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sábado, 4 mayo, 2024
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López Velarde y Emilio Uranga: suave conjunción de existencias

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Por: Mauricio Flores •

La Gualdra 501 / Libros / Op. Cit.

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Demasiado se ha escrito sobre Ramón López Velarde, el poeta zacatecano insignia de unos y otros y que en su corta vida, intensos treinta y tres años radicados en diferentes geografías, escudriñó en el ardor las razones de su existencia. “Yo anhelo expulsar de mí cualquier palabra, cualquier sílaba que no nazca de la combustión de mis huesos”, escribió; algo que pareciera haberse cumplido cuando vemos que su obra atiza, una centuria después, diversas lecturas y disquisiciones.

Poeta de “la patria”, “el intimismo” y “el deseo inalcanzable”, ¿cuántas veces habrá el lector escuchado tales distintivos?, López Velarde reaparece asiduamente en escena. En estos pandémicos días en oportunidad del centenario de su muerte, alcanzada lejos de su natal Jerez de aromas discretos, en una urbe apenas recuperada del sacudimiento revolucionario. Poeta que abriga muy dentro “las mismas quejas y [las] propias furias” de tantos hombres y mujeres, ahora en un nuevo milenio.

¿Qué decir de López Velarde? ¿Algo más que sumar? ¿Desde la erudición, la academia, la historia, la biografía? En la búsqueda de las correspondientes respuestas es que se inscribe La exquisita dolencia. Ensayos sobre Ramón López Velarde, de Emilio Uranga, en limpia edición de José Manuel Cuéllar Moreno. Libro que en sus poco más de cien páginas reúne los textos que sobre el bardo publicó el filósofo “de medio siglo”, personaje de la cultura nacional poseedor de cierta “leyenda negra” tras de sí.

La novedad editorial (Bonilla Artigas) es con ello un doble acierto que inscribe en el grueso de las relecturas de López Velarde una versión poco conocida, la de Uranga (1921-1988), al tiempo que anota los lazos que habrían “unido” a uno y otro. “Difícilmente encontraremos una lectura de López Velarde tan sostenida y con tantas capas como la de Uranga”, asegura Cuéllar Moreno. No le dedicó el filósofo “abundantes” páginas al poeta, pero sí “absorbió sus enseñanzas y las incorporó a su ADN”.

Hay también en López Velarde y Uranga una “suave conjunción” que identifica Cuéllar Moreno. La de “sus existencias”, que van de 1888 a 1921 y de 1921 a 1988, respectivamente. Aritmética que “describe el arco perfecto de un siglo. Es el inicio y final de una dramática historia que tuvo como protagonistas a una ‘patria suave’ y a su amada imposible, ‘ojerosa y pintada’: la Revolución”. Acontecimiento histórico que Uranga hallará en la “novedad de la Patria” de “Minutero”.

La patria surgida de la Revolución, escribe Uranga, es en López Velarde “no histórica, ni política, sino íntima”. El significado de la Revolución es otro. “No hay pensador capaz de pensar lo que López Velarde entiende por íntimo. Lejos, pues, estamos de haber comprendido lo que la revolución nos ha enseñado […] La tarea es vigilar y velar porque la esencia de lo que la revolución ha producido se convierta para nosotros en realidad cotidianamente vivida y ensayada en situaciones cotidianas”.

Mar de posibilidades

La exquisita dolencia… se compone de nueve textos, incluido el capítulo cuatro de Análisis del ser del mexicano, la obra más conocida de Uranga y donde “se vuelca” a las letras lopezvelardianas como una tarea impuesta “por la obligación de volver al origen”. “Cuando un poeta habla de nuestro carácter lo hace con esa resonancia prístina que presta o devuelve a sus insinuaciones todas sus dimensiones, que no las obtura o rebaja a sus significaciones corrientes y molientes, sino que las ‘agrava’ y hunde nuevamente en el mar de sus posibilidades”.

Los restantes ocho apartados, procedentes de las páginas de diferentes periódicos, completan el perfil de López Velarde dibujado por Uranga, caracterizado por una poesía “plácida y campirana”, un subrayado maderismo y hasta la sabida fama del sortilegio que producía entre las damas. “Lo cierto es que después de su muerte las mujeres estudiosas se le han amontonado, y casi no ha habido señora o señoritas literarias que no le dediquen sus explosiones amatorias”.

“Pero hablando de la mujer”, termina Uranga, “se me ha olvidado la patria. En el origen de la patria, de la actual, de la nuestra, la mexicana, está Ramón López Velarde. Él la fundó poéticamente, que es, entre todas las partidas legales de nacimiento, la más noble, imperecedera y a la vez más exigente, como una oración cotidiana que repite su difícil fidelidad a una alianza sacralizada”.

Excelente crítico

En Emilio Uranga hay algunas páginas notables sobre López Velarde y aquella imagen del poeta jerezano sobre la viuda oscilante del trapecio, emblema para Uranga del ser del mexicano. Es sorprendente que este año que en que se ha celebrado el centenario del nacimiento del López Velarde ninguno de nuestros críticos haya recordado esas páginas penetrantes… Uranga fue un excelente crítico literario. Lástima que hayas escrito tan poco. Hubiera podido ser el gran crítico de nuestras letras: tenía gusto, cultura, penetración… es necesario recoger sus escritos. Son parte de la cultura contemporánea de México.

Octavio Paz, 1988.

Emilio Uranga, La exquisita dolencia. Ensayos sobre Ramón López Velarde, Bonilla Artigas, México, 2021, 112 pp. 

* @mauflos

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la-gualdra-501

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