21.4 C
Zacatecas
lunes, 6 mayo, 2024
spot_img

Una foto bien tomada y de regular tamaño I

Más Leídas

- Publicidad -

Por: QUITO DEL REAL • admin-zenda • Admin •

El son del corazón

- Publicidad -

Hay de mesías a mesías.

Convengamos que existen mesías progresistas, agudos y ocurrentes, como Andrés Manuel López Obrador, y hay mesías reaccionarios, pedantes, sin humor, como Aurelio Nuño. ¿Usted, querido lector, por quién simpatiza?

Un improvisado que vende temas reciclados

¿Nuño mesías? En efecto. El secretario de Educación Pública no se parece ni de lejos a José Vasconcelos y no reúne la capacidad de operación de Torres Bodet; sin embargo, desea penetrar sin trabajo antecedente y sin carisma, con una fe infantil en la modernidad tecnocrática y neoliberal, en el punto de vista de los paterfamilias que conviven diariamente con los maestros de la CNTE.

Lo hace sin talento: dispone  del patio de una escuela, entre abundantes escolapios, y desde ahí propina tremendas felpas retóricas a los profesores rebeldes que consideran que su reforma educativa es regresiva, antinacional, de hebra intervencionista, y subvencionada por el FMI, el Banco Mundial y los derechistas de Mexicanos Primero.

Nuño delira. Además de hacer uso de las macanas, desea elogiar engañosamente el respeto por la escuela, por el país, por el pueblo, en un discurso volteado al revés, tramposo y sin asideras, donde los malos pretenden aparecer como buenos. Sus recursos son precarios, su razonamiento inestable y sin pulcritud.  Aurelio no sabe descifrar la interminable energía guerrera de los maestros del sur y el sureste mexicano.

Aurelio Nuño es un mesías impostor, ¡que lo saquen o que devuelvan las entradas! Con la arbitrariedad por delante, como único activo de su cruzada antisocial y de su corazón, desmantela la posibilidad de un acuerdo creador con los auténticos y gloriosos maestros de la CNTE.

 

Una vibración secreta que derrota al silencio

Lo diré sin rodeos: no tengo asunto ni indisposición contra el mesianismo de Andrés Manuel. El suyo me parece un ejercicio político lúdico, de literatura y de rompimiento. Sus incursiones discursivas son simpáticas, contradictorias, polémicas, innovadoras, resonantes. Creo que el Peje despliega un plus que ningún dirigente político mexicano pudo detentar, ni siquiera Don Benito, Madero o Tata Lázaro, por mantenerse obstinados en su estatolatría.

¿El Peje, conservador? Sí, cómo no. Después de tantos años de trajinar, de correr la legua por brechas calichosas, tiene una visión profunda del país, de su geografía, sus recursos y su gente.

Pero he aquí algo inexistente en la totalidad de los políticos mexicanos: ha aprendido hasta la médula del hablar de los demás. Se hizo un simbólico tajo en un hemisferio cerebral, para meter chorros dulces de diversidad lingüística, de música hablada y rica en sabiduría. Desde esa atalaya observa a su país con una visión característica, a cuyo plano sólo pocos elegidos consiguen llegar.

López Obrador tiene como fuente de conocimiento escuchar profunda y atentamente. Reconoce los giros y la intensidad de las palabras, advierte en su sonoridad la irritación de una demanda. Se identifica en el oleaje agitado de una consigna gritada al unísono por cientos de voces.

La voz de Andrés Manuel contiene una vibración secreta que convoca, exalta, indigna y conmueve, sin que los adeptos puedan percibirla. Este parece un tema esotérico, pero no. Bueno, igual y sí. La suya es la voz paradigmática del dirigente de masas que se convierte en vocero autorizado y en cómplice devoto de la multitud, que sabe traducir los reclamos populares y unirlos en el plano supremo de un programa político.

 

Una apasionada fiesta de las masas

Esta reflexión personal, que hoy ofrezco al culto lector, fue adquirida durante las intervenciones explosivas de Andrés Manuel en el zócalo capitalino, en las jornadas cívico-políticas de julio-agosto de 2006, y que justo comenzaban cuando el reloj de catedral inauguraba el campaneo, tin-tan, de las seis de la tarde, ante una amplia plancha colmada de gente.

Como si fuera una puesta en escena, López Obrador arribaba puntual al estrado y, en ese preciso instante, los coheteros voluntarios de Iztapalapa, Atlampa, Oztotepec, Ixtayopan, Atocpan y Culhuacán, recibían al candidato recientemente defraudado con un estruendo semejante a un cañoneo, como augurio en contra de los granujas y los traidores.

Alguna gente lucía en su vestimenta una interpretación icnográfica bizantina: imágenes del Peje en el sombrero, en los ojales, en los paraguas. Había adeptos que se abrían paso con una corona de hierbas en la cabeza y llevaban en su pecho iconos de tema político, con una composición material de relieves y pintura, donde el tema central era una foto bien tomada y de regular tamaño de Andrés Manuel, recortada de alguna revista.

“Amigas, amigos…”, comenzaba con parsimonia, para explayarse en una trama invariable: breve intervención del Peje/ aplausos atronadores, breve intervención del Peje/ rugidos con un no de protesta. Y así continuaba el esquema,  como ocho o diez veces.

Esos eventos estuvieron muy cargados, bastante eléctricos. Por eso mueven a risa y grima los textos irresponsables, detrás de la barrera, de la comentocracia enviciada del país; ellos jamás nutrirán su periodismo con vivencias de privilegio como éstas.

Lamento cuando algunos sectores de clase media hablan con desdén, sin saber, acerca del mesías, del líder, del compita. Lo reitero: Andrés Manuel encontró, desde hace mucho tiempo, la palabra y la política que lo une a la gente pobre. Deseo recordarles: en 2006, el Peje ya llevaba 32 años de grafitear la tramoya de esta espinosa realidad política.

 

Nuño y su sueño delirante

El secretario Nuño desea mostrar su valía ante los poderes fácticos. Quiere ser presidente de la República.

Después de encarcelar arbitrariamente al dirigente principal de la CNTE, ahora movió las cámaras para hacer caprichosos paneos de un match en solitario, donde él polemiza con un Peje in absentia. Sólo encontró molinos de viento.

Nuño está convencido de que su investidura lo autoriza para cualquier caprichito. ¿De dónde ha sacado la convicción de que puede debatir con el Peje, así como así, sin mostrar el valor de sus credenciales, sus pendones políticos y su militancia?

Propongo voltearle la tortilla: que haga méritos y, después, que solicite audiencia. ■

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -