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viernes, 26 abril, 2024
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El español en EU, lengua sin Estado y sin ejército, y por tanto, en resistencia: escritora

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Por: ALMA RÍOS •

  • Hablarlo y escribirlo enfrenta a los autores migrantes a dilemas difíciles: Rivera Garza
  • Participó en el programa académico del Festival Cultural Zacatecas 2017

En los Estados Unidos hay unas 50 millones de personas que hablan español. Y de ellas, 11.5 millones más o menos, son bilingües. Pero el idioma español que se habla, se escribe o se lee en el vecino país del norte, “cruza una de las fronteras más dramáticas y poderosas de nuestro mundo globalizado sobre los hombros y en las bocas y en los cuerpos de migrantes, muchos de ellos indocumentados”, por lo que se convierte en una lengua sin Estado, una lengua sin ejército. Y por tanto, en una lengua en resistencia, dijo Cristina Rivera Garza.

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La escritora nacida en 1964 en Matamoros, Tamaulipas, radicada en Estados Unidos desde hace 27 años, y que tiene dijo, una historia familiar inmersa en distintos procesos de migración, quiso hablar del tipo de escritura producida en español, cada vez en mayor número y calidad, en la Unión Americana.

Su exposición, “Lengua sin ejército: el español en Estados Unidos hoy. Resistencia y Verdad”, fue presentada dentro del programa académico del Festival Cultural Zacatecas 2017, rubricado justo como “Migración sin fronteras: la experiencia artística desde la multiculturalidad”. Y recibió comentarios de la escritora y académica zacatecana, Maritza M. Buendía.

Rivera Garza puso énfasis en que “cada vez que hablamos con mayor frecuencia de escritores latinoamericanos”, se alude a los que “viven y se desarrollan” en los Estados Unidos, y por ello, expuso, “vale la pensar muy seriamente” en que “una buena parte” de la literatura latinoamericana o iberoamericana está siendo producida en aquel país.

La autora de Nadie me verá llorar (México/Barcelona, Tusquets, 1999) contextualizó su ponencia en la realidad “tan complicada y grave”, que significa para estos escritores y en general para los emigrantes de origen hispano, vivir hoy en un país con la presidencia de Donald Trump.

“Recuérdese que uno de los primeros actos de esta presidencia fue borrar el español de la página de la Casa Blanca”. Algo que es signo de una política más amplia del mandatario estadounidense.

Dijo estar más interesada en lo que se consigue o no en el proceso y tipo de escritura, y las estrategias de producción y distribución textual que han surgido de la migración de escritores latinoamericanos hacia los Estados Unidos en lo que va del siglo 21, que en el tema de la identidad de estos autores como chicanos o mexicoamericanos, etcétera.

Edmundo Almeida, Yuri Herrera, Valeria Luiselli, Pedro Angel Palou o Claudia Salazar, entre otros, conforman una lista de escritores migrantes “que crece y crece”, y cuyo trabajo en su mayor parte ha sido concebido y desarrollado en la Unión Americana.

Su experiencia escritural ha sido “fácilmente” etiquetada por algunos como el resultado lógico de un proceso de globalización que los propone “dispuestos a adoptar y adaptarse a las maneras del Imperio”. Pero objetó, su interés personal en cambio, es enmarcarlos en la experiencia de la “planetariedad”.

Mientras que el concepto de globalización enfatiza “la circulación de mercancías y capital”, la planetariedad resalta “las experiencias de los cuerpos cuando entran en contacto tenso, volátil, dinámico, con un mundo en el que la naturaleza y la cultura están inextricablemente ligados”.

Así dijo que “se gana mucho” reemplazando el agente global y en apariencia terso del mundo capitalista, por este otro “sujeto planetario capaz de adoptar un sentido de alteridad continuamente derivado del nosotros.”

Rivera Garza expuso que el cruce de fronteras plantearias entre América Latina y los Estados Unidos involucra “una operación geopolítica con la colonialidad y sus límites”.

