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viernes, 26 abril, 2024
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Eduardo Sacheri. El único modo de gritar un gol como ese

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Por: Mauricio Flores • admin-zenda • Admin •

La Gualdra 247 / Libros

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Segunda parte y final

Enemigo de cierta filosofía que dicta sentencias —“ganar es todo”; “ganar no es lo más importante, es lo único”— el escritor argentino Eduardo Sacheri (1967) se adentra en los laberintos del fútbol para hacer suya aquella sentencia de Albert Camus: las cosas más importantes de la vida me las enseñó este juego. En el que, como en todo juego, se pierde o se gana.

Esa filosofía del ganar-ganar, escribe Sacheri, “ignora, oculta, desprecia, el laborioso entretejido de los días y los actos de los hombres. Los accidentes, los azares, las decepciones, los intentos. La verdad simple y profunda de que no sólo importan los qué sino que importan los cómos. Ese lugar esencial que tienen las formas”.

Tal vez por ello, los veintiséis textos contenidos en su nuevo libro Las llaves del reino cuenten historias acerca del fútbol, es cierto, pero surgidas, proyectadas, observadas desde cualquier rincón de las actividades humanas. Sin olvidar que la experiencia, cualquiera que sea, contiene siempre la emoción sincera de alguien que sabe de luces y sombras. Quien lo mismo recuerda “el mejor gol de la historia” que las reiteradas derrotas semanales de su equipo preferido, incluso con ironía.

Se gana o se pierde, no hay más.

“Sí. Siempre puede ser peor. Y ver jugar a nuestro equipo nos muestra que sí, que siempre se puede estar peor —sostiene Sacheri—. Basta con esperar a la semana que viene”.

Alguien dijo que la vida, al menos para los futboleros, es lo que sucede entre mundial y mundial, y que Sacheri lleva al extremo al negarle todo juicio a un futbolero “con siete semanas sin fútbol”. Siempre habrá liga, copa, torneos de verano, competiciones sudamericanas, europeas, mundiales. Posibilidades para comprobar que el fútbol es “siempre infinitamente más que un deporte” y espacio para recrear nuestras más íntimas magias y leyendas. Porque, bien dice el narrador, “uno no elige el momento en que lo asaltan los milagros”.

Autor de La pregunta de sus ojos, novela que Juan José Campanella llevó al cine como “El secreto de sus ojos” y con la cual obtuvo el Óscar a la Mejor Película Extranjera en 2010, Sacheri no niega su afición por Independiente de Avellaneda, un equipo no siempre en los primeros sitios de los torneos argentinos. Preferencia, como cualquiera, más bien gratuita. “Esperanza desbocada”.

¿Qué hace que siempre haya rivalidades? ¿Siempre unos de un lado y otros del contrario? ¿Amarillos y rojos? ¿Galácticos y pueblerinos?

 

Como un enajenado

Imposible que Sacheri dejara fuera, en este recorrido que se lee a ritmos futboleros y sin entretiempo, su lectura del 22 de junio de 1986, resultante de su experiencia —maravillosa en sí, maravillosa al contarse— siendo un joven enamorado. El caso es que el cronista en ciernes (portero en activo) fue invitado por su novia a ver el partido en una comida (asado) familiar.

Y hasta ahí fue, preocupado, eso sí, por la manera en que experimenta el fútbol. “Grito, salto, comento, puteo, reclamo, gambeteo, sudo, relato, gesticulo, despejo los balones sueltos en el área propia, estiro la pierna para llegar con lo justo a las pelotas indecisas de la mitad de la cancha. En otras palabras: doy un espectáculo bochornoso para cualquiera que no entienda de este juego”.

Fue ahí donde supo del “primer gol que no grité” (la Mano de Dios) y, cuatro minutos después, del “mejor gol de la historia”.

“Sé que dejé de respirar cuando [Diego Armando Maradona] se tomó un instante para quedar de vuelta de zurdo, después del último enganche al dejar pagando a Shilton [portero inglés]. Y después no sé más nada”.

“Mejor dicho, cuando recupero la conciencia, estoy colgado de los barrotes de una ventana, a un metro del suelo, con los pies sobre el alfeizar, gritando como un enajenado, insultando a los ingleses y a la madre que los parió, deshaciéndome la garganta, descoyuntándome la mandíbula, desintegrándome las cuerdas vocales, que es el único modo de gritar un gol como ese”.

 

“Con un pie en el futuro

Cualquier futbolero sabe lo insípido que resulta ver un partido diferido, cuando se conoce el resultado. En ciertas circunstancias puede tener cierto atractivo. No sé: supongamos que el equipo de uno ganó un clásico. Está bueno revivirlo unas horas después, con el corazón en calma, apreciando lo que horas antes, en medio de la excitación y la tensión, en medio de la algarabía o de la angustia, uno no puede apreciar. Pero ya no es lo mismo. El fútbol, me parece, para ser fútbol, tiene que conjugarse en tiempo presente, un presente que siempre está con un pie en el futuro. Lo importante no es, en el fondo, ver los goles de hace un rato, sino saber qué va a pasar con esa pelota que cruza el mediocampo exactamente ahora”.

Eduardo Sacheri

 

 

“Estadio Azteca

Prendido, a tu botella vacía

Esa que antes, siempre tuvo gusto a nada

Apretando los dedos, agarrándome

Dándole mi vida, a ese paraavalanchas.

 

Cuando era niño, y conocí el Estadio Azteca

Me quedé duro, me aplastó ver al gigante

De grande me volvió a pasar lo mismo

Pero ya estaba duro mucho antes.
Dicen que hay, dicen que hay

Un mundo de tentaciones

También hay caramelos

Con forma de corazones.

Dicen que hay bueno malo,

Dicen que hay más o menos

Dicen que hay algo que tener

Y no muchos tenemos,

Y no muchos tenemos.

 

Prendido a tu botella vacía

Ésa que antes siempre tuvo gusto a nada”.

Andrés Calamaro

 

 

Eduardo Sacheri, Las llaves del reino, Alfaguara, Argentina, 2015, 296 pp.

* [email protected]

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-247

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