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viernes, 3 mayo, 2024
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El Proscenio de la democracia

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Por: DANIEL SALAZAR M. •

“Se votó en paz y con normalidad”, informaría jactancioso y en cadena nacional, el consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova. Pero la realidad del proceso –que ordinariamente discrepa de los informes oficiales– se vio ensombrecida por el fraude, la manipulación y compra de votos, las “contribuciones” de la delincuencia y el movimiento de tropas por diversos estados de la República que buscaban “recuperar” los centros electorales y “replegar” a la disidencia magisterial.

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Todo un drama sobre el tablado mexicano. Los informes optimistas divulgados por el Consejo General del Instituto Nacional Electoral, eludían en todo momento aquello que reflejara inestabilidad; pero los cientos de casillas no instaladas en Oaxaca, Guerrero y Chiapas, muy pronto opacarían su optimismo. Queriendo esconder el hartazgo de la sociedad, la autoridad llamó “incidentes’’ a cualquier forma de protesta incluida la oposición inflexible a los comicios del 7: ‘‘Se resolvieron muy rápido los problemas” –dijo—“podemos decir que hay condiciones para celebrar elecciones en todo el país…’’.

Pese a las casillas no instaladas (603 oficiales) y a la quema, robo y destrucción de papelería electoral, el “balance general oficial” informaba la noche del domingo, que 99.8 por ciento de las casillas habían podido instalarse en todo el territorio nacional y que además era la cifra más alta de la historia alcanzada por un instituto encargado de organizar elecciones federales.

Sin embargo, 55 por ciento de abstención convertiría a esa “festividad democrática”, en una muestra clara de repudio y desinterés de parte de los electores. Si se toma en cuenta además que, a ese 55 por ciento le sumáramos el 5.5 por ciento de los votantes que eligió conscientemente anular su voto -más los votos en blanco- estos tres componentes representan en suma casi 60 por ciento del total de los electores, esto es que –6 de cada 10 mexicanos– repudian o no tienen interés por las elecciones.

Es por esto que los porcentajes obtenidos por los partidos participantes, deben ser calculados a la luz de las cifras alarmantes del abstencionismo. De este modo, el 29.18 por ciento con que se jacta el PRI de ser primera fuerza en el nuevo Congreso, representa en realidad un 29.18 por ciento pero de 40 por ciento que votó, o sea, algo así como un 13.9 por ciento del total de los ciudadanos con derecho a voto. En el caso del PRD, su 10.87 por ciento de “tercera fuerza nacional”, es en realidad 10.87 por ciento pero de ese 40 por ciento que votó, es decir, un poco más del 5.1 por ciento del total de los electores. En la misma lógica, el 21.01 por ciento del PAN se convierte en tan solo el 9.9 por ciento y, en el caso de Morena  –“la cuarta fuerza nacional”–, su 8.39 por ciento “oficial”, es en realidad el 4 por ciento del total de los electores en el país.

 

Crisis de representación

De este modo, los porcentajes reales de los votos ganados por los partidos, se reducen a niveles preocupantes si no es que irrisorios, es decir, que estos partidos no representan más que a una pequeña minoría. Del proscenio de nuestra democracia, surge entonces un sistema repudiado y minoritario que, además y como bien mencionara Almeyra, “pese al fraude, la compra de votos, las campañas con sus medios de intoxicación cultural, el terrorismo de Estado y la militarización, no se pudo impedir el abstencionismo, el boicot en zonas del país, como tampoco el bofetón de los votos nulos y en blanco cuyo número supera a los partidos más pequeños…”.

Los datos indican que los partidos perdieron votos en este proceso y que hasta el mismo PRI gobernante, no puede gobernar ya solo por lo que tuvo que recurrir al auxilio de sus marionetas “verdes” y al “azul turquesa” de la alianza. Que el PAN y el PRD se mantendrán ahí, en aparente oposición, pero sosteniendo la farsa electoral en pro de la continuidad del régimen vigente.

La dirección de Morena mientras tanto, canta victoria al haber reemplazado al PRD en el Distrito Federal con lo que justifica su línea electoralista (que porta desde hace años y que la mantendrá hasta 2018), pero escondiendo al mismo tiempo, el porcentaje real de votación (expuesto más arriba) y conservando el verticalismo caudillista de su estructura.

Quienes culpan de los resultados electorales al abstencionismo ciudadano, a su voto nulo y/o al boicot de los pueblos, ignoran la dinámica general del proceso eleccionario en la que están inmiscuidas no sólo las fuerzas y factores ya mencionados, sino además, las grandes corporaciones financieras y de empresarios que se unen a las maniobras estadísticas e informativas de los medios de comunicación.

Los resultados electorales y el abstencionismo manifiesto, habrán de dar pie a más y nuevas movilizaciones con gran apoyo popular. Los agravios acumulados y la amenaza de la privatización del agua y la salud pública serán sus detonantes. El cretinismo parlamentario irá quedando atrás para dar paso a la lucha de las masas tras la búsqueda de su propio destino. n

 

www.prt.org.mx

 

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