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sábado, 27 abril, 2024
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De la patada

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Por: Manuel Rivera •

A propósito de la reciente pérdida del motivo de la atención de buena parte de los mexicanos en los asuntos del mundo, a raíz de la terminación del Campeonato Mundial de Futbol, y de la creciente felicidad que seguramente experimentan miles de alumnos por el fin del año escolar, podría resultar oportuno compartir algunos pensamientos que ligan ambos hechos y me atreví a exponer el sábado 12 en una plática celebrada en el Colegio Coímbra, en Temascalcingo, Estado de México, a invitación de su directora Teresa Ortiz.

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La integración propuesta de ambos acontecimientos, parte de entender que la educación no sólo brinda herramientas para transformar el entorno, sino también, particularmente, contribuye a la formación de una conciencia colectiva de respeto y colaboración, así como al desarrollo de la idiosincrasia, es decir, del temperamento o carácter que distingue a un individuo o una colectividad.

Deseo no contravenir de manera grave el pensamiento de muchos mexicanos respecto a la Selección Nacional, que una vez más jugó como nunca y perdió como siempre, pero quiero ilustrar la imperativa necesidad que tenemos de una educación integral para salir adelante como nación.

Permítanme entonces observar tres aspectos con relación al ya famosísimo encuentro con Holanda, las que mencionaré sin intención alguna de blasfemar:

La tendencia masiva para encontrar en circunstancias externas la culpa de la derrota, al considerar al árbitro como el causante de ésta, antes que optar por la reflexión para mejorar el nivel de juego propio.

Es cierto que México padece factores internacionales ajenos, que influyen en nuestras condiciones para competir en el concierto mundial, como el establecimiento de subsidios al agro en las naciones más poderosas del orbe, pero también es verdad que carecemos de conocimientos y actitudes suficientes que presenten un contrapeso efectivo a esas variables de origen externo.

Educar para transformar circunstancias y contar con el carácter para emprender cambios en nosotros mismos, no para resignarnos a ser víctimas de los demás, es absolutamente necesario para convertirnos en triunfadores.

El desprecio al orden establecido para una colectividad, cuando éste no favorece el gusto particular. Me parece que al salir a la cancha todo equipo acepta que acatará las decisiones de un árbitro que resulta obvio podrá ser capaz, mas nunca perfecto. Ningún jugador ni espectador podrá sostener, al menos con relación al Mundial 2014, que el análisis de la repetición instantánea era un método acordado para reconsiderar las decisiones arbitrales.

Seguir despreciando la legalidad o las reglas del juego, buscando la excepción o la discrecionalidad, no el respeto a lo establecido, lleva a aceptar como cotidiano, por ejemplo, lo mismo el soborno a un agente de tránsito, que el desvío de millones de pesos hecho por un mal funcionario.

Educar para respetar a la ley y autoridad, es imperativo para la armonía y el desarrollo de toda sociedad. Acatar reglas claras y de aplicación universal, es fundamental para evitar disputas y tener certeza para emprender acciones que lleven al progreso.

La carencia de una actitud que haga de lo adverso motivación para luchar y de lo favorable impulso para hacer aún mejor las cosas. Cuando México se fue arriba en el marcador, algunos observamos dos cosas: los holandeses se crecieron y lejos de reducir su ánimo por un gol en contra, jugaron con mayor determinación; y los mexicanos, con ese tanto a favor, redujeron sus acciones ofensivas. El resultado todos lo sabemos.

La derrota llega cuando se deja de luchar y el triunfo se pierde cuando se cree seguro. Acostumbrarse a perder o a la comodidad que limita el esfuerzo para ganar, son dos de las mayores amenazas que existen para el desarrollo continuo de los seres humanos y sus organizaciones.

Educar para la búsqueda permanente de la victoria en cualquier ámbito de la acción humana, debe ser parte fundamental de la nueva visión nacional que nos saque adelante en un mundo de competencia creciente y amenazante. El progreso no será ni de los resignados ni de los confiados.

La culminación de una etapa es el momento por excelencia para reflexionar sobre lo hecho y proyectar lo que se desea hacer.

Las vacaciones escolares no sólo deberían ser consideradas como el periodo en el cual se asume la responsabilidad total de los hijos -tras el breve cese del endoso de ésta a los maestros-, sino también como el momento para admitir que dar facilidades a nuestros herederos para que vayan a la escuela y obtengan un certificado, no es suficiente para garantizar su futuro de éxito.

Empero, si reconocemos que más allá de acumular bienes materiales, el fin último del ser humano es su satisfacción integral, producto de su percepción de bienestar y armonía consigo mismo y su entorno, entenderemos que es necesario procurar que su formación les brinde herramientas indispensables no únicamente para hacer, sino también para ser, adicionales a las netamente académicas.

Educar es dirigir o encaminar el trayecto de un ser humano en la vida, no únicamente enseñarle lo suficiente para que apruebe los exámenes que le darán derecho a un certificado.

“La educación es fundamental para la felicidad social; es el principio en el que descansan la libertad y el engrandecimiento de los pueblos”, dijo el estadista mexicano Benito Juárez.

 

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