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sábado, 11 mayo, 2024
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¿La patria es primera? o… ¿el fin justifica los medios?

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Por: BENJAMÍN MOCTEZUMA LONGORIA •

Mucho cuidado con las recurrencias de Ricardo Monreal, no sólo porque hace escuela reaccionaria, sino también porque las acciones políticas tienen implicaciones sociales. Cuando no hay un proyecto social por defender sólo se atina a poner a la persona por encima de todo y lemas como el de “…la patria es primero…”, de Vicente Guerrero, es borrado de un plumazo. Entonces se sigue la idea de que “el fin justifica los medios”, donde el fin no es un plan social, sino la persona misma.

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La semana pasada hice alusión de que el proceso de sucesión presidencial en México lleva fuertemente adherido un interés de la lucha de clases. También mencioné que esa lucha no es imaginaria, es real. Muchos se asustan de que se hable de ese tema porque lo vinculan con una falsa comprensión que tienen de la frase de “la dictadura del proletariado”. Pero la lucha de clases no desaparece por el hecho de no hablar de ella.

Lo que estamos viviendo es una dictadura del capital sobre los sectores que viven del trabajo. El capital somete, de muchas maneras, y DICTA rumbo a la sociedad. La derecha (PRIANRD en México) es la representación política de quienes integran esa clase social. 

Teóricamente, la dictadura del proletariado es la forma de como éste podría someter al capital y DICTAR dirección a la sociedad, es una fase que tiende a desaparecer las clases sociales y la lucha entre ellas. Es un proyecto en proceso. Las izquierdas son la representación política de las clases sociales que integran el proletariado.

También dije que “El Movimiento de Regeneración Nacional (no me refiero al partido MORENA) se ha convertido en el medio que sostiene, apoya y empuja al nuevo régimen político nacional. Es un movimiento que surgió, y continúa, en los cimientos de la sociedad mexicana. La unidad se da en un ambiente reconciliatorio, pluriclasista, de nacionalismo, de nuevos métodos de la democracia y lucha por el bienestar social”.

A la luz de acontecimientos mexicanos, e internacionales, puede verse, por un lado, la relevancia de la práctica política ligada a necesidades y anhelos sociales, en un proyecto de sociedad, y la conexión permanente con su base social; y por el otro, el de una práctica política que lleva como único ingrediente el “triunfo” unipersonal. De eso sólo puede desprenderse la promesa demagógica a una base social a la que sólo se recurre con fines electorales y que es propia del político ambicioso y vulgar.

Los recientes acontecimientos políticos y legales en Perú (Pedro Castillo), Argentina (Cristina Fernández), en Bolivia (Evo Morales) y Brasil (Lula Da Silva), constatan la ferocidad de la lucha de clases en esas naciones, sus vínculos con el capital transnacional y su representación política, principalmente de Estados Unidos.  

En esos escenarios no sobrevive un político ambicioso y vulgar. Por ejemplo: un político como Ricardo Monreal no tiene cabida duradera, por muy maniobrero, negociador o demagogo que resulte, desde el momento en que no se encuadre programáticamente en la línea de alguna clase social. Ya Marx, en una carta enviada a su amigo Joseph Weydemeyer, escribió:

“…Por lo que a mí se refiere, no me cabe el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna ni la lucha entre ellas. Mucho antes que Yo, algunos historiadores burgueses habían expuesto ya el desarrollo histórico de esta lucha de clases, y algunos economistas burgueses, la anatomía económica de éstas. Lo que Yo he aportado de nuevo ha sido demostrar: 1) que la existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases históricas del desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que ésta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases…”.

La historia, y el seguimiento puntual de los acontecimientos, permiten sacar enseñanzas fundamentales, como esa de que “sólo el pueblo puede salvar al pueblo”. Hechos relevantes como el desafuero de Andrés Manuel López Obrador, por la política derechista de Vicente Fox, dejaron testimonio de la unificación de un líder político, el proyecto de nación, y la mezcla de clases sociales que formaron el escudo contra la limitación de las libertades. 

Lo mismo sucedió en Bolivia y ahora en Perú (sobre Pedro Castillo hay una relevante reflexión del doctor Roa Cuevas), donde la política de clases y cúpula es capaz de destituir presidentes, y el pueblo, restaurarlos, así sea a través de otros mandatarios. O, en casos como los de Argentina y Brasil, aplicar mafiosos Estados de “Derecho” para encarcelar dirigentes políticos y cuyos procedimientos legales no son más que la vestimenta legal que cobra la lucha de clases.

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