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sábado, 27 abril, 2024
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A río revuelto ganancia de pescadores

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Por: P. Aurelio Ponce Esparza • admin-zenda • Admin •

Una de las características de nuestro grandioso siglo XXI es la diversidad. Nuestras sociedades occidentales ya no están construidas en base a un sistema unitario de ideas, sea políticas, culturales o religiosas. La libertad es el gran valor de nuestro tiempo y la igualdad la bandera de los grandes movimientos sociales. La globalización nos hace sentirnos en una pequeña aldea global en la que la información fluye e influye. La palabra es hoy, como ayer, el arma más poderosa, con el plus de que se propaga con tal velocidad y contundencia que casi no alcanzamos a ver sus efectos.

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En todas las épocas de la historia siempre ha habido quien pretenda, mediante el poder de la palabra, dominar a los demás. Una ideología no es otra cosa sino un conjunto de palabras e ideas que buscan imponerse con el fin de dominar. La historia de la humanidad nos da testimonio de muchos ejemplos al respecto. En nuestro presente hay una ideología que busca vencer sin convencer, imponer un estilo de vida descalificando y destruyendo instituciones tan fundamentales como la familia.

A muchos no les gusta, pero hay que admitir que existe una ideología de género, que busca de múltiples modos imponer a todos sus principios y postulados. Asistimos a una verdadera colonización ideológica. Por la experiencia de muchos países, especialmente de Europa, se puede vislumbrar la agenda que siguen los impulsores y promotores de esta ideología. Legalización del aborto, uniones entre personas del mismo sexo, adopción de niños por parte de estas parejas, educación de género, disfrazada de perspectiva de género. Para alcanzar estos objetivos se modifica la ley, se reinventa la constitución, se influye en los programas educativos, etc. Al final se pretende que veamos como normales y naturales aberraciones tan absurdas como la zoofilia. Algo que es ya una realidad en algunos países.

Para que estos cambios sean aceptados por la sociedad se realiza una profunda transformación del lenguaje, que da como resultado una realidad desdibujada y una sociedad confundida. Para hablar del asesinato de un bebé en el seno de su madre se habla de “interrupción legal del embarazo”; a la madre se le dice que es su “derecho”, que puede hacer lo que quiera con su cuerpo, pero no se le dice las consecuencias físicas y psicológicas que conlleva el aborto, no se le dice que al final sólo será la madre de un hijo muerto.

Para justificar el uso irresponsable de métodos anticonceptivos y abortivos, se habla de “salud reproductiva”, se pretende hacernos creer que las relaciones sexuales son algo a lo que cualquier adolescente tiene derecho y que basta con que no se embarace o contagie de alguna enfermedad para que pueda hacerlo. A las uniones entre personas del mismo sexo se les quiere llamar matrimonio y se pretende darles el “derecho” de adoptar niños para que formen una “familia”. Amor es amor, dicen, y nadie tiene porque juzgar o cuestionar esta forma de amar, aunque esto implique el violentar el derecho de los niños a tener un papá y una mamá, esto fue lo que perdieron y por eso el Estado tiene la obligación de proveerles algo de lo que se han visto privados. Los hijos no son un derecho, no lo son para nadie, por eso no es posible acudir al laboratorio a escoger un hijo a la medida, “maternidad subrogada” dicen, que no es otra cosa sino el alquiler de un vientre, pasando por alto el conjunto de cuestiones pisco-afectivas que conlleva el embarazo. No podemos jugar a ser Dios.

Todo esto crea confusión y una sociedad confundida es una sociedad manipulable. Las opiniones se dividen y da la impresión que nadie tiene la capacidad de alcanzar la verdad, por eso todas las opiniones son importantes y valen lo mismo. En el fondo, se trata de un relativismo. En una sociedad revuelta la ganancia es de algunos. De las grandes empresas trasnacionales que producen, venden y distribuyen condones, por ejemplo. De los grandes consorcios que venden modas, de los que trafican información, de asociaciones que lucran con la práctica de abortos. A río revuelto, ganancia de pescadores. ■

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