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domingo, 5 mayo, 2024
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La UAZ y su soledad

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Si a alguien no podría faltarle apoyo social y solidaridad en su lucha por recursos, es a la Universidad Autonoma de Zacatecas, parte importantísima en la economía local, formadora de la mayoría de los profesionistas del estado, y puerta barata -y durante años única- a la educación superior.

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Pero basta ver las redes sociales, los comentarios en las notas periodísticas y las conversaciones callejeras para darse cuenta de que la UAZ se siente sola en esta lucha.

Se nota en los muros de sus profesores, en los de sus trabajadores, piden likes, palabras de apoyo, hastags, y lo que puedan aportar los muchos que nos hemos visto beneficiados por la existencia de nuestra querida universidad.

Yo, como muchos, jamás podría regateárselo. Sus aulas me formaron y su nobleza permitió que mi padre, y consecuentemente el resto de mi familia, saliera adelante.

Pero el mínimo respeto que exige el espíritu crítico con el que fui formada obliga a reflexionar qué ha hecho la comunidad universitaria para recibir la espalda de los sectores a los que dice servir.

Lo primero, explicado también por su situación financiera, ha sido cerrar puerta de sus aulas. Muy lejos quedaron los tiempos en que la Universidad Autonoma de Zacatecas era el lugar donde los jóvenes de las clases populares encontraban una oportunidad para estudiar y superarse.

Hoy, con exámenes de admisión que favorecen a los sectores urbanos y de clase media, justifica la exclusión de quienes antes eran su principal objetivo, y los pocos que logran entrar, enfrentan gastos en autobuses, comidas, hospedaje, copias, materiales, etcétera, que en acumulación se vuelven un onerosa inversión a la cual hay que sumar cuotas “voluntarias” -que no lo son- de mil a 5 mil pesos, de las que nunca se rinden cuentas.

Con todo esto, la UAZ ha dejado ser la opción para gran parte de las clases populares que encuentran más fácil inscribirse en una institución tecnológica o incluso en una de las universidades privadas como la de Durango, o la UNID, que no los rechazan por examen de admisión, y que han sabido generar planes de financiamiento que hace accesible las colegiaturas para ellos.

La UAZ, tristemente, no es espacio donde la gente encuentre acceso al conocimiento calificado de profesionistas. Cuando alguien requiere atención médica recurre con mayor frecuencia a las farmacias similares que a consultorios respaldados por la UAZ. Para atención psicológica la gente va a los servicios del DIF antes que a los espacios universitarios. Lo mismo en contaduría, derecho o la rama que se le ocurra.

No es que no haya esfuerzos, los hay, no es que no haya ejemplos, los hay, pero están muy por debajo de las necesidades sociales. Que no hay recursos para ello, es cierto, pero que se perdió el espíritu de poner al servicio de la gente los conocimientos adquiridos gracias al privilegio de poder haber accedido a la universidad, es innegable.

Hace mucho que dejamos de ver a los universitarios -siempre con excepciones- acompañando a las luchas sociales. No son ya la vanguardia de luchas populares como lo eran hace un tiempo.

No hay ya siquiera cohesión para asumir cómo problema de todos lo que acontece con uno y otro sector universitario porque se ha aceptado sin chistar las medidas capitalistas que han convertido en individual lo que antes era colectivo.

Que si la mitad de jóvenes no son admitidos: problema de ellos, que estudien más; que si tal maestro gana poco, que publique más, que vaya a más congresos; que si la UAZ tiene problemas financieros, no importa todavía hay espacio para mi sobrino, aunque no se le requiera, aunque no sea la persona más capaz.

El contrato colectivo, el crecimiento sostenido, la ampliación sustentable de la cobertura educativa, el bienestar de los estudiantes, todo puede esperar a que quede un tiempo libre en la búsqueda por subir el escalón siguiente de lo Sistema Nacional de Investigadores, a costa de lo que sea.

A esto se suma la falta de transparencia y la desconfianza qué hay en el manejo de recursos de la Universidad. ¿Cuál fue la participación de la UAZ en la estafa maestra? ¿Alguna vez se ha sancionado a alguien por malos manejos? ¿Cómo es que se vive en permanente crisis financiera y al mismo tiempo se crean licenciaturas, se contrata más gente, se abren escuelas en municipios, se construyen edificios, y se pagan viajes al extranjero?

Probablemente hay razones administrativas que lo justifican, pero la soberbia de asumir que no hay necesidad de explicarle esto a la sociedad, o la torpeza para hacerlo, está pasando el costo.

Quizá ni siquiera han caído en cuenta. ¿Notan los universitarios que su relevancia social se ha disminuido? ¿Se dan cuenta que la UAZ se ha desdibujado en la discusión de lo público? ¿Perciben que ceden el protagonismo de la vida pública de Zacatecas a otras instituciones?

Nada de esto es ajeno al ánimo de la gente que el viernes 14 enfureció por el bloqueo del bulevar por miembros del STUAZ por la advertencia de que no se podría pagar en tiempo el aguinaldo y la quincena.

Lo mismo al día siguiente con la manifestación del personal académico que coincidió con el día en que trabajadores del ISSSTE denunciaron que tienen hasta 12 quincenas sin recibir su salario. ¿Hubo el mínimo gesto de solidaridad universitaria con quienes comparten su pesar? No, ninguno. Y mientras se permanezca indiferente a los luchas de otra gente, no podrá más que esperarse la indiferencia de los demás para con las propias, aunque no les sean ajenas. ■

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