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viernes, 26 abril, 2024
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El eco de una ciudad dormida

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Por: CARLOS FLORES* •

La Gualdra 261 / Libros

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Hace algunas semanas leí una novela de la autora zacatecana Dolores Castro que lleva por título La ciudad y el viento; trata sobre un asunto social que termina en tragedia en el contexto de un Zacatecas abrumado por el conflicto bélico de la Revolución Mexicana y a punto de entrar en la Guerra Cristera. El personaje principal es un ranchero, hijo de un adinerado que antes de la guerra había sido próspero, pero para el que ahora, bajo el gobierno de un general revolucionario, las cosas no iban del todo bien.

Cansado de tratar de ganarse la vida en el campo sin tener éxito, decide regresar a la capital para vivir con su hija, la cual le manda llamar porque el abuelo acaba de fallecer, no sin antes mencionar su inconformidad y desilusión hacia el cómo se dieron los resultados del enfrentamiento bélico, y tras dejar firme el no querer ser absuelto ni confesado antes de la muerte, pues jamás se convertiría al cristianismo.

En ese sentido, vemos a una mojigata que anda metiendo las narices en la vida social del pueblo, y que como un perro guardián señala a quienes no son católicos y aprueba a aquéllos que sí gozan de las mieles de la fe. Casi se siente tocada por la mano del señor para realizar dicha tarea, pues aunque no pertenece al cuerpo eclesiástico, organiza a los habitantes para actividades de la Iglesia.

Otro personaje clave es el sacristán del templo, un sujeto que no recibe un sueldo base por su trabajo, tan solo la aprobación de los eclesiásticos, lo cual, por supuesto no le alcanza para vivir sus ambiciosos proyectos de vida, pues está enamorado de la hija de uno de los prestanombres de los bienes de la Iglesia, quien se comporta como un personaje importante y poderoso, aun cuando el dinero que posee no es de él.

Son pues, estos los ingredientes necesarios para crear un drama de época que refleja el choque entre conservadores y liberales, algo que resulta en una triste tragedia que recae sobre un personaje inocente, que al ser rodeado por la infamia, la mentira, el fanatismo y la estupidez, termina siendo víctima de una turba humana y cegada por la devoción.

Al finalizar la novela me quedé con un mal sabor de boca, y me dije a mí mismo que cómo era posible que la sociedad pueda tener cosas como ésas en su cabeza y que traten de decidir sobre la vida de los demás, pues nadie, absolutamente nadie, como bien señalaba la misma autora de la novela, tiene derecho a quitarle la vida a un ser humano, ni por justicia, ni religión, ni ideología. Y yo diría aún más, nadie tiene derecho a exigir a un ser humano lo que debe de ser y mucho menos lo que debe amar.

Así que en vísperas de una Independencia que nada tiene para ser celebrada, a menos que nos consideremos criollos o hijos de españoles, y tras una marcha en contra de la homosexualidad, no me queda más remedio de caer en la conclusión que en esta ciudad todavía existen los ecos de aquella sociedad que planteaba Dolores Castro, llena de fanatismo e ignorancia, que cree que con el respaldo de los demás, se tiene el derecho para decir sobre la vida de los demás, ya sea por un ideal, una religión, o lo que sea que ellos consideren como justicia.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-261

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