17.5 C
Zacatecas
domingo, 12 mayo, 2024
spot_img

El Canto del Fénix

Más Leídas

- Publicidad -

Por: SIMITRIO QUEZADA • Araceli Rodarte •

Transformación

- Publicidad -

Adoro el concepto de creación: el surgimiento donde antes había nada. Ésa es la maravilla: primero ausencia, luego presencia. Plop. Cuestión de fe. Te guste o no. Como para molerse el cerebro y toda su lógica.

Ya sé: soy un desgraciado que escribe sobre magia pura, en el sentido en que quiera tomársele. Lo ejemplifico mediante la fórmula cliché de “nada por aquí, nada por acá” y de repente Cabum.

Se precisa mucha fe para creer en eso. Se necesita ser un caradura para plantearlo. Con todo, me parece aun más fascinante el fenómeno de la transformación: cambiar la forma. Generalmente se cambia esa forma para sobrevivir, como nos enseña Natura. Por absurdo que parezca, adoro más la transformación aunque ella implica ya una materia bruta (y entre más bruta, mejor). Amo la transformación por encima de toda creación por razones sencillas: allí hay un precio por pagar y además una nueva fe, una convicción en la nueva forma a la que se llega no tanto por destino como por genuina decisión.

Insisto: me refiero a la transformación como enaltecimiento y no como degradación. Escribo sobre evolución y no lo contrario: la involución, entendida como detención y retraso de todo proceso positivo. En la naturaleza, la transformación implica el desarrollo de nuevas potencialidades, nuevas armas, nuevos talentos. Respecto al enfrentamiento de los humanos a la cotidianidad, enaltezco el concepto por todo cuanto demanda. Más problemas y amenazas obligan a cada uno a buscar dentro de sí lo que quizá desconocía. La transformación se da sólo en quien precisa de ella, y quizá allí reside el valor inmenso de la tribulación.

Lo anterior en cuanto a causa. En torno al precio que hay que pagar, recordemos el sobado argumento de los norteamericanos: No pain, no gain. Si no duele, no hay ganancia. Si no te obliga a buscar más de ti, si no te apura a buscar medios para salir adelante, no hay garantía de transformación. Es como si un muchacho de secundaria cursara cuarto grado de primaria. Como si alguien creyera que triunfó en un examen porque memorizó exactamente lo que se le anunció que se le preguntaría.

Por la marcada exigencia, el precio a pagar nos sabe frecuentemente a agonía, y recordemos lo que ya escribí en otra entrega: agoné significa lucha. Agonía implica estrictamente ese ensanchamiento de nuestras capacidades de supervivencia más que el resultado tras la lucha.

Escribo ahora sobre la convicción en la nueva realidad. Se dan golpes al marro confiando en llegar a la forma deseada. Cada golpe se dirige hacia eso, y no se aplica toda la fuerza, sino sólo la necesaria para alcanzar dicha nueva realidad.

Si ahora me lo preguntan, declaro que estoy preparado para la transformación que ahora me corresponde. Nací para aprender, lucho y me transformo porque espero más transformaciones. Tomo lo que estoy preparado para tomar. Nada más por el momento, pero tampoco y aquí entra el peso preciso de la transformación que ahora me ocupa nada menos. No pedí ser creado, cierto, pero sí pongo cada ápice de mi humanidad para transformarme, para seguir evolucionando.

 

[email protected]

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -