Se cumplen nueve años de apoyo permanente al semidersierto de Zacatecas; desde el día en que tuvimos la oportunidad de conocer aquellos lugares marginados del municipio de Mazapil, adquirimos el unilateral compromiso de contribuir desde nuestras posibilidades, a mejorar la calidad de vida de la población, lo cual, no hubiera sido posible sin el entusiasmo solidario de mis alumnas y alumnos de la Unidad Académica de Derecho de la UAZ. Debo reconocer que falta mucho por hacer, sin embargo, hemos cambiado los destinos de varios hermanos que sufren de la indiferencia de las autoridades, hemos sembrado y renovado esperanzas, hemos puesto el dedo en la llaga sobre la realidad de nuestro amado Zacatecas al que endeudan y comprometen, al que engañan y torturan, al que siendo inconmensurablemente rico en recursos naturales, mantienen en altos índices de marginación y pobreza. La primera vez que visité la Comunidad Tanques de Guadalupe, Mazapil, renuncié a ser investigador de escritorio y decidí emprender la campaña permanente denominada: La indiferencia es nuestro Mayor Problema, emblema que no diseñé gratuitamente pues hay muchas puertas que se me han cerrado, no obstante, han sido más las que se han abierto, en especial, los corazones de los jóvenes que han pasado por las aulas donde doy clases y, debo confesar que si no fuera por el compromiso y la energía que impregnan al proyecto, tal vez me hubiera vuelto indiferente como muchos otros; así pues, cada año desde 2006, les platico a los muchachos la experiencia que he vivido en el semidesierto, estructuramos nuestras encuestas y el sentido de las entrevistas que se aplican con los pobladores, los motivo a adquirir y fortalecer su sensibilidad humana ante la desgracia de nuestros semejantes, les insisto en la necesidad de volvernos humanos conscientes, críticos, analíticos y proactivos, los amenazo diciéndoles que si algún día son diputados o gobernadores y no hacen nada por Zacatecas, como ahora, iré en busca de ellos para encararlos y golpearlos con mi bastón.
Espero no tenga necesidad de hacerlo pues confío en que los jóvenes que integran la próxima generación de Licenciados en Derecho, practiquen con el ejemplo la solidaridad y el compromiso con sus pueblos y comunidades pues la sociedad está harta de tanto simulador y corruptos de sexenio, indiferentes, déspotas, incapaces, traidores, vende patrias y miserables endeudadores intergeneracionales de los destinos de Zacatecas. Le apuesto con toda el alma a una nueva clase política más inteligente para gobernar, le apuesto totalmente a nuestros jóvenes como seres capaces desde lo intelectual y transformadores positivos de nuestra lamentable realidad. Así las cosas, me llevo a mis muchachos el 13 de noviembre a la Comunidad Tanques de Guadalupe, llevamos ropa, despensas, medicinas, juguetes, agua, y zapatos, todo esto gracias a la solidaridad de la sociedad zacatecana, a la comunidad universitaria y al respaldo invaluable de mis alumnas y alumnos que han hecho suyo el proyecto. Algunas personas me preguntan que cuándo dejaré de acudir al semidesierto, les respondo que definitivamente nunca pues siempre me quedo con la idea de poder hacer algo más y, aunque lo he intentado, confieso que los trámites burocráticos lo impiden, pues para tener acceso a recursos y programas convocados por el gobierno federal y estatal, los vecinos de la comunidad deben estar agrupados en asociaciones civiles legalmente establecidas ante notario público y estar técnicamente capacitados para diseñar y operar los proyectos, por lo que ocuparía abandonar todo y hospedarme allá en el semidesierto para asesorar a la comunidad y exigir mejores condiciones de vida para los habitantes; no hay de otra pues las autoridades aprovechan la ignorancia y la lejanía para ser indiferentes a su desgracia.
En el semidesierto, he tenido la posibilidad de hacer muchos amigos y, debo compartirles con mucho orgullo que ven a la Universidad Autónoma de Zacatecas, no como una institución endeudada o en crisis, sino como un soporte fundamental en sus vidas; cuando llegamos a Tanques, cambiamos el rostro de la gente, se organizan discretamente, nos hacen unas gorditas de frijoles o de lo que tienen; invitan a mis muchachos a comer y muestran su agradecimiento generosamente con lo poco que hay, pese a que yo les he insistido en que no es necesario. Estoy totalmente seguro de que si Usted tiene la posibilidad de pasar por aquél rumbo y preguntar que opinan de la UAZ, les sorprendería la idea que tienen de nuestra Máxima Casa de Estudios, la cual sin duda, es el patrimonio de todos los zacatecanos, aún en aquellas comunidades en donde ni el más portentoso político, entra a ofertar sus mentiras. Gracias a todas y todos por su generosidad, ya platicaremos a nuestro regreso. ■
*Representante de Zacatecas ante el Consejo Consultivo Nacional para el Desarrollo Sustentable
