El encuentro de diálogo entre la representación de la CNTE y la Segob se reanudó sin más avances que atender y escuchar a los deudos y habitantes de Nochixtlán. Ese era el único acuerdo hasta el momento de enviar esta colaboración al periódico.
Mientras que en la mesa de negociación instalada con la CNTE y Gobernación la demanda de los maestros insurrectos es la abrogación de la Reforma Educativa hecha ley, por su parte la respuesta de Chong es que su ministerio no está facultado para abordar temas educativos. Por lo tanto, hasta ahora la negociación de seguir entrampados, se vislumbra será del toda infructuosa.
Con las pláticas que giran en un círculo vicioso la liga esta estirada y se seguirá restirando hasta tensarse al grado de que ya no resista y terminará por romperse. Cuando esto ocurra la parte más dañada será aquella que sufra la colisión. La que demuestre menos fuerza y se rompa ante el tironeo de la otra que la jala al extremo contrario.
¿Qué queda o sigue? ¿Qué escenario posible se vislumbra? De no haber acuerdos satisfactorios para la CNTE y de seguir los bloqueos carreteros: o actúa por su cuanta la sociedad civil ante la complacencia del gobierno que se hace de la vista gorda, cansada de las acciones de presión que se está viendo afectada con el bloqueo y la falta de gasolina y consumibles que no llegan a las tiendas propiciando un enfrentamiento con los maestros y personas que los apoyan, o interviene el gobierno presionado por los comerciantes y se ve obligado a recurrir al uso legítimo de la violencia para reestablecer el orden. Para que los maestros inconformes contra la reforma triunfen tendría que seguirse manifestando más ciudadanos de los que hasta ahora lo han hecho e incrementarse la protesta en cuanto a número y lugares. Hasta ahora y tras los sucesos trágicos de Nochistlán han manifestado su apoyo a los maestros movilizados y su rechazo a la reforma sectores de estudiantes, padres de familia, sindicatos universitarios, especialistas e intelectuales y hasta obispos incluido el de Zacatecas. Pero eso no basta si el apoyo no se expresa con más fuerza y si no se suman la mayoría o núcleos más representativos de maestros en servicio de los niveles básico y medio superior de todos los estados. Son estos últimos en primer término quienes deben expresarse pues es a ellos a quienes más les afecta de manera directa la permanencia vía las evaluaciones.
En tanto, mientras que lograr entablarse las pláticas, el diálogo avanza a trompicones y entre tanteos de las partes con lapsos prolongados de actividad y otros más largos de espera para la reanudación de las negociaciones, sin que las posturas logran conciliarse y acercarse, los senadores de los partidos que firmaron el Pacto por México, acuerdo con el que inicio este desgarriate de la reforma educativa, han pintado su raya: “no hay posibilidad de aprobar una contrarreforma [dicen]… toda legislación es perfectible, pero no se puede revocar un cambio constitucional” (Reforma, 29 de junio de 2016). Rematan los legisladores sosteniendo que la legislación en materia educativa no puede aplicarse por excepción en los estados del Sur en donde la CNTE cuenta con mayor presencia y es en donde se registran problemas de gobernabilidad. Es aquí en donde radica parte del problema: a la aprobación con carácter de ley de la reforma que descansa en una evaluación punitiva, las tendencias privatizadores pian pianito van avanzando con la mascarada de la gestión por parte de padres y directivos. Quienes la votaron, hicieron abstracción de todo lo anterior o de plano pasaron por encima que México, como lo señala mi admirado José Blanco en La Jornada del pasado martes, quien sostiene que falta ver como los modelos educativos cuando se den a conocer, se aplicaran, “en un país con oceánicos rezagos, con inmensas diferencias regionales, con abundantes diferencias culturales, con brechas educativas terribles, que son una más de las expresiones de la desigualdad de este país?” Esa y no otra es la realidad lacerante del México profundo del que hablaba Bonfil Batalla. Por lo que hacer y votar una ley para todos cuando no todos los estados son iguales en su desarrollo, es por demás injusto. ■
