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domingo, 28 abril, 2024
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Moacyr Scliar. Ah, la ficción, esa cosa sin control

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Por: Mauricio Flores •

La Gualdra 351 / Libros / Op. Cit.

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La obscuridad […] ¿no es eso? La obscuridad. Es obscuro, el texto. Yo lo sé. Así son todos mis textos, obscuros. Por eso tengo problemas para publicarlos.

Franz Kafka

Un equívoco, presencia infaltable de toda existencia humana, llevará a Ratoncito, personaje central de la novela del brasileño Moacyr Scliar (1937-2011), Los leopardos de Kafka, a viajar hasta tierras checas en busca del gran escritor.

Un Franz Kafka con quien se encontrará, tras viajar no sin pocos avatares desde su natal Porto Alegre, e intentar poner en claro el texto antes signado por el autor de La metamorfosis en sus manos (Leopardos irrumpen en el templo y beben hasta el final los vasos sacrificiales; eso siempre se repite; finalmente, se vuelve previsible y es incorporado al ritual) y que Ratoncito supone condensa algo muy importante en la lucha por la emancipación de los pueblos.

Y es que Ratoncito es de izquierda, de esa férrea y dogmática expresión de los años veinte latinoamericanos que inauguró un compendio de rituales participativos más cercanos a la frustración y la derrota —similar a lo kafkiano— donde un texto en alemán de origen incierto (Leoparden brechen in den Tempel ein und saufen die Opferküge leer; das wiederholt sich immer wieder; schlieslich kann man vorausberchnen, und es wird ein Teil der Zeremonia), encontrado entre las ropas de su líder moral, bien puede llevar a un ser humano a cosas antes inconcebibles.

Comportamientos y pensamientos que se extienden desde la creación literaria, pues, leemos en esta novela corta y hasta ahora desconocida en nuestra lengua, “la ficción es eso, una cosa sin control. Comienzas a escribir, a inventar y ¿quién sabe en qué va a parar todo eso? Y luego, ¿para qué más libros? Todo lo importante está escrito en la Torá, La Torá…”.

En Praga, Ratoncito preguntará por Kafka. En el barrio judío, sinagogas, cafés… Muy cerca del castillo Hradschin, por los rumbos de una callecita llamada de Los Alquimistas, “una calle extraña, por decir lo menos, cómo es posible que alguien viva aquí”. Hasta encontrarlo, después de una primera confusión. “¿Yo, Franz Kafka? Jamás. Yo soy un gran escritor, y Kafka no es más que un tipo confundido, un sujeto que no ha podido concentrarse a sí mismo”.

Pero si algo le urge a Ratoncito es “contactar” con “el camarada” Kafka; acudirá al Instituto de Seguros de Accidentes del Trabajador, “una alienante concesión de la burguesía hacia la clase obrera”, donde le han dicho lo encontrará. Pero nada. Tendrá que volver a la enigmática y nevada calle. Ahí, en la posibilidad abierta de lo literario, el brasileño y Kafka se reunirán.

El checo, “rostro anguloso, cabellos y ojos oscuros, orejas grandes. Y flaco. Muy flaco”, pregunta.

“—¿Qué desea? […].

—Es respecto al texto…

—¿Texto? —Kafka frunció el ceño—. ¿Qué texto?

—El texto que me mandó…

—Ah —recordó—, fue usted quien me telefoneó —se dio cuenta de que Ratoncito continuaba en la calle, bajo la nieve—. Pero, entre. Hablemos aquí dentro […].

—No se fije en el desorden —dijo Kafka—. Como podrá darse cuenta, éste es un lugar de trabajo. Siéntese, por favor. Y perdone, pero no tengo nada que ofrecer… No suelo comer aquí. Disculpe, también, por el frío. La calefacción es precaria.

—No se preocupe —dijo Ratoncito—, para mí nada de eso es importante —dudó un momento y agregó—: lo importante es la causa. La causa justifica cualquier sacrificio”.

La heroica misión revolucionaria comenzaba a cumplirse, sin bien el dislate se prolongaría hasta décadas después. ¿Qué permanecerá de Ratoncito y del texto de Kafka? Lo sabrá el lector en las últimas páginas de esta pequeña gran novela de Moacyr Sclair.

“Era todo lo que quedaba del texto de Kafka, escritor checo nacido en Praga en 1883 y fallecido de tuberculosis en 1924”.

Leoparden in…

Canon carioca

Moacyr Scliar fue un escritor y médico brasileño con más de setenta libros publicados, galardonado con los premios Casa de las Américas, de la Asociación Paulista de Críticos de Arte y Jabuti. Ocupó un sitio en la Academia Brasileña de Letras. Fue colaborador habitual de Folha de Sao Paulo y dos novelas suyas fueron adaptadas al cine. También dedicó muchos de sus títulos narrativos a los jóvenes y niños.

Menos conocido que sus coterráneos Jorge Amado, Carlos Drummond de Andrade, Rachel de Queiroz, Clarice Lispector, Nélida Piñón y Rubem Fonseca, entre otros, Scliar recrea en Los leopardos de Kafka no sólo algún imaginario pasaje de la vida de otro escritor sino el devenir de la izquierda latinoamericana y su persecución a manos del Estado, y la identidad judía. Cosas que hace desde una escritura directa, fragmentaria y lúdica.

Calle de los Alquimistas

Era una calle extraña, por decir lo menos, era un estrecho camino a lo largo de la muralla de la Ciudad Vieja, que servía de pared interior a una hilera de casas, con chimeneas, encimadas. Y el término “casas” era incluso algo exagerado para nombrar a todas esas minúsculas construcciones —miniaturas al grado de que sus puertas no tenían más de un metro sesenta de altura, y el área de toda la construcción seguramente no pasaba de seis metros cuadrados—. Cómo es posible que alguien viva aquí, se preguntaba. La casa de su familia, en la aldea, era pequeña: pero esto era demasiado. Con toda seguridad Kafka ha de ser un tipo extraño. ¿En cuál de todas esas casas viviría?

Los leopardos de Kafka (fragmento).

***

Moacyr Scliar, Los leopardos de Kafka, Traducción de Emiliano Becerril Silva, Elefanta, México, 2018, 112 pp.

* @mauflos

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