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martes, 7 mayo, 2024
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El costo de nuestra alternancia política

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA • admin-zenda • Admin •

(entrevista con Emiliano Ruiz Parra)

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Es uno de nuestros jóvenes autores, 34 años, que aún le apuesta por una literatura de denuncia pero sin llegar a ser un paladín de la justicia como tantos otros que se autonombran desde sus columnas periodísticas o trabajos narrativos y terminan por jugar el papel de víctimas para llamar la atención o atraer likes en sus cuentas de Facebook. Las nueve crónicas que conforman Los hijos de la ira, las víctimas de la alternancia mexicana (Océano 2015) de Emiliano Ruiz Parra destacan por su precisión narrativa y su bien cuidada prosa, muy lejana de la descuidada escritura de los periódicos, por su agilidad en el enfoque de los hechos y por el empeño con el que Emiliano maneja los testimonios y los expedientes a los cuales tiene acceso no sin ciertas complicaciones que él mismo nos señala en esta charla.

A ver, Emiliano, tengo una duda. Tú sabes que respecto a la crónica en sí se ha puesto en debate los medios de los que se vale el escritor en cuanto a los hechos. ¿Qué tanto haces por conseguir un buen texto, así sea que omitas datos que son relevantes, así sea omitiendo fuentes que en algún momento pueden reforzar la crónica, así sea, como ha quedado demostrado en algunos casos, poniendo en tela de juicio la verosimilitud?, ¿cómo llegas tú a las crónicas, cómo trabajas?

“Mira, tu pregunta es incómoda, pero pertinente. Y es incómoda porque cuestiona un género en lo general, en lo integral, y es muy pertinente porque justo este mal ejercicio de la crónica que señalas es lo que nos ha desprestigiado a todos”.

A todos los que escriben crónicas…

“Yo creo que la crónica no es un género que esté fuera del periodismo, que se pueda dar una licencia fuera de las reglas, que uno pueda decir: ‘ah, bueno, pues como nosotros escribimos bonito, me valen madre los hechos, no quiero que éstos arruinen la intención de mi crónica’”.

Qué es lo que ocurre en muchas ocasiones con el periodismo…

“Hay un buen o mal periodismo, nada más. Y la verosimilitud ni siquiera es un valor periodístico; lo que hay es que los hechos sean verificables, entonces es cuando tenemos una crónica, un texto periodístico; de lo contrario engañamos, porque al presentar un texto como crónica nosotros le pedimos al lector un pacto: escribimos acerca de un suceso que ocurrió, que nosotros documentamos, que así fue”.

Hay una frontera casi invisible que separa la realidad de la ficción, ¿no crees?

“Lo que hay hasta ahora en todos mis textos, porque no he escrito ficción, y el día que la escriba lo voy a decir con mucha claridad, es un trabajo de involucrarme con los expedientes, las entrevistas, la confrontación de testimonios”.

Sólo escribes de lo que estás seguro…

“Yo te puedo decir que varias de mis crónicas son menos ‘sexys’ que las de otros autores porque no me atrevo a escribir de algo que no pueda afirmar. Este es un problema que se da actualmente porque ha habido abusos de algunos escritores que han inventado cosas y que tenían más vocación para la novela, el teatro, pero que no escriben una crónica, porque ésta tiene un territorio aparte, otras reglas, las mismas que la de cualquier nota que se publica mañana en el periódico”.

¿Llegaste a tener favores o privilegios de terceros para poder acceder a los expedientes?, en el caso de la crónica de los náufragos hay una parte que es también mucho de un relato que narra la desesperación de estos hombres que están en medio del mar y que ignoran si sobrevivirán o no…

“La crónica, como yo la entiendo, es la elaboración que hace el reportero con todos los elementos que tiene a su alcance. En el caso que señalas, el de los petroleros, el ochenta por ciento de los insumos informativos fueron testimonios de sobrevivientes y de familiares. No pude acceder al expediente de la PGR, pero sí accedí a otros expedientes de autoridades cuyos nombres hasta la fecha no te podría dar, porque me los dieron con el riesgo de perder su empleo”.

¿Cómo es que los convences?

“Fue un asunto de confianza, de decir: ‘está bien, ya es la tercera vez que vienes, tocas la puerta y pides lo mismo’, e incluso contra la posibilidad de despido no se me permitió tomar fotografías de los expedientes, sino que tuve que transcribir en mi libreta algunos de los elementos que yo consideraba más importantes”.

¿Qué ocurría si en algún momento de la crónica te encontrabas con que no era una historia tan atractiva, que se te caía la historia, qué hacías, la desechabas, intentabas componerla?

“A mí me pasa al revés: cuando llego a un tema no estoy pensando cómo lo voy a escribir, mi metódo quizás sea muy ineficiente en términos de recursos, porque me gusta pasar mucho tiempo expuesto a un fenómeno antes de escribir acerca de él. Primero acumulo información; después la proceso, es decir, la vuelvo a leer, la transcribo, veo las fotografías y, ya posteriormente, cuando tengo bien clara la información, es ésta la que me dice qué tipo de historia se puede escribir”.

No tienes machotes…

“No, no tengo un molde o un esquema, me valgo de todos los elementos posibles y, ahí sí, llegas a lo chingón de la realidad, que está tan llena de personajes, de sorpresas, que no hay manera de que no encuentres una gran historia en cualquier cosa que te fijes, siempre y cuando lo hagas con paciencia”.

¿Cómo fue que reuniste las crónicas para este libro?

“Cuando estaba en el periódico Reforma escribí dos de ellas, y desde entonces empecé a pensar que la violencia política tenía que ser una búsqueda”.

¿Cuál sería el común denominador de estas nueve crónicas?

“La violencia institucional, aunque mi búsqueda fue mucho más específica, pero quería contar este elemento del país, cómo lo había visto un reportero desde distintas aristas: hay una crónica sobre el crímen organizado; hay otra sobre los habitantes de Ecatepec, que es una historia donde no hay sangre, pero hay otro tipo de violencia institucional, la del clientelismo. Para mí fue todo un proceso vivir cada historia, pero ya con la idea de que tenían que irse complementando unas a otras para conformar un ciclo narrativo”.

En el momento en que comienzas a conformar el libro, ¿hacia qué público lo diriges?, porque, bueno, sabemos que Los hijo de la ira… se trata de un libro de denuncia, pero no sé si alcance a llegar a las personas que tú quieres que llegue.

“Esa es otra pregunta incómoda, pero necesaria. Es cierto, en México no sólo se lee poco, sino que además se compran pocos libros, por lo tanto el incentivo para escribir libros nunca es económico; los escribes porque quieres aportar tu granito de arena en el gigantezco mundo de los libros, y sí, efectivamente, eso que mencionas es otro paso que tiene que dar un autor: no solamente escribes el libro y te vas; ahora yo escribo el libro y trato de comentarlo con los medios de comunicación y también ir a los Estados a promoverlo, voy con mi ‘librito’ bajo el brazo como los predicadores medievales, de tal manera que el libro tiene dos fases: la primera de ellas es escrita; la segunda es oral, por lo que en ocasiones se vuelve un trabajo muy cansado, pero que también te hace muy feliz, porque confrontarse con un lector que te cuestiona y que te da las gracias es una gran satisfacción”.

Entre escritor medieval y paladin de la justicia con cuál te quedas…

“No hay esa reducción en mi trabajo. Sí escribo con una intención, sí hay una idea de que estas nueve crónicas se cuenten y que se valore como lectores y como sociedad las pequeñas resistencias sociales, las cotidianas y políticas, los personajes que en ocasiones son insignificantes para la gran narrativa mexicana, como las madres de los inmigrantes hondureños, salvadoreños, que nadie las ‘pela’ porque son mujeres que provienen de países muy pobres, pero que tienen la entereza de venir a buscar a sus hijos y convertirse en líderes. Sí tengo una esperanza de que escribir no sea solamente por placer, aunque claro que lo encuentro en hacerlo, sino que selecciono los temas, las historias y las reporteo, porque es mi contribución a lo que yo quisiera que fuese una democracia”.

¿Crees aún en los valores de la democracia?

“Sin duda”.

Y por lo que me señalas también crees que la literatura puede servir para denunciar…

“De la literatura no lo sé; tiene que estar bien escrita, eso me queda claro…”.

Los hijos de la ira, las víctimas de la alternancia mexicana de Emiliano Ruiz Parra se presentará en la Ciudad de México el miércoles 27 de julio a las 17:00 hrs. en la Biblioteca Vasconcelos. Contará con la participación de Guillermo Osorno. ■

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