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domingo, 5 mayo, 2024
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Una suerte de prótesis. Diálogos y detalles alrededor de El trabajo de los ojos, de Mercedes Halfon

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Por: DANIEL SIBAJA* •

La Gualdra 571 / Libros

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—Este mes voy a perder un ojo, y lo quiero sin dirección alguna —dije sin pensar en las consecuencias.

—El ojo que quería enderezar se fue para afuera —respondió la página bajo una luz en mi balcón—. La desviación se hizo divergente […] Si me hubieran operado, no sé hacia dónde apuntaría ese ojo. Hacia un ángulo del cielorraso. Lo que es seguro es que no hacia la pantalla de la laptop que tengo adelante.

Al iniciar la conversación con la lectura, mi deseo más grande fue el mirar borroso y aceptar el vínculo entre un órgano perdido forzosamente y un libro prestado de Mercedes Halfon (Buenos Aires, 1980) de la biblioteca de mi amigo. Al abrir la novela El trabajo de los ojos (2019), mis primeros planes comenzaron 1) al querer construir un personaje ficticio para un performance; y 2) el conocer un libro lejano a la narrativa superficial que abunda en México. Tengo en la mochila, además, otro libro de su obra literaria, Diario pinchado (2020), del que tal vez hable en otra ocasión. Sin embargo, esta novela llegó a mis manos para ponerlo como base a mis expectativas de performance en medio de un Festival de la Lectura de mi ciudad.

Noches antes había estado indagando en el defecto que cubre mi cara: un ojo estrábico que trata de mirar hacia dentro de forma continua. La trama de El trabajo de los ojos es bastante sencilla, con la forma de un cuaderno de apuntes, la autora nos narra los sucesos de su relación con la lectura y el desarrollo de su salud ocular íntima. He notado que este tipo de escritura, inclusive con el despliegue de la no-ficción en Latinoamérica, es actualmente una poética ingeniosa entre lo literario y lo conceptual, reconociendo no sólo el acto de redactar como verbo, sino también como el estado del cuerpo en sí ante el oficio y el mundo. El manejo Halfon de novelar entonces me parece de lo más interesante y ágil a la vez. La lectura de la pérdida. La exposición personal. Lo ensayado y lo anecdótico. La galería de muchos ojos con renombre traen como producto final, una escritura concisa y ajustada al paladar de cualquier tipo de lector.

—Escribir antes era divertido —repetí una vez más ante la hoja en blanco.
…Posiblemente, más allá de contarnos la situación biológica de los ojos, los fragmentos juegan una sustitución de conceptos acomodados para formar una torre de Jenga a punto del derrumbe.

De forma detallada, tanto el malestar como la reconstrucción de los órganos desencadena una serie de pensamientos personales, o subjetivos, acerca de las enfermedades y el acto de contar historias, adornar la hoja con postales, llenar la sala de perfiles y referencias. Contar una historia hoy en día para la autora es una suerte de intercambio y de museografía. Tal vez otras novelistas han logrado desarrollar el tema ocular, como Guadalupe Nettel en México (por condición física), o tal es el caso de Lina Meruane en Chile (por intervención y accidente). Tratando de mapear el libro, esta vez la ocasión pertenece a un ojo argentino, uno que además pondrá, según un pasaje de Flaubert, una especie Dios en los detalles.

—Una visión incorrecta (….) puede afectar la percepción de la profundidad, el tamaño y la distancia —dice Halfon, algo en su historia hay de cierto, lo voy paginando y escribo en sus márgenes—. Todo lo cercano se aleja.

—A un paso del stand de la Universidad Autónoma de mi ciudad, pude contrariar el peso de mi calidad en la escritura —me respondí—. La valentía de llevar a un personaje lejos de cualquier hoja, lejos de cualquier ficción, serviría para acercarme y encontrarme. Así, en un fondo oscuro, tuve que tantear alrededor mío y descubrir mis objetivos con la lectura y la escritura.

Para Mercedes Halfon, anotar, borrar, instalar, pedazos de su vida o la literatura gris de un boleto de avión, son suficientes para captar la atención de los lectores. Sus maniobras narrativas y la cercanía con las memorias médicas que se publican en la literatura norteamericana últimamente, hace que la lectura sea de fácil procedimiento y con una recopilación de datos valiosos, sobre todo para los que escribir se ha convertido en un hábito, más allá de cualquier hobbie para el entretenimiento.

Podría enlistar la serie de nombres que van asomándose entre las líneas del libro. La polarización sería entre los escritores relevantes de la Literatura y la Historia de los ojos. Entre ellas aparecen de la siguiente forma (L) Joyce, Silvia Ocampo, Goethe, Homero, Sartre, Kirchner; y por otro lado, (H) Bartisch, Hewamaul, Joseph-Antoine Ferdinand Plateau, Louis Braille, Valentin Haüy, Charles Barbier y Santa Lucía. Esa elegancia al seleccionar nombres, me hizo investigar sobre el artista español Àlvar Calvet y su galería titulada Con los ojos cerrados (2020), en el Museu de Reus de Barcelona, quien define su intervención como “una experimentación a través del arte para encontrar un punto de unión entre la visión y la no visión”, en la cual sesenta creadores realizaron autorretratos con los ojos cerrados. Ver los resultados rodeando el museo, me hizo imaginar la propuesta de Halfon, como una especie de estampas postales enviadas desde sus hojas a las paredes mismas de cualquier casa.

—Tengo la impresión de que la disminución visual, cuyo último eslabón es la ceguera, es una caída hacia adentro de la persona —me dijo una vez más la lectura—. Existe una vinculación entre mirar y escribir. Estoy segura. / Mi laptop parpadea.

—Parpadea mi ojo izquierdo al ser llevado por dos guardias hacia la puerta del Festival —dije entre multitudes, con dos letreros en el performance del 18 de marzo—, parpadean mis libros vendidos sobre dos patines, el asombro entonces es el desconcierto de perderlo en serio, desde este lado de lo real. Parpadean mis manos al alejarme de las presentaciones del libro, de huir de los vasos comunicantes comunes, de renegar a los que van por el mundo con los ojos bien puestos.

Al finalizar la lectura, ese diálogo entre la autora, sus palabras y las mías, en los ojos de mi imaginación, escucho nuevamente la afirmación de esta puesta en escena y de un libro que llegó para empujarme a realizar un acto público.

—La escritura —diría entonces Halfon— sería una forma de orientación posible, un mapa, una suerte de prótesis que conecta el interior con el exterior.

Esta novela la conocí en una publicación realizada por Lecturas Ediciones, impreso en Chile. Luego de mi aparición, con un ojo tuerto y parchado, no hay nada menos predecible que el haber hecho contacto, con mi personaje y en este libro, con aquella especie de quiebre en la forma de abordar una historia. Nada me da más gusto saber que en otros lugares apuesten por experimentos narrativos tan conceptuales y versátiles al ojo que los mira. Mercedes Halfon obtuvo el Premio Estímulo de Tea al periodismo gráfico, por ello, además de escritora, es factible mencionar su desempeño en otras disciplinas artísticas, como curadora de galerías o crítica teatral. Su forma de contarnos la historia de sus ojos es una experiencia desbordante. Más allá de las lecturas convencionales hoy puedo decir que sí, en esta época también se pueden ir construyendo museos adecuados, así como el miedo a perder el sentido de la vista en carne propia a través de la escritura.

 

 *Mérida, MX, 1997.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_571

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