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domingo, 5 mayo, 2024
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¿Una guerra inminente rusa-ucraniana?

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Por: Mauro González Luna •

Estados Unidos y Reino Unido manejan la retórica en los medios masivos de manera magistral para hacer creer al mundo que hay una guerra inminente provocada según eso, por una supuesta intención rusa de invadir Ucrania. Retórica que ha desatado el pánico, la incertidumbre, la ansiedad para presumiblemente continuar imponiendo la hegemónica voluntad norteamericana, y arrinconar, a través de la OTAN, a una Rusia que no quiere guerra, sino comercio, desmilitarización, prosperidad y seguridad.

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Una Rusia que demanda se cumplan los acuerdos de Minsk II de 2015, adoptados por Francia, Alemania, Rusia y Ucrania para conjurar la confrontación bélica en Donbás, al este de Ucrania, con numerosa población prorrusa; se ponga fin al asedio de la OTAN en las fronteras mismas de Rusia; se pacte la neutralidad de Ucrania y la desmilitarización, todo ello para resolver el muy grave conflicto por la vía diplomática, civilizada.

Estados Unidos y algunos países subordinados a la superpotencia, en medio de la histeria colectiva prefabricada a modo, han estado enviando pertrechos militares y fondos a Ucrania. El negocio de las armas es muy lucrativo económica y políticamente hablando.

Y, sin embargo, el mismísimo presidente de Ucrania y su secretario de defensa han desmentido la idea propalada por los Estados Unidos y sus acólitos de una guerra inminente, en declaraciones públicas del 27 y 28 de enero de 2022. Funcionarios de la Comunidad Europea en Ginebra han sido también cautos. El gobierno ruso ha insistido hasta el cansancio que no tiene intención alguna de desatar la guerra: ¡siguen sus gasoductos llevando gas a los ucranianos, aliviando su frío!

Pero la propaganda antirrusa que raya en lo neurótico, insiste para confundir al mundo; por otro lado, calla, por ejemplo, la hecatombe humanitaria en Yemen y sus cientos de miles de víctimas, muchos niños, con motivo de una guerra civil convertida en conflicto internacional con armas occidentales, con intereses claros de Estados Unidos, Francia y Reino Unido, según Eva Erill, presidenta de “Solidarios sin Fronteras”, organismo español fundado para apoyar a los infortunados yemeníes. Hipocresía pura de grandes potencias que se rasgan las vestiduras viendo “la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”.

La clave del problema se remonta al desmoronamiento del Pacto de Varsovia, al triunfo de Lech Walesa en Polonia, a la caída del muro de Berlín en 1989 y a la concomitante desintegración de la Unión Soviética. Dichos acontecimientos marcaron el fin de la llamada Guerra Fría y el inicio de una época asimétrica, sin equilibrios geopolíticos con el predominio aplastante de los Estados Unidos y sus aliados europeos, carentes la mayoría de imaginación e independencia. 

Por ello, ya no existiendo la amenaza soviética, la OTAN como institución militar consolidada en 1955 a raíz de la Guerra de Corea, dejó de tener sentido racional y ético en una perspectiva de derecho de gentes y alta diplomacia internacional, ya que su creación obedeció a la necesidad de enfrentar tal amenaza en la segunda mitad del Siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial.

A raíz del fin de dicha Guerra Fría, Bush y su secretario Baker se reunieron con Gorbachov para celebrar acuerdos y resolver los problemas acuciantes de ese momento histórico. Rusia accedió a que Alemania unificada se afiliara a la OTAN, pero a cambio de que dicha organización militar hostil, no avanzara ni un centímetro hacia el Este. Pero Estados Unidos cínicamente incumplió el acuerdo de caballeros, y de inmediato la OTAN se trasladó a la parte oriental de la Alemania unificada. Gorbachov entonces protestó enérgicamente, recibiendo como respuesta de los gobernantes estadounidenses: que solo había sido ese un acuerdo verbal, no escrito. Respuesta infame en el contexto de la historia y la moral pública. Después con Clinton, la OTAN llegó a las fronteras mismas de Rusia. 

Y así, ¿quieren que Rusia duerma en sus laureles? Sus dirigentes podrán tener muchos defectos en materia democrática como muchos en el Occidente tartufo, pero han sabido defenderla durante los últimos 20 años de manera sorprendente, tanto en materia económica y cultural, como en relevancia internacional. Rusia y China representan sin duda, un necesario contrapeso a la hegemonía de la superpotencia.

¿Qué país es entonces el agresivo? ¿Quién ha provocado la lógica actitud defensiva de Rusia, de su territorio, su seguridad, sus salidas al mar, sus gasoductos que proporcionan gas a Europa para que no se muera de frío? En Ucrania los Estados Unidos intervinieron en la caída de un gobierno prorruso para imponer uno pro Estados Unidos en 2014, como bien lo señalan expertos en política internacional, como Chomsky, profesor del MIT. Dicha caída provocó la anexión de Crimea por parte de Rusia como reacción natural con el fin de “proteger su único puerto de aguas cálidas y su base naval”, en palabras del famoso lingüista.

Es decir, la OTAN, en su momento, una herramienta de defensa europea ante la amenaza comunista soviética, se transformó, aduciendo “nuevos pretextos humanitarios para la violencia y subversión”, en burdo instrumento de los Estados Unidos para asegurar su papel de policía del mundo y su designio de hacer lo que le venga en gana a lo largo y ancho del orbe: Afganistán, Irak, Libia, Siria, Ucrania, etcétera.

No subestimamos la tensa situación que se vive, pero hacemos el esfuerzo racional, con base en los hechos, de ubicarla en su justa dimensión mediante distingos necesarios. Lo que sucede en Ucrania es un problema harto peligroso en el escenario mundial, como señala Anatol Lieven, citado por Chomsky, en el semanario, “The Nation”, pero paradójicamente, es un problema que se puede resolver “con un mínimo de racionalidad”, pues se tienen los instrumentos idóneos al alcance de la mano, como el acuerdo Minsk II, antes mencionado. 

Racionalidad es la receta, no desinformación planificada e histeria colectiva. El verdadero saber demanda distinciones, una cosa es el problema ucraniano de enorme trascendencia para el presente y porvenir de la humanidad, -que puede y debe ser resuelto a través de la prudencia política, de la inteligencia diplomática-, y otra, es confundir premeditadamente al mundo con la imagen, con la falsa idea de una guerra inminente, dando a entender tácitamente que es inevitable.

En suma, hacemos votos porque la sensatez predomine, la verdad desnuda de los hechos a la luz de la historia, aflore, y la tensión en esa región del mundo se conjure por la vía del derecho internacional, de la diplomacia, de la buena fe, para que impere la paz, la concordia en medio de una pandemia demoledora, con la esperanza de que pronto brillen de nuevo las estrellas, hoy enlutadas. ν

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