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domingo, 28 abril, 2024
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Con el hechizo de abril

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Por: ÁLVARO LUIS LÓPEZ LIMÓN* •

La Gualdra 571 / Arte

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Abril es el mes más cruel.

Th. S. Eliot

Podríamos estar de acuerdo o no con la crueldad del mes de abril, quizá porque engendra lilas de la tierra muerta, o porque sólo sea comparable a la tiranía del mes de mayo. Un mes que dejó baldío al sueño; como ese miércoles en que se expuso una realidad que nos obligó a mirar más allá, a colocar los ojos en las manos. Falló la evaporación lenta, ha muerto Leonora Carrington. O es que, soñamos su muerte, o sin saberlo somos el sueño, la pesadilla de los otros, espectros, o quizás, la danza permanente con que sueña la tortuga.

Decía Bachelard, en su poética del espacio, que “[…] todo espacio habitado contiene la esencia del concepto de hogar, […] la casa no sólo se experimenta a diario, al hilvanar una narración o al contar nuestra historia, sino que, a través de los sueños, los lugares que habitamos impregnan y conservan los tesoros del pasado”. En la edificación de sí –a través de The House Opposite–, Leonora revela fragmentos, trazos que convocan nuestra atención:

Primero, nos muestra el deseo infantil de tener consigo a Tártaro —su caballo— para que la lleve a recorrer el universo. Desde lo más profundo preparan una pócima para un personaje que yace aparentemente muerto. Muestra un proceso, permite un nuevo mundo en el que dos mujeres –acompañadas de un gato– invitan a conocer los misterios de la alquimia. El padre ya no está representado en la pintura, sólo hay una silla vacía, un lugar que nadie ocupa. Leonora, la eterna niña, ha devenido mujer. Segundo, el cuadro elimina la fachada del hogar y se desnuda la estructura interna del edificio, su intimidad. Con el corte trasversal del edificio convierte las habitaciones en celdas o mundos de experiencias, expuestos a miradas extrañas, desvelándonos sus secretos. Tercero, lo de abajo equivale a lo de arriba: se expone lo que tienen lugar bajo el techo, en el ático (lo de arriba); mientras la cocina (lo de abajo) refleja la vertiente más convencional y rígida del padre, ya que en el comedor se ubica –a la cabeza de la mesa– en el lugar preferente, un personaje –no presente– que se expresa en forma de sillón a rayas, un comensal ocupa el centro de la escena, es una figura femenina en plena metamorfosis, a punto de convertirse en caballo, se impone Leonora.

Así, como en esta obra, Carrington consumió sus deseos, tragó el canto de los pájaros, los laberintos y sus hojas, hizo suya la piel de la oveja y sus fantasmas, comió flores, sangre y soledad, disfrutó la crin de los caballos. Leonora no es una poeta sino un poema que camina. El ruiseñor la vio sentada en la piedra del manantial, fascinada, murmurando la canción del viento –esboza una sonrisa que se disuelve– en un viaje nocturno, y tal como nosotros, acompañada por el hechizo de abril.

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_571

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