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sábado, 4 mayo, 2024
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Talleres literarios para dummies

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

En primer lugar hay que tomarse el tiempo necesario para identificar a los candidatos a uno de los miles de talleres literarios que surgen a diario como cucarachas debajo de un refrigerador viejo. ¿Características de los candidatos? Ahí les van algunas:

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1- Hombres y mujeres con la autoestima por los suelos, infelices fastidiados de escuchar que han fracasado en todo lo que se han propuesto, perdedores con sueños de grandezas literarias que apenas publican un cuento o una novela y sienten que no hay lector en el mundo que comprenda su obra más allá de los mismos autores nórdicos o franceses que admiran en traducciones de porquería y ediciones carísimas y que sólo ellos y la familia del escritor leen.

2- Prófugos o morosos del psicoanálisis, hombres y mujeres que ven en la literatura, y lo que es peor, en lo que escriben, el único medio para solucionar sus problemas emocionales, hijos marginados de un catolicismo rampante que les inculcó la culpa por los siglos de los siglos como primera lección; y como segunda el “amén”.

3- Hombres y mujeres con problemas de adicciones. Será de los que más encuentre. Eso sí: procure que deje las drogas, el alcohol o la mona gourmet en cuanto sea aceptado en el taller literario, ya que aquí puede encontrar un pretexto para atrasarse con el pago de las mensualidades. Si usted ve al probable candidato en una dimensión más allá de las adicciones y la desintegración familiar no lo acepte, perderá usted su tiempo y puede que él se vaya sin pagar y hasta con el libro de Juan Rulfo que de buena intención usted puso en sus manos tras insistir lo grande que es la literatura mexicana de mediados del siglo XX.

4- Antes de aceptar a los candidatos, investigue usted la situación sentimental de ellos. Es importante que provengan de noviazgos tortuosos llenos de violencia física y verbal, de preferencia católicos, aunque ustede debe evitar a toda costa tocar el tema religioso durante la sesiones, a menos que lean a Chesterton, a Paul Claudel o a Sor Juana Inés de la Cruz. Deben tener un buen empleo, al menos uno que les permita darse el gusto de pagar un taller literario y de presumir en sus cuentas de Facebook que lo toman. Recuerde usted que las apariencias engañan: no es lo mismo un mugriento de la Condesa que usa harapos de marca y de última tendencia con tenis Converse bombardeados y rotos, que un auténtico mugriento que se muere de hambre a las afueras del Metro Chapultepec.

Procure que los candidatos tengan disponibilidad de tiempo, y de preferencia que sus domicilios se encuentren cerca de una papelería con fotocopiadora para que no pongan pretextos a la hora de que se le pidan las copias de ese gran capítulo de novela, ese gran poema o ese gran cuento.

5- Haga usted preguntas a los candidatos al taller literario. ¿Viven solos? ¿Viven con sus parejas? ¿Tienen hijos? ¿Viven con sus madres, sus tías, sus abuelas, sus cuñados, sus hermanos, etc.? De entrada descarte a estos últimos. También a los que sueñan con llegar a ser grandes escritores. Piénselo de esta manera: en un futuro no van a representar buenas ganancias económicas para usted, se irán pronto del taller, se harán las víctimas frente a usted para que les permita continuar de a “gorrión”. Los primeros se irán por falta de dinero. Los segundos cuando sean timados por la soberbia literaria.

6- Descarte del taller literario a los jóvenes que llevan años y años presentando proyectos para obtener una beca del FONCA: sueñan y sueñan mucho, y eso no es lo malo, en realidad no se dan cuenta de que sus proyectos nunca van a ser aceptados no porque el FONCA sea la cueva de Alí Babá y los 40 ladrones (bueno, sí, pero con 20 ladrones) sino porque sus proyectos son unas auténticas porquerías que en el mejor de los casos están mal redactadas, mal pensadas y mal planeadas.

Ya están los candidatos, ahora usted tiene que hacerse el difícil. Durante dos semanas no conteste llamadas telefónicas ni correos electrónicos. Tampoco acepte amistades de manera tan sencilla en Facebook. Antes de aceptar al solicitante, chismorree un poco en su muro.

Está próximo a agregar información importante al taller literario que usted va a impartir. Diga lo siguiente: “antes de entrar al taller literario impartido por… aquí ponga su nombre con una tipografía distinta, de mayor tamaño y de ser posible en negritas, habrá un proceso de selección de los mejores cuentos, poemas, fragmentos de novelas, crónicas, etc. que lleguen al siguiente correo electrónico. No límite la extensión porque, total, usted ni siquiera se va a tomar la molestia de abrir los correos electrónicos que le lleguen; no obstante, este recurso, meramente asociado al marketing literario, sirve para que los candidatos al taller se sientan importantes. Por otro lado, usted estará fomentando ese espíritu competitivo que tanta falta le hace a las nuevas generaciones en México, así es que si no sigue este paso por su taller literario, al menos hágalo por el bien de la patria.

