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sábado, 4 mayo, 2024
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De fidelidades y lealtades y personajes y personeros

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Por: AQUILES GONZÁLEZ NAVARRO •

“A MIS AMIGAS (OS) ZACATECANOS – A QUIENES ME CONOCEN – A QUIENES TENGAN LA GENEROSIDAD DE OBSEQUIARME UNOS MINUTOS PARA LEER ESTE DOCUMENTO”. Así da inicio el texto del ingeniero Esaú Hernández Herrera que circuló esta semana  y que ha generado polémica en los sectores del poder político y en ciudadanos interesados en los asuntos públicos.

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El contenido lleva implícita una denuncia sobre hechos de corrupción dentro del gabinete del gobierno del Estado. Y digo que la lleva implícita, porque, como es el ingeniero Esaú Hernández: prudente,  cuidadoso y obsesivo en las formas, no abre a detalle datos que abonen a dar claridad sobre mecanismos de corrupción en el gobierno. Se concreta a hacer saber a los que lean el documento que, en al menos dos ocasiones, informó al gobernador Alonso de comentarios al interior del gabinete que referían corrupción y que la respuesta seca, cortante e incómoda del gobernador, fue un simple: “No es cierto ingeniero”.

¡Y respondieron los fieles! : Uno de ellos dijo respetar a Esaú Hernández, pero advirtió que “la fracción en el Congreso siempre defenderá al gobernador”. Y  agregó, cual si fuera asunto doméstico: “la ropa sucia se lava en casa”.

¡Y respondieron los personeros!: “El caballero de la política se convirtió en caballo, pues le jalaron la rienda y con ello ya se ve el proceso electoral de 2016”, dijo uno. “Da a pensar mal, todo indica que alguien lo está manejando”, dijo otro de  mentalidad servil.

“De caballero puede pasar a falso, ingrato, mal agradecido, traicionero y otros adjetivos obligadísimos si quien denuncia –así otorgue nombre y apellido -, perteneció al equipo y recibió,… un trato fino de parte del gobernante” agregó alguien más, como para ajustar cuentas a nombre de quien pretende  representar.

El texto íntegro al parecer caló hondo, por eso tales  respuestas. Igual caló hondo en el ánimo del autor, quien acude a los principios bajo los que fue formado: “No acostumbro desempeñar un trabajo en el que mis principios cedan a mi conveniencia”, dice Esaú al añorar el aprendizaje en su juventud con “maestros probos, viejos y sabios”.  Finalmente, como un acto de lealtad al gobernador, dice,  el 18 de julio de 2011 le hizo entrega del documento.

Lo cierto es que, cualquier actitud que tienda a sanear o mejorar la administración pública, debiera ser regla y no excepción y valorada como un acto de lealtad y no como ingratitud, en cuanto que su finalidad no es otra que encausar el rumbo  desviado para trascender en buen gobierno, favoreciendo en primera instancia a su titular.

Habrían pasado dos años del gobierno de Amalia García en que, a la parienta incómoda de la mandataria se le ocurrió buscar la complicidad en actos de corrupción, nada menos que de un ex maestro universitario reconocido como un auténtico hombre de izquierda, culto y sabio : el distinguido economista Noé Beltrán.

Nuestro Maestro, para muchos universitarios, informó a la gobernadora. Ante la falta de respuesta presentó su renuncia al cargo de primer nivel que ocupaba y, hastiado expresó: “me canse de la incongruencia”, en referencia a la conducta de quien se autodefinía como una mujer de izquierda.

Así como no es motivo de desacreditación la conducta que trata de corregir la ruta hacia un buen gobierno, tampoco lo es la rebeldía de quien al integrarse a una administración lleva consigo su propio capital político.

“En todo caso se trata de un militante del PRI que, después de años de ausencia del servicio público, fue distinguido (sic) por el gobernador Miguel Alonso, con la Secretaría General de Gobierno…”, se comenta en un medio para denostar la imagen de quien los priístas definían como “caballero de la política”.

Y es que, los nombramientos que hace un gobernador o el propio presidente de la República o inclusive, un presidente municipal, son necesariamente ponderados. En algunos casos, que son lamentablemente la mayoría, se impone el amiguismo, el pago de facturas políticas, la recomendación y hasta el interés económico. Así las cosas, sería aceptable el reproche hacia quien, luego de un nombramiento inmerecido haga crítica en contra de quien lo favoreció.

Pero, caso diferente es, cuando la designación se hace a quien tiene méritos suficientes para acceder al puesto: un profesionista prestigiado, un académico reconocido, un político calificado como hombre honesto, sensible y capaz. Entonces el designado abona con sus méritos al prestigio del gobierno, de su partido y de la dependencia asignada.

Guardando las proporciones: ¿Qué debe Vasconcelos a Obregón, o Melchor Ocampo a Juárez o Reyes Heroles a López Portillo?

¿Qué deben hombres y mujeres de méritos, a los gobernantes que los nombraron para algún cargo público?

¡Deben los sin méritos! ¡Y no abonan! ■

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