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sábado, 11 mayo, 2024
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Renacido sí, hombre pájaro no

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Por: CITLALY AGUILAR SÁNCHEZ • Admin •

Inercia

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Con las bajas temperaturas registradas en estos días, y el reciente estreno en cartelera de la película El renacido, es fácil imaginarnos dentro de la trama de la misma; más de uno coincide en que el frío desolador nos hace ver lo vulnerables que somos, y cómo nos arrastramos diariamente para sobrevivir.

Sin embargo, vale la pena hacer un ejercicio de reflexión en torno a la recepción que el filme ha tenido, pues abundan las alabanzas para los directores de escena y de fotografía, al igual que para los protagonistas, de quienes se augura se llevarán los respectivos premios Oscar.

Como recordaremos, el año pasado, Alejandro González Iñarritu logró la hollywoodense hazaña por el rodaje de Birdman, largometraje que, aunque se llevó el galardón a mejor película, no tuvo mayor aceptación entre los espectadores ¿Pero por qué El renacido sí y Birdman no?

Renacer no es cosa fácil

Dice Fritz Perls que “sufrir la muerte de uno mismo y renacer no es fácil”, siempre hay un fuerte deseo de persistir siendo quienes somos, sin importar que ese ser, ontológicamente ni siquiera nos pertenezca. Al observar en la pantalla grande al personaje de Leonardo DiCaprio, Hugh Glass, morir simbólicamente para que en seguida, vaya incorporándose lentamente a la vida, resulta una experiencia interesante.

El filme representa literalmente al hombre que muere, al mostrarlo en un hoyo, acostado inmóvil, con tierra encima; y en seguida lo vemos salir de ahí a rastras, aludiendo a las primeras fases de la vida humana, en la que somos incapaces de valernos por nosotros mismos para caminar y otras actividades físicas. Hugh Glass poco a poco va interpretando las diversas etapas vitales del hombre, hasta culminar con, quizá, la más compleja: el perdón; misma que, se dice, es característica de la senectud.

En este sentido, El renacido propone un guion bastante sencillo y prácticamente visual, pues hay pocos diálogos y sin mucha importancia argumentativa, pero ello refiere también a que va dirigida para un público bastante amplio y al que no le interese demasiado hacer crítica o reflexionar profundamente sobre conflictos del ser humano. En pocas palabras, la película no propone debates, por el contrario, es una historia simple que se resuelve en sí misma, es decir, sin que la recepción se involucre demasiado.

Lo que hace a esta cinta un elemento cinematográfico digno de colocarse en los estantes de la eternidad, es el cuidado fotográfico que Emmanuel “El Chivo” Lubezki tuvo al mostrar los fríos paisajes, pero sobre todo la esencia de los personajes con retratos, en primer plano (recurso poco excedido en el cine hollywoodense y aquí muy usado), sumamente bellos, lo que aporta una impresión de “artesanal”.

¡Queremos superhéroes!

¿Y qué pasó con Birdman? Pues prácticamente todo lo opuesto. Birdman es la película que argumentativamente, luego de muchos años de que ninguna otra lo hiciera en Hollywood, representa un reto para su espectador. Los intertextos que se refieren en su guion van desde la Generación Beat hasta Raymond Carver, aderezados por un denso marco metaficcional, no comprensible para quienes desconocen el recurso de las puestas en abismo.

Sin embargo, el horizonte de expectativas, que el promedio de personas que gustan del cine comercial tenían sobre esta película, se vio destruido, pues esperaban la típica proyección del superhéroe estadounidense, de esos que abarrotan las salas de cine varias veces al mes y cuyos argumentos son, en extremo, repetitivos.

En el script del Birdman iñarrituesco, la voz en off, que representa al personaje alado, increpa a su alter ego, representado por Michael Keaton, sobre la poca relevancia que tienen para el público las disertaciones filosóficas en una película y con un fuerte tono de supremacía asegura que la gente quiere acción, explosiones, grandes presupuestos… En fin, el chiste se cuenta solo.

Lo que resulta curioso es que este largometraje haya pasado los filtros de la academia norteamericana, pues no cumple con las normas que suelen tener las obras premiadas a mejor película. Es una grabación que no está pensada para las masas, sino que implica un fuerte ejercicio de crítica para quien la vea; más bien es un trabajo que se corresponde con las muestras de cine tipo Cannes. Incluso, el haber ganado el Oscar, es una contradicción con lo que profesa su guion, pero tal cual augura el subtítulo del filme “La inesperada virtud de la ignorancia” le ha abierto las puertas a dimensiones inexploradas.

Así es como la relación Renacido / Birdman contrapone dos tendencias del público: la de quienes esperan en el cine el refugio del entretenimiento y quienes mantienen la daga del intelecto siempre alzada, dispuestos a atacar. No es que una sea mejor que otra, ni que un público sea superior a otro, sino que ambas evidencian no sólo la versatilidad de su director, también la estadística de recepción crítica que existe, al menos en nuestro país. Nos gustan las cosas sencillas o ¿a quién no le iba a gustar ver a DiCaprio atacado por una osa, llorar por su hijo y cobrar venganza? Eso es lo que hacen los superhéroes. ■

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