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sábado, 27 abril, 2024
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Dolores Castro: algo más que su nombre

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Por: RAFAEL CALDERÓN •

La Gualdra 571 / Literatura

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La presencia de la poeta Dolores Castro (Aguascalientes, 1923- Ciudad de México, 2022) en la tradición lírica mexicana genera motivos de alegría al leer sus poemas ahora que se cumplió el centenario de su nacimiento. Por ejemplo, sus visitas a la ciudad Morelia, en distintas ocasiones, recuerdo fueron parte de una actividad literaria muy prolífica, enfocadas a reconocer con sus reflexiones figuras como la poesía de Sor Juana y sus colaboraciones semanales eran un goce especial en las páginas del suplemento Acento fundado por Alejandro Avilés; quienes la llegaron a escuchar saben que perdura el eco de su voz. Hay que recordar por lo mismo que fue participante del Segundo Festival Internacional de Poesía Morelia 1983; los poemas entonces leídos por ella pueden ser ejemplo de una antología personal: “El huizache”, “Tríptico”, “Largo y frío es el sueño de la piedra” y “Todo está bien” incluidos en la antología organizada por Evodio Escalante y publicada por el gobierno de Michoacán; asimismo participó en el Encuentro de Poetas del Mundo Latino donde su presencia fue un acierto y reconocer reflejaba su vitalidad por su voz ya única en la poesía del siglo XXI.

Hoy día su poesía accesible en la exquisita edición Viento quebrado (FCE, 2010) que compila Benjamín Barajas. Este volumen es determinante para conocerla e inconfundible encierra la presencia de la poeta auténtica y nombra su verdadera biografía literaria. El saber de su lírica la construye con un lenguaje que está en movimiento y solventa una voz y registra los detalles que la rodean: la sombra generada por el sol, el resplandor de los árboles o captar el arrobo de la tarde. Sus versos nombran o encierran ecos y un poder verbal casi infinito. Esto por el sonido de las palabras, por su eco y por la sonoridad del idioma. Es equidistante y se permite nombrar con pasión el polvo, el aire, el mar, el amor y sucede la reconstrucción de su prodigiosa memoria. El sonido de las palabras define su esencia, los versos resultan ser diamantes desde donde suceden cambios o brillos según la hora para nombrar el día, reconocer la llegada de la noche, describir el encuentro con el crepúsculo entre ciudades y toda su poesía distinta y única con una voz poderosa, modulada y por momentos esplendorosa.

Si nos remitimos a los primeros títulos de su poesía deja sentir sus pasos: ese primer momento hasta reconocer esa lucidez, pero brilla por versos auténticos que son finos y pulidos, parecen diamantes o joyas, resaltan su parte conversacional, apasionada y por momentos intimista; deja sentir el resplandor de la escritura como ejemplo auténtico que poco a poco permite reconocer el eco de la escritura, pero sin prisas ni sobresaltos. Registra ese esplendor peculiar, secreta por un eco y surge con las palabras que son a un tiempo inagotables, con frescura, y evoluciona hacia la esencia que nunca abandonó, sino que reinventó su condición de poeta. Por eso es dueña de una escritura madura, sostenida ésta a lo largo de su vida, publica con rigor y siempre cuidando las formas.

El primer título remonta al año 1949 con El corazón transfigurado y a partir de éste la exploración sucede, podemos compararla con los últimos poemas y llegar a conclusiones. En ese recorrido, por ejemplo, hay que revisar la antología de Alfonso Méndez Plancarte que dio a conocer todo el grupo de los ocho y recordar que en ésta ella es dueña de una voz profunda. Se leen sus versos con intensidad, en adelante, con ese equilibrio hay que celebrarla con un poema reciente que se vuelve ejemplo definitorio y nombra su poesía: el que se llama “Viento quebrado” por el ritmo, por el sentido que le imprime, por la estela de pasiones que no se detiene, sino que desentraña el alma, nutre el espíritu cotidiano, refleja el diálogo entre dos siglos.

La primera etapa corresponde a los títulos publicados entre 1960-1980: Siete poemas, La tierra está sonando, Cantares de Vela, Soles y Qué es lo vivido; el segundo periodo es de los últimos 20 años del siglo XX para llegar a títulos como Las palabras, Fluir, Tornasol, Fugitivo paisaje, Oleajes, Íntimos huéspedes y Asombraluz donde existe asombro, vibra o sale a relucir el infinito poder de su exploración del idioma: siempre aborda temas cotidianos de la vida.

La unidad de las palabras la manifiesta con estilo muy personal: “Cómo arden, arden / mientras van a morir… / las palabras. Leñosas o verdes palabras”. Así, escribe con solvencia natural, se conduce por la voz, los espacios y silencios, por nombrar la soledad, el amor o se permite recuperar la forma prodigiosa de los recuerdos de la infancia. También nombra temas como la muerte, el instante de la vida o registra detalles que se encaminan a los recuerdos, van hacia la salida de la casa. Sucede el escenario de la ciudad que la vio nacer, la ciudad a la que finalmente la llevan con su familia de meses y ya por su cuenta vive en otra ciudad distinta a la que la vio nacer y de ésta nutre su escritura. Desde luego, la ciudad donde finalmente se queda a vivir es distinta a donde nació y en la recta final de su vida se permitió rehacer la celebración con el verso por temas como el amor, la muerte, la soledad: “Todo está bien: / no mintieron los rostros de las cosas, / sólo sabían brillar / en su secreta forma de caer, / sólo sabían decir: / es así, así es, / mientras acrecentaban su caída, / se hacían ovillo, / y en su acomodo hablaban en voz baja / de lo que hubieran querido ser”.

Celebrar a Dolores Castro es recordar que nació el 12 de abril y que se cumplieron ya 100 años de su nacimiento y bajo el título Viento quebrado se recobra la presencia de quien sigue resplandeciendo por la poesía como si fuera un sol; y es la autora que escribió sueños y los encaminó al encuentro de su presencia en tradición de la poesía mexicana, pero destacando su lugar junto a autores de una generación peculiar como la de Rosario Castellanos, Margarita Michelena, Jaime Sabines; así como la de Jaime García Terrés, Rubén Bonifaz Nuño, Alejandro Avilés, indistintamente, todos o separados, por afinidades o por grupos, marcaron un antes y un después en la tradición de la poesía mexicana.

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_571

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