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lunes, 6 mayo, 2024
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Subjetivaciones rockeras / Dos consideraciones

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Por: FEDERICO PRIAPO CHEW ARAIZA •

Breves reflexiones sobre el rock en el cine

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El del cine es un universo fascinante del que me he visto tentado en varias ocasiones a escribir. Las películas no dejan de ser pasaportes que nos permiten conocer otras formas de concebir la realidad, de asomarnos a otras culturas y formas de vida inimaginables; nos invitan a ser partícipes de acontecimientos que, por ficticios que puedan llegar a ser, nunca dejamos de sentirlos como nuestros. Cuando veo lo que yo considero una buena película, irremisiblemente me pongo en el lugar del protagonista y, en algunos casos, por qué no, del antagonista, y a través de ellos, me permito por unos minutos vivir otra vida que no es la mía, con toda la gama de sentimientos que ello conlleva.

En varias ocasiones, el rock y el cine también han hecho buena química, y de ella han surgido algunas excelentes películas en las que este género musical pasa de ser la banda sonora de la película a una más de los protagonistas; pienso que quienes disfrutamos a plenitud de rock, evocaremos algunos ejemplos de lo anterior y, casi sin temor a equivocarme, creo que la mayoría, si no es que todos los ejemplos evocados, son filmes ingleses o norteamericanos. ¿Habrá algún ejemplo de cine mexicano que tenga como leitmotiv al rock, sin que sea uno protagonizado por Angélica María, César Costa, Enrique Guzmán, Alberto Vázquez o algún otro rocanrolero de esa generación? Y no porque tenga algo contra ellos, en realidad merecen todo mi respeto, sino porque las películas en las que participaban tenían como única finalidad la de brindar un buen rato, sin más.

No, hablo de películas que planteen una situación más compleja, pienso por ejemplo en el caso del cine mexicano, en la cinta ¿Cómo ves?, dirigida por Paul Leduc, que aunque experimental, plantea situaciones reales, y lamentablemente tan vigentes como en el año en que se filmó (1985, Año Internacional de la Juventud); incluso recuerdo que estaba dedicada, con justa razón, al Fondo Monetario Internacional, pero de allí en más, no me viene nada a la cabeza, lo que no quiere decir que no existan otros ejemplos, más bien, que los desconozco. Desde el lado norteamericano o inglés, por el contrario, son diversos los filmes que toman al rock como el medio para contar una historia, algunas, verdaderas obras de arte, otras, en realidad, de pena ajena.

Ciertamente, hay que reconocer que el cine mexicano pasó por una profunda crisis que se prolongó por casi tres décadas (o más), y aunque hubo por allí algunas excepcionales producciones (como la ya citada), el presupuesto no daba como para realizar otras cintas que tuvieran al rock como tema de importancia. Ahora el cine mexicano, a contracorriente, ha logrado sobresalir y ocupar un lugar privilegiado en las salas y festivales más prestigiosos del mundo, donde se reconoce que México, cinematográficamente, está en la vía correcta de su consagración. Espero que próximamente el cine mexicano nos ofrezca no una, sino varias cintas que consideren al rock más allá de una simple banda sonora; creo que elementos para nutrir un guión los hay de sobra, sólo basta ver los que nos ofrece nuestra realidad cotidiana, para bien o para mal.

 

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¿Hoy el rock se escucha o se ve? (Nuevas formas de escuchar)

Convivir con jóvenes me ha permitido darme cuenta de algunas nuevas formas de escuchar rock, mismas que algunos de nosotros ni siquiera hubiéramos imaginado a su edad. Mis más remotos recuerdos me remiten en todo momento a los acetatos de vinil, ya sea los de 33 1/3, o los de 45 rpm (los de 78 a mí ya no me tocaron), también a aquellos cartuchos que antecedieron a los casetes y, por supuesto, estos últimos. Posteriormente, llegaría la revolución con los paradigmáticos discos compactos y el subsecuente MP3 y su aun sorprendente sonido a 320 Kbs; hubo también por allí un disco denominado láser que reproducía, al igual que los compactos y los devedés, música y video pero que, para ser honestos, pasó sin pena ni gloria.

Hasta ese entonces, de lo que se trataba era de escuchar discos e incluso discografías; la idea era (aunque para algunos de nosotros sigue siendo) la de conocer en la medida de lo posible el concepto que un determinado grupo manejaba en cada uno de sus discos, y al conocerlos y escucharlos todos, formarnos un criterio sobre lo que dicha agrupación se planteaba como tal y las posibles rutas que tomaría en su evolución sonora. Había ocasiones en que podíamos imaginar cuál sería la tónica de la siguiente producción discográfica. En lo personal, eso me ayudó (y lo sigue haciendo) a identificar cuando un grupo, por famoso que fuera, se repetía, cuando perdía frescura y se volvía predecible, lo que hizo que le perdiera la pista, más que nada por salud mental, a algunas bandas que en su momento eran emblemáticas para mí, independientemente de la parafernalia y el tremendo bombardeo publicitario que anunciaba su más reciente (pero aburrido y pronosticable) disco.

Ahora, me da la impresión de que va en decadencia el gusto por escuchar discos, y ni se diga discografías; los jóvenes siguen escuchando a los clásicos y lo que muchos de nosotros escuchamos en nuestra adolescencia y juventud, pero lo hacen de manera fragmentada. A diferencia del pasado, en que resultaba más difícil escuchar música (y aun más dificultoso conforme nos vamos remontando a los anales de la historia), hoy, gracias a los avances tecnológicos, que cada vez están más accesibles a un mayor número de personas, es muy fácil llevar la música de nuestra preferencia a cualquier lugar al que vayamos, asimismo, gracias al Internet, con dos clics a lo mucho, podemos ver los videos de nuestras canciones y gustos favoritos, los cuales anteriormente veíamos, si la suerte estaba de nuestro lado, en algún programa de televisión.

Hoy veo que los jóvenes se remiten, en la mayoría de los casos, a escuchar temas aislados de sus grupos favoritos, y a seguir algunas de las sugerencias que los robots de las páginas de videos hacen al final de la transmisión de una reproducción. Insisto, van conociendo a las bandas de manera fragmentada. No sé qué tan benéfico sea esta forma de escuchar música, será que soy un romántico y que prefiero escucharla, por decirlo de alguna manera, “a la antigüita”, en fin, el tiempo lo dirá. Creo que en lo que no ayuda mucho el hecho de “ver” música es en formarnos una idea sobre su propuesta genuinamente musical, esto porque en muchos de los casos, podemos irnos más por la imagen que maneja el grupo y por los videos, que por su forma de ejecutar los temas. En todo caso, pienso que es bueno ver videos y disfrutar así de nuestros temas favoritos, recordemos que ahora es muy fácil sugerirlos en las redes sociales, pero mi consejo es la de seguir escuchando discos y, por qué no, discografías.

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