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viernes, 26 abril, 2024
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No hay arte que no sea político, y un arte que no quiere ser político es un arte a favor del status quo: Castro

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Por: CARLOS ALBERTO NAVARRETE •

■ “Es muy difícil predecir cómo va a ser el futuro porque vivimos en una época de incertidumbre”

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A pesar de las diferentes corrientes estéticas que han tratado de despolitizar a la creación artística, el profesor de la Universidad Complutense de Madrid, Ernesto Castro Córdoba, está convencido de que “no hay arte que no sea político, y un arte que no quiere ser político es un arte a favor del status quo”.

El joven profesor de estética y filosofía, nacido en 1990 en la capital española, sentencia con esta frase su veloz recorrido por parte de la historia del arte en Latinoamérica.

Casi sin separar la mirada de la hoja de papel sobre la cual escribe las preguntas, Castro Córdoba dice: “una línea muy fuerte de mi exposición ha sido venir a analizar cómo es que las expresiones artísticas no se pueden desvincular de su contexto social”.

La entrevista se dio en un salón de la Biblioteca General de la UAZ, frente a un grupo de asistentes al curso que impartió este 7 y 8 de febrero, sobre la estética en América Latina durante la época colonial y los siglos 19 y 20.

“Ya terminamos”, explica, pero podemos hacer este ejercicio así, por si surgen más preguntas de los compañeros.

Castro Córdoba, hijo del destacado filósofo y crítico de arte Fernando Castro Flórez, hace apuntes mientras escucha los cuestionamientos, y en seguida arrancan sus respuestas a través de un vendaval de palabras bien articuladas que parecieran viajar a la misma velocidad del pensamiento que las creó.

Al ritmo de una pieza de Paganini, explica que resulta interesante observar que todas las corrientes estéticas en América Latina, incluso las más “despolitizadoras”, siempre terminaron por adquirir un carácter político.

Ahí está, por ejemplo, el expresionismo abstracto, movimiento que fue financiado por la CIA, en lo que fue la guerra fría cultural, promovido como una expresión del mundo libre, “de la expresión del individuo con una voluntad irrestricta frente al mundo soviético”.

Pero no sólo los movimientos artísticos han presentado este carácter en Latinoamérica, apunta, sino también las corrientes filosóficas. “Hay que recordar que el existencialismo en México no fue recibido como un existencialismo angustiante; a través de obras como la de Emilio Uranga con su Análisis del ser mexicano, por ejemplo, el existencialismo toma un carácter político, a la manera de un Sartre de la última época, más apegado al marxismo”.

Durante la entrevista no pudo dejar de mencionar al muralismo mexicano, tópico que parece apasionarle, pues para él, “la idea de una identidad latinoamericana fue de la mano en la primera mitad del siglo 20 gracias al muralismo mexicano, movimiento que se convirtió prácticamente en un modelo de cómo construir una tradición, cómo inventarse prácticamente un periodo clásico, cómo construir un renacimiento artístico sobre unas bases que no son las grecolatinas”.

Y aunque está claro que dicha estética tiene un profundo vínculo con la Revolución Mexicana, es interesante también recordar que en este periodo, “los autores reconocidos son autores que tuvieron una influencia norteamericana, como es el caso de los tres grandes muralistas: Orozco, Rivera y Siqueiros, los convertidos en los tres canónicos, en la triada mágica”,

Los tres tuvieron contacto y relación con el vecino país del norte. Rivera y su importante obra El hombre en la encrucijada, en el Rockefeller Center; Siqueiros tenía un taller de pintura y uno de sus discípulos fue Jackson Pollock; y Orozco, por su parte, presentó un giro hacia un cierto anarquismo muralista durante su trayecto por el Pomona College Museum of Art, con su famosa representación del Prometeo.

Este tipo de cursos, recuerda Castro Córdoba, nos ayudan a saber cuál es nuestra tradición, es decir, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Al final, casi como por obligación, la pregunta: entonces ¿cuáles son tus proyecciones en esta materia? No obstante la edad, el joven académico es cauto y sabe que “la clave está en no hacer profecías”.

Tengo miras de muy corto alcance, dice, “es muy difícil predecir cómo va a ser el futuro porque vivimos en una época de incertidumbre, el año pasado, todas las citas electorales importantes, los pronósticos fallaron, en el Brexit, la paz en Colombia, Donald Trump, por lo cual yo prefiero no entrar en la lista de los profetas fallidos y no contestar esa pregunta”.

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