Para los emigrantes latinoamericanos que proceden de regiones ricas en recursos naturales y de intensa explotación laboral hablar y escribir en español no es sencillo, pues el idioma es percibido por muchos en los Estados Unidos “como apto para el trabajo pero no necesariamente para las artes y la creación”.

Aunque es un orgullo que así se le asocie, dijo Rivera Garza, es también una lengua de reflexión y creación, por lo que esta conceptualización del español “es lo que está en juego” justo en las discusiones sobre la producción literaria en este idioma.

Hablarlo y escribirlo enfrenta a los autores migrantes a dilemas difíciles, “a una suerte de conciencia de borde o conciencia fronteriza; una zona de contacto que nos permite vivir al mismo tiempo adentro y afuera de la máquina capitalista. Utilizarla, y al mismo tiempo demoler la razón instrumental que ha nacido de sus entrañas”, dijo en cita a la lectura del fenómeno que hace Silvia Rivera Cusicanqui, socióloga e historiadora aimara, quien ha mostrado su interés por una lengua que denomina “cheje”; a la que describe como “contaminada y manchada”.

“Un castellano en su caso aimarizado”, dijo la escritora, que permite sin embargo, un diálogo crítico y ofrece un “método de traducción e integración de entidades presentes y futuras”.

La mezcla o combinación de lenguas, es denominada “escritura exofónica” por otra teórica, e implica la práctica de incorporar palabras o sintaxis extranjeras, en este caso, al inglés convencional, tal como ya lo hacía T.S. Elliot o Ezra Pound, y ahora ahora, Yoko Tawada, novelista japonesa quien también escribe en alemán.

No obstante, “las lenguas cheje no pueden ser descritas simplemente como meras mezclas o fusiones de idiomas”, pues se desestimarían los contextos políticos y coloniales en los que se dan estos intercambios.

Trajo a colación la definición de la lingüista mixe, Yásnaya Aguilar Gil, quien al hablar de la diferencia entre el idioma español y las lenguas indígenas de uso en América Latina, expuso “que las primeras se las arreglan para sobrevivir sin un Estado que las respalde”.

“La única diferencia es que son lenguas sin Estado, son lenguas que no tienen un Estado atrás promoviendo su cuidado y su continuación”.

El español como una lengua impuesta por la Conquista que tiene detrás una experiencia colonizadora de al menos 300 años, “es sin duda una lengua con Estado y luego entonces una lengua con ejército dentro de los territorios que conocemos como Latinoamérica”, observó Rivera Garza, pero acotó, que luego que este mismo español cruza la frontera con los Estados Unidos, portada en muchas ocasiones por migrantes indocumentados, “ese mismo español se convierte también en una lengua sin Estado”, y por tanto en resistencia.

La escritora ponderó entonces como una de las cosas “más provocadoras” que ha hecho en su vida, la creación de un programa de Doctorado en Escritura Creativa en Español en la Universidad de Houston, que estará abriéndose el próximo otoño de 2017, mismo que se ha construido sobre la experiencias previas, de maestrías en bellas artes sobre escritura creativa en el mismo idioma.

Los programas de maestría en bellas artes son apenas tres y surgieron de manera reciente, dos de ellos apenas en 2011 y 2013, mientras que existen unos 900 en escritura creativa en inglés.

“Pueden ver, comparado con una muestra de 50 millones de personas, que vamos muy retrasados y que es una tarea bastante urgente”.

Esta propuesta académica “lleva la escritura en español dentro de los dominios del inglés de los Estados Unidos, hacia un terreno enteramente distinto, partiendo del hecho de que para existir, la escritura requiere tanto de una instrucción intelectual rigurosa como de espacio, tiempo y apoyo comunitario”.

Cuando trabajaba en él, enfatizó, no sabía que Trump ganaría la presidencia de los Estados Unidos pero sí tenía conciencia “del gran número de personas, de migrantes documentadas y no, que siguen hablando español como primera lengua” en aquel país. “Por eso estoy hablando que son lenguas sin ejército, pero por lo mismo, son también lenguas en resistencia”.

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