Con el medio ambiente pasa algo parecido que con los derechos humanos: en el terreno de las posturas retóricas todo mundo acepta su absoluta importancia y la urgente necesidad de protegerlos; pero cuando se pasa de la retórica abstracta a las agendas y medidas concretas, todo cambia: el discurso se transforma en relativo y se hacen llamados a ‘no ser radicales’. Y surgen los “peros”: en el caso del medio ambiente se permite continuar el deterioro en nombre de la modernidad, de igual manera que en nombre de la seguridad nacional se violan los derechos de migrantes.
En el terreno fáctico del contacto con los poderes económicos, la “absoluta importancia” del medio ambiente se diluye entre los gobernantes y dirigentes políticos. Es notorio que las autoridades medioambientales le den prioridad a la modernidad que significa la minería, cuando el paradigma del llamado “desarrollo sustentable” nace justamente de la crítica al proyecto civilizatorio de la modernidad. La idea de concebir la naturaleza como recurso disponible e ilimitado quedaron fuertemente cuestionadas en la confección del propio concepto de “sustentabilidad”. Por ello es sorprendente que estas autoridades usen la apología de la modernización para justificar el avance de la minería en el estado, y se restrinjan con ello las pretensiones ambientalistas. Ya no asombran estas figuras retóricas: el Partido Verde usó subterfugios verbales más insólitos para aceptar la ley que permite la práctica de la fractura hidráulica en la extracción del gas del subsuelo: los políticos del ambiente defendiendo leyes depredadoras.
La minería produce emisiones sólidas en la atmósfera, gases contaminantes y aerosoles tóxicos, desertización, modificación del relieve, peligros geotécnicos, la pérdida de propiedades físicas del suelo como esponjamiento o formación de costras, variaciones en el régimen hídrico, erosión inducida, alteraciones de la dinámica fluvial, y la conocidísima contaminación por metales pesados. ¿Qué estudios confiables del impacto al ambiente existen por efecto de la minería en Zacatecas? Estudios que puedan ser la base para elaborar una regulación que ponga límites precisos a los procesos contaminantes y que haya garantía de su resiliencia. Esto es, la base científica de una planeación de la producción minera cercana a la sustentabilidad. Pues no hay nada de eso.
Sólo discursos genéricos y porras a la modernidad. ¿Y el Partido Verde? Pues simulando ser ecologista en la propaganda contra el uso de animales en los espectáculos, y sin iniciativas serias en los procesos de la protección al medio ambiente en la producción agropecuaria o, menos aún, en la minería. El debate alrededor de los efectos regulatorios prácticos de la declaratoria del semidesierto como área natural protegida y reserva de la biósfera, será un escenario para ver qué tanto las autoridades federales y estatales están realmente comprometidas con el cuidado auténtico del medio ambiente o, por el contrario, sólo usan el discurso ambientalista como un mero recurso retórico de mítines y espacios mediáticos.
