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domingo, 28 abril, 2024
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Panoramas pueriles

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Por: CITLALY AGUILAR SÁNCHEZ •

  • Inercia

Luis de Gongora, el célebre poeta español del siglo de oro, en su romance titulado Hermana marica expresa con soberbia elegancia barroca la naturalidad de ser niño. Desde el primer cuarteto se exalta la inocencia de la infancia: “Mañana que es fiesta / no irás tú a la amiga / ni yo iré a la escuela”.

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Con los festejos del Día del Niño a cuestas, es difícil para los adultos no rememorar aquella idílica etapa de nuestras vidas; y con ello también recordamos una época de dificultades económicas, de crisis, de devaluación, de carencias.

Los que fuimos niños en la década de 1990 sabemos de lo que es una infancia con zapatos rotos, sin juguetes costosos y muchas de las veces sin una golosina con la que sentir menos amargo el día.

 

Crisis infantil

Se supone que las crisis son representativas de la adolescencia, y sin embargo, los niños mexicanos de 1994 conocimos lo que es una crisis económica. Con el famoso “error de diciembre” durante la administración de Ernesto Zedillo, la moneda mexicano sufrió una fuerte devaluación y con ello los ahorros de mucha gente se convirtieron en nada. Negocios quebraron, proyectos de familia fracasaron; la pobreza incrementó atrozmente.

En aquellas épocas, los niños aún no estaban tan contaminados de neoliberalismo; aún se podía jugar en las calles que no estaban pavimentadas, correr libremente, gritar, caerse, levantarse y seguir jugando. Se experimentaba cierta libertad y mejor aún, tranquilidad. La televisión era entretenimiento de un rato, no el centro de atención. Era fácil ser niño, era fácil jugar porque aún no existía el afán posmoderno de la pretensión, de la envidia y de competir por ser mejor que los otros; la amistad era el pilar de todo.

Dentro de toda la miseria alrededor, pervivió el sentimiento amistoso de compartir, de empatía hacia los otros; seguramente esto está relacionado íntimamente con los padres que muchos tuvimos, que nos enseñaron a vivir con lo que había. Nuestros padres, que venían de una generación en la que muchos ni siquiera tuvieron infancia, nos permitieron experimentar esa temprana edad con lo que pudieron ofrecer.

Y sin embargo, conocimos a niños que dejaron la escuela porque la crisis los puso a trabajar, al lado de sus padres, por tener algo que comer cada día. Conocimos niños que se fueron de mojados a Estados Unidos porque aquí, este su país, les dio la espalda. Conocimos niños que murieron de hambre o de una enfermedad que no fue tratada, que murieron en el intento por tener una vida digna…

 

Niños adultos

Sería interesante investigar sobre la historia de la niñez en México; aunque no es algo demasiado reciente. Hasta hace algunas décadas la niñez duraba apenas hasta los ocho o diez años, que era cuando ya se podía contar con el varoncito como otro jefe de la casa, como otro proveedor. No se sabe si esta actividad a tan temprana edad era ya practicada por nuestros ancestros, pero en México tal costumbre se llevó a cabo de manera común hasta principios del siglo 20.

Seguramente las escuelas han influido en la cultura de la infancia, es decir, de dar a las personas oportunidad de no ser productivas en edades cortas e invertir tiempo en el conocimiento. Se sabe que culturalmente, las generaciones nacidas a principios de 1900 crecieron aún con tales principios familiares, esto en gran parte fomentado por el machismo; muchos de nuestros abuelos no saben de juegos infantiles, o de actividades de recreación; muchos de nuestros abuelos comenzaron a ser adultos demasiado pronto, y quizá a ello se deba que la idiosincrasia nacional que nos heredaron aún dista mucho de ser totalmente moderna.

En la actualidad las cifras de niños que trabajan han disminuido pero no desaparecen. Aunque se ha legislado al respecto, poco se ha hecho para que las condiciones de los padres no obliguen a sus hijos a salir a ganarse el pan de cada día.

Un caso particular es el de los niños que cada día se suman a las filas del narco. Se dice que la vida promedio de alguien en tales condiciones es bastante corta, de uno a tres años, lo que significa que si un niño está trabajando en tales negocios, está prácticamente desahuciado. Es una situación preocupante y más para nuestro estado, puesto que Zacatecas es uno de los territorios en que más se dan estos casos.

Pensemos en la infancia de la que hablarán los niños que ahora nos rodean. Pensemos en qué estamos haciendo para que este mundo sea el que ellos merecen. Pensemos por un instante en qué condiciones estamos presenciado actualmente que puedan llevarnos hacia una nueva crisis económica. Desafortunadamente el panorama no pinta nada bien.

Entre la narcoviolencia, la corrupción y la ineptitud de nuestros gobernantes la niñez mexicana intenta abrirse paso con esperanza. Por fortuna de ellos podemos aprender su implacable optimismo, sus deseos de vivir, su energía vital. A través de ellos podemos vislumbrar nuestro propio pasado y luchar por tener un mejor futuro; de su mano debemos perder el miedo a pelear por la felicidad común. ■

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