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lunes, 6 mayo, 2024
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La avasalladora banda de la sandez

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Por: CARLOS ALBERTO ARELLANO-ESPARZA •

  • Zona de Naufragios

Uno de los signos más ominosos en los tiempos tan aciagos y carentes de esperanza que vivimos es la ausencia de posturas críticas o de una capacidad de discernimiento más marcado en nuestra cotidianeidad y la tendencia mayoritaria a aceptar cualquier argumento sin objeción alguna, por no referir esa misma ausencia en el debate público -lo que es tanto o incluso más perjudicial. (El otro extremo es el conspiracionismo, que como se sabe, es el recurso facilón para evitar la misma cosa: el razonamiento sistemático de algo.)

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En buena medida esa pereza mental tiene entre sus causas la perversa influencia del contenido basurilla de los medios, en especial la omnipresente tele, cuyos espacios se saturan de nimiedades e información que no requiere de mayor esfuerzo para su interpretación. Pero no son únicamente los contenidos mediáticos los responsables, la educación formal e informal cuyo mayor logro en el mejor de los casos es el de formar personas (es un decir) que acumulan datos pero no saben qué hacer con los mismos: el rutinario tedio de evitar la fatiga y tomarse el mundo tal cual.

Todo eso como reflejo más o menos generalizado de la sociedad es, de entrada, grave. Pero es aún más grave la avasalladora tendencia a creer en sandeces seudoprofundas. Un grupo de investigadores publicó un estudio (Pennycook et al., 2015, On the reception and detection of pseudo-profound bullshit) en el que a través de una serie de experimentos intentan demostrar la proclividad de la gente a tomar acríticamente ciertos juicios que son en apariencia profundos. Las sandeces (bullshit) seudoprofundas, a diferencia de las tonterías ordinarias, dicen los autores, son creaciones construidas deliberadamente en un aparente lenguaje superior y presentadas como verdades reveladoras de sabiduría universal, diseñadas para impresionar pero que en realidad carecen de veracidad alguna.

Para lo anterior los autores tomaron al azar una serie de tuits del famoso autor de literatura de superación personal Deepak Chopra, las mezclaron en una serie de expresiones cortas con la única condición de que fuesen sintácticamente coherentes (e.g. “la imaginación está dentro de eventos espaciotemporales exponenciales”). El estudio reveló que efectivamente existe una propensión a tomarse la supuesta profundidad de tales sandeces como serias por dos razones posibles: a) la gente toma como cierto algo que ya está predispuesto a creer, es decir, existe ya una disposición mental (o actitud favorable) de aceptación hacia la sandez antes que esta ocurra; y b) la potencial incapacidad de entender que una sandez, envuelta en ese halo de vaguedad y supuesta profundidad es sólo eso, porque en esencia se carece de un marco de referencia que pueda diseccionar el sentido de tal o cual aserto. Lo anterior refleja que, en un proceso deliberativo, sea para reflexionar sobre las sandeces o cualquier otra cosa, esto implica que se cuente tanto con la capacidad de enfrascarse en un proceso de disección analítica y, además, la voluntad para hacerlo: o lo que es lo mismo, no tragarse lo que nos sirven sin preguntarnos qué es, sin además ahondar sobre motivaciones ulteriores, causas y efectos.

El gran tema acá, además de la ausencia de razonamiento, es que la sandez seudoprofunda no es inocua. Todo lo contrario: está diseñada para pasar como la verdad universal revelada y ser no sólo el canon de nuestra era, sino de todos los tiempos. La literatura de autoayuda y superación personal tan en boga, con autores como Coelho o el referido Chopra -por referir un par de entre los cientos que existen-, es botón de muestra de toda una industria que, encima de todo, es sumamente lucrativa, con ventas en los miles de millones de dólares, además de colgarse la medallas de ser el género literario más vendido .

Otros investigadores (Valiunas, Dunbar y Abra) han analizado como entre todos estos gurús de la superación y la felicidad abundan los sabios de inspiración divina cuyas obras carecen de evidencia y el mínimo rigor científico. Son, a lo sumo, una colección derivada de anécdotas, plagadas de lugares comunes, que tipifican al ser humano en tal o cual categoría, que ofrecen una serie de pasos para lograr la felicidad (complementario con ejercicios) y la plenitud, como si tal cosa fuese, además de posible, un proceso uniforme u homogéneo. Es decir, es la sandez llevada a nivel de biblioterapia best-seller. O lo que es lo mismo, ser tonto, enorgullecerse de lo mismo y no cultivar otra virtud que no sea la estulticia.

Suele ser la época invernal una marcadamente depresiva para muchos. Habría que apuntar que más allá de los buenos deseos, son la razón y la voluntad las que nos hará eventualmente si no felices, sí al menos libres: resistir, pues, el avasallamiento de la sandez y la sabiduría exprés. ■

 

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