Agregue que en el taller literario de ninguna manera se les va a enseñar a escribir, explíqueles que en primer lugar eso ya lo aprendieron desde la primaria, y que el talento literario, la vocación, es algo como la heroína: se trae o no en las venas y punto. Si no es suficiente proporcione ejemplos de personalidades artísticas importantes: Mozart, Bach, Murakami, Bolaño, Fuentes, etc. Y de ser posible apréndase la historia de, por ejemplo, Murakami: cuenta que él decidió convertirse en escritor durante un partido de béisbol, cuando observó la pelota por los aires durante un home run. No es una buena historia, tiene usted razón, pero convence, y si no lo hace con los candidatos a su taller literario, al menos no faltará uno que otro que decida dejar la literatura para meterse a cualquier equipo de béisbol, y hará bien.

Durante las primeras entrevistas con los candidatos haga uno que otro silencio de esos que son incómodos, agregue que con usted van a aprender a corregir sus textos más que a escribir porque, otra vez, eso es algo que ya aprendieron en su cuaderno de caligrafía de cuarto de primaria.

Hoy en día las redes sociales cuentan mucho, lo suficiente para que usted abra una página en Facebook donde agregue fotografías de Poe, de Hemingway, de Paz, y un letrerito que diga, así, espectacularmente: “¿Quiere usted ser escritor?”. No hay falla. De ser necesario, y en caso de que no encuentre la frase adecuada para su taller literario, consulte uno que otro libro de publicidad de don Eulalio Ferrer, ahí comprobará que sus talleristas sí pueden comer más de una papa.

¡Listo! Ya ha aprobado usted a los candidatos al taller literario, ya hasta cobró la primera mensualidad. En realidad aprobó a todos, pero ellos no deben enterarse. Ahora sólo falta definir el lugar dónde se llevará a cabo el taller literario. De ninguna manera se le ocurra ofrecer su casa porque tendrá que limpiar el tiradero y más de un tallerista intentará robar un libro en cuanto usted se descuide. Además de que, al terminar la sesión, querrán continuar, lo cual sólo le estará permitido si se trata de una mujer de muy buen ver (no importa cómo escriba), en caso de que usted sea hombre y heterosexual; o un hombre de muy buen ver, en caso de que usted sea mujer… saque de aquí todas las combinaciones posibles e imposibles.

Ha pasado de moda impartir los talleres literarios en las cantinas. Eso era para los talleristas que le pegaban duro al frasco y que, a falta de amigos de borracheras, armaban talleres literarios con tal de tener a alguien con quien decir ¡salud! Si como tallerista usted es de estos, lo cual es lo más seguro, recuerde que si imparte el taller literario en su cantina de confianza correrá el riesgo de amanecer al día siguiente con los bolsillos vacíos, una resaca mortal, y créame, de eso no se tratan los talleres literarios. Sin embargo, nunca está de más que usted estimule a los talleristas diciéndoles que todo lo que hace, lo hace por amor al arte y a la palabra escrita, que vive muy mal y que pasa las mismas penurias económicas que el poeta Rodolfo de La bohème, que para usted es muy valioso el tiempo que les dedica a ellos, sus grandes talleristas.

Escoja algún café de la Condesa o de la Roma en la Ciudad de México para impartir el taller literario. Yo le recomendaría los helados Roxy, pero es mucho el barullo que habla de Murakami y de Bolaño, además de los elegantes y fastidiosos niños que no dejan de brincar en las bancas, como si no existieran padres que los cuidaran (porque los padres leen a Murakami o a Bolaño). Escoja un café con nombre sofisticado. En inglés o en francés, esto le dará un toque cosmopolita a su taller literario.

Memorice una que otra cita literaria de algún sitio de Internet y repítala frente a los talleristas cada que se vea en apuros. Haga la voz un poco más grave, agregue emoción. Verá que ellos quedarán boquiabiertos y usted quedará como un gran literato. De ser posible, le sugiero emplear la siguiente cita:

“Recuerden ustedes que el gran Juan Rulfo solía tomar el texto entre las manos después de leerlo y, si le había gustado, decía: ‘no cabe duda que cuando se puede, se puede’; y si le desagradaba, decía: ‘no cabe duda que cuando no se puede, no se puede’”. ■

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