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martes, 30 abril, 2024
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La tierra soñada de la ‘Arcadia’

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Por: LEANDRO DE TIRSO •

La Gualdra 608 / Literatura

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Parece necesario ante el panorama de la realidad ordinaria para la persona común tener la posibilidad de recurrir al imaginario en el intento de entrever una perspectiva distinta creada desde el artificio del ensueño, como reacción de la mente para desorientarnos en un camino hacia la desesperanza. Bajo esa premisa ha surgido, por ejemplo, el ideal utópico, que en su concepción pretende la figuración del bien común dentro de una sociedad conscientemente establecida en la que la proporción de prosperidad alcanza cada coordenada del espacio y, por tanto, a cada individuo.

De esta noción se han manifestado creaciones artísticas y por tal tratar sobre esto no nos resulta ajeno, además, por el trasfondo político y económico que ha instaurado el significado de la expresión y la permanente exégesis que le es inherente. Puesto que el contexto actual también confiere una vigencia al discernimiento, ese argumento referenciado es reconocido y su reproducción ha continuado desde su aparición, aunque con enfoques distintos.

Resulta atinado, ahora, precisar que hay otro paraje cuyo germen fundacional converge en el principio de situar al ser humano en un supuesto distinto y de mejor apariencia a la acostumbrada. En este caso sobre una amenidad consecuente de intimismo llamada Arcadia, como la imaginó Jacopo Sannazaro, a partir de la propuesta preconcebida en autores como Teócrito y Virgilio, quienes contribuyeron en el desarrollo del estilo de la literatura bucólica y el personaje pastoril, que busca en la experiencia de la vida del campo la justificación de la existencia humana, apartado del estruendoso trajinar del mundo cotidiano y de las grandes ciudades aglomeradas de bullicio donde el sosiego espiritual es más bien inasequible.

Esta índole del intelecto se conformó en Sannazaro a partir del pensamiento humanístico instituido en el Renacimiento italiano y emergió como producto de un movimiento que invadía a la cultura de una inquietud constante por resolver las necesidades intrínsecas al ser en aquella época y adyacentes a su realidad social. Este humanismo tuvo como rasgo fundamental concentrar la mirada, el raciocinio y la desazón hacia el conocimiento del mundo antiguo greco-romano, de manera que aquella sociedad se vio impregnada por el deseo de descubrir y entender los elementos del mundo clásico para divulgarlos a través de sus propias obras.

Para Sannazaro esa creación sugestiva de la Arcadia representó, pues, una evasión a las exigencias de la realidad, de ese presente que irrumpía su sensibilidad. El lugar se escenificó a través del pensamiento por medio de imágenes de ilusión: un mundo contrario a la vida agitada de la época, donde el individuo, al ponerse en contacto con la naturaleza, exalta lo más elemental de su virtud.

La condición literaria de la obra, en su talante artístico que concede abstraer la existencia, estimula la reflexión del lector desde una perspectiva en que esa tierra arcádica, más allá de que se trate de un terreno imaginado, apunta una visión de libertad y el despliegue de las sensaciones en lo más profundo del alma. Es por eso que esa pasión amorosa por la naturaleza tan íntima y sincera, por la cual se sanciona al placer a través del espíritu, propone una esencia a la que le es consustancial el sentido humano.

 

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