La procuración y la impartición de justicia no sólo en el país, sino en el estado de Zacatecas tiene problemas muy graves en cuya solución poco se avanza. No sólo los casos dramáticos sonados en la prensa nacional son objeto de preocupación, sino la administración cotidiana de la justicia está en la situación de impunidad constante. En la procuración de justicia, el Estado tiene la obligación de investigar y perseguir los delitos cometidos: ¿hay realmente investigación de los delitos en este país? Un indicador de que el sistema en su conjunto está fallando es el crecimiento de los propios delitos; es decir, la mejor manera de contener la frecuencia delincuencial es con la erradicación de la impunidad. O en otras palabras: la impunidad estimula la frecuencia criminal. Y vemos que los delitos denunciados del fuero federal aumentaron 48 por ciento (lo cual no toma en cuenta los no denunciados); y en los últimos 10 años, las averiguaciones previas recibidas por presuntos delitos ante el Ministerio Público Federal han aumentado en 85 por ciento. Pero como la impunidad flota alrededor de 90 por ciento, la frecuencia delincuencial no se desestimula. No sólo los mecanismos institucionales no ayudan (a pesar de algunos avances en el tema, con los nuevos sistemas de justicia), sino que la corrupción se evidencia por el bajísimo impacto de los órganos garantes.
Una de las funciones a cargo del Estado Mexicano es buscar que las instituciones públicas que tienen como finalidad impartir justicia, lo hagan de forma pronta y expedita. Pero eso es acaso un sueño. Los sistemas orales han tenido cierto avance, pero sigue siendo un reto por superar. Como es de esperarse, son los delitos contra la salud y de uso ilegal de armas de fuego las amenazas más frecuentes y temibles. Estamos en una sociedad violentada, tenemos en esta situación un poco más de 10 años, y no se ha podido hacer nada con seriedad para contener el problema. La incredulidad de las promesas o expectativas que se desprenden de los epílogos de los informes ya son de automática incredulidad. La confianza en las instituciones de procuración e impartición de justicia está en los suelos; y no observamos luz al final del túnel. Más bien parece un eterno túnel que viaja hacia el centro de la tierra y no hacia la luz del día.
La mayoría de los delincuentes que son objeto de la mayor preocupación son jóvenes, lo cual indica que las medidas de procuración e impartición, deberían estar coordinadas con la prevención del delito. Y la prevención está casi ausente. La tasa de recuperación de personal en las bandas criminales es imbatible: pareciera que hay un ejército delincuencial de reserva y, además, sin atención por parte del Estado. Insistimos: si no se piensa en cambios radicales de paradigma, la situación seguirá igual. No se pueden tener resultados diferentes si continúan las mismas prácticas.
