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sábado, 4 mayo, 2024
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Voces de autoridad por microondas

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Por: CARLOS FLORES* •

La Gualdra 294 / Oralidad

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Eric A. Havelock refiere en La musa aprende a escribir[1] a las voces de autoridad, relacionadas con el mito de una manera amplia. Quien poseía una voz de autoridad era un líder potencial, pues tenía el conocimiento y la forma de persuadir a sus semejantes. El poder que obtenía se fundamentaba en la colectividad y las palabras que pronunciaba estaban relacionadas con los intereses del pueblo, quien gustaba de escuchar los mitos que dieran sentido a su existencia o explicaran el mundo en que vivían.

La oralidad era un arte. No cualquiera podría ganarse la confianza de la gente. El mito tenía que tener sentido, por lo que el orador basaba sus teorías de existencia en los aspectos más primitivos de la cultura que representaba: Los términos elegidos eran sobre todo de índole física ─cuerpo, espacio, movimiento, cambio, cualidad, cantidad y conceptos similares─, elementales y bastantes sencillos (desde nuestro punto de vista).[2]

Para Graves, los mitos se aplicaban a las necesidades de los pueblos. Por ello, los pueblos de América Central tenían mitos para la creación del maíz, esencial en estas culturas; mientras que los normandos daba suma importancia al mito de Thor, quien al batallar con los terribles titanes creaba el trueno y la lluvia, esencial para su agricultura y, por ello, para su supervivencia.

La oralidad no era un don que cualquiera pudiera poseer, sino un poder que bien podría marcar rasgos sociales de distinción. El sacerdote era el poseedor de esas historias que daban sentido a la vida comunitaria. De la habilidad en la construcción de un mito, dependía el alcance de esa voz de autoridad. En el mito se encerraba la sabiduría del pueblo, lo que podría mantener con vida a esa cultura. Bajo el mito se acogían los miembros de esa cultura, que regía bajo los preceptos que ahí se establecían.

Por ello el mito ocultaba a la vez que rebela, pues tiene la posibilidad de ser interpretado de muchas formas, según lo que se requiera. La clave para su interpretación estaba depositada en aquél que lo poseía: la voz de autoridad.

Actualmente estas voces de autoridad se han perdido. No hace mucho, según Havelock, quien menciona que Hitler como una gran voz de autoridad, expandida por la radio, moviendo masas, dando sentido al pueblo alemán y aterrorizando al resto del mundo. Sin embargo, hoy en día, tenemos un desprestigiado Estado, una iglesia fracturada con una serie de elementos desprestigiadotes en su entorno, así como una individualidad colectiva que no sabe a quién escuchar. De manera inconsciente reconocemos es voz de autoridad en los medios de comunicación.

Pero los medios de comunicación no pretenden adoctrinar -o al menos eso parece -, sino que tienen intereses puestos en la venta de una infinidad de productos, y al mismo tiempo, presentan una serie de elementos moralizantes, manipuladores y una serie de incoherencias con la realidad humana, que crean una gran disonancia con esas voces de autoridad del pasado. Tal vez por ello, apostamos al individualismo, donde la única voz que estamos dispuestos a escuchar sea la nuestra.

[1] HAVELOCK, Eric A., La musa aprende a escribir, Ed. Paidós, España, 1996, 189 p.

[2] Idem, p. 21. 

 

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