muestra la tercera posibilidad de la realidad espiritual: la auto-posesión. La posibilidad de que yo pueda ser mío o ser libre. Y la relación entre exteriorización y auto-posesión constituye la compleja entramada del sentido que damos a nuestras vidas. Entramada que nos convierte en seres históricos. Por ello, podemos decir del judaísmo que es una religión de la historia, a diferencia de las tantas religiones de la naturaleza. Dios se manifiesta en la historia (contingente), y sus libros sagrados son eso: historias donde Dios se hace manifiesto. En el mundo griego, por el contrario, la divinidad está en la rueda de la naturaleza, y su atributo esencial es lo inmortal y lo que nunca cambia.

La creencia de lo que pase después de morir, depende de una idea previa, la forma en cómo esté constituido el hombre. En el caso griego, el hombre es un compuesto de alma y cuerpo; y por ello, la muerte se comprende como la separación de esos compuestos, y la esperanza postmortem es la inmortalidad de esa alma. En el caso judío no es así. El hombre no es una constitución dual, sino es UN hombre animado por el soplo de vida de Dios y con una misión sobre esta vida. Y antes que surgiera la idea de resurrección, se comprendió la muerte como el retiro de ese soplo que desaparece al hombre, y manda un resto de ese soplo al Sheol, a un lugar de meras sombras. NO hay manera de estar vivo sin cuerpo. Este pueblo tuvo una visión muy pesimista de la vida de ultratumba. Así, es esencial saber, ¿cómo surgió la creencia en la resurrección?

La noción que dio origen a la creencia en la resurrección es la de justicia. Los judíos, creían que este mundo era una exteriorización creadora de Dios, que tenía un sentido, y el cual no podía ser sino la justicia misma (campamento del espíritu de Dios) Pero también observaba lo que dejó patente en libros tan oscuros como el de Job: el hombre justo está lleno de tribulaciones, junto al impío o corrupto que disfruta de los bienes de la tierra. El contexto en el cual se expresa la idea de resurrección (como una segunda creación desde la nada), es muy expresivo: persecución y muerte para los justos del pueblo de Dios, en Macabeos y Daniel. Además, observa que la justicia (como retribución divina) no ocurría pre-mortem, los justos morían sin que se les haya retribuido su bondad. Entonces, con ayuda de la idea egipcia del juicio, creyó que la retribución divina sería post-mortem, la cual no podía ser otra, que los justos regresaran de la muerte a disfrutar de los bienes de la creación, mientras los opresores e impíos se quedaran perdidos en la nada de su muerte. Así las cosas, la resurrección es un acto de justicia, con el cual Dios regresa a la creación a su original equilibrio. La opresión es producto de la desobediencia, y a través de la cual llegó la misma muerte. Por ello, son los grupos apocalípticos los que difunden más la creencia en la resurrección: una forma de mantener la esperanza de los hombres frente a la injusticia permanente. En ella, el opresor terminará en la nada y el justo recibe en herencia la tierra y el bienestar de sus descendientes. Y regresar a la vida significa volver a tener su cuerpo. Nadie puede estar vivo y disfrutar de la creación de Dios si no recupera su carnalidad. El hombre vive por el soplo de Dios en su cuerpo, que luego actúa y reproduce en la historia el sentido de ese mismo espíritu. Es el segundo significado de la resurrección: la realización del proyecto de Dios al final de la historia. Muy diferente creencia a las influencias helénicas que se fueron mezclando y tomando hegemonía, sobre todo al interior del cristianismo. ■